Un abrazo simbólico que quedará en la historia de la revolución feminista contemporánea aunque le pese a los machistas.
Por Andrea Sztychmasjter
Aunque sacerdotes, algunas mujeres, hombres machistas y hasta el abogado de Mario Antonio Cargnello, Eduardo Romani, negaran la existencia de violencia de género perpetuada por el monseñor contra las monjas Carmelitas Descalzas, organizaciones sociales, feministas y autoconvocadas realizaron un abrazo simbólico en apoyo a las religiosas pese a la sorpresa que generó en algunxs criticxs especializados en dar su opinión ante cada tema.
La denuncia de las monjas además se extiende al obispo emérito, Martín de Elizalde – “visitador” del monasterio designado por la Santa Sede y al cura colaborador de la Catedral de Salta, Lucio Ajalla.
Fue el letrado Romani quien en declaraciones a una radio local negó algún tipo de modalidad o violencia que resulten aplicables a las leyes 7.888 y 26.485, en perjuicio de las religiosas del Convento San Bernardo de Carmelitas Descalzas, por parte de su defendido.
“En la causa, nosotros no vemos ninguna cuestión que se pueda inferir como violencia”, dijo a Cadena 3, al tiempo que se manifestó “sorprendido por la denuncia. Haremos el descargo pertinente. No hay ningún tipo de prueba que haga presumir algún tipo de violencia”, remarcó.
Según el abogado “este tipo de causas son cautelares, en el sentido que se dictan inmediatamente ante cualquier tipo de denuncia de violencia de género”. “Después se comienza a analizar si, efectivamente, ocurrieron”, explicó.
Violencias
La jueza María Carolina Cáceres Moreno, la semana pasada, ratificó su competencia en la causa decisión que fue apelada. El abogado de Cargnello, solicitó la “declinatoria” de la jueza apelando al concordato entre el Vaticano y el Estado argentino firmado en 1966 por el que, entre otros puntos, “reconoce y admite el fuero eclesiástico y la vigencia del derecho canónico”. En esa línea señala que las carmelitas ya habían hecho su planteo a la Santa Sede el 24 de noviembre de 2020. Este lunes apeló la decisión de la jueza de seguir en la causa. Ahora deberá resolver la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial.
La jueza refirió que la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw) y la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer a las que adhirió la Argentina también tienen rango constitucional, como el concordato.
Sororidad
Aunque el apoyo que diferentes organizaciones feministas le dieran a las monjas haya sido tildado por algunos “críticos” y opinologos varios como “una confusión”, y aunque haya primado en estas críticas el mismo “análisis” que viene sucediendo hace al menos 20 años (pese a que el contexto sea otro), esto es que en torno a la Virgen del cerro se desprende un negocio inmobiliario y turismo religioso que mueve millones de pesos, el acompañamiento de mujeres salteñas se hizo sentir y aunque no haya sido masivo se vislumbra una crisis profunda al interior de la Iglesia católica que se suma a la ya iniciada con los casos de abusos sexuales perpetuados por los religiosos.
Qué dicen las hermanas
La periodista Susa Peralta mencionó: “Partícipe del abrazo al convento dada la gravedad de la denuncia al Obispo: hostigamiento sostenido durante 20 años. Que miembros de la iglesia puedan denunciar es importante y tengo la esperanza de que sea alentador para otras que viven las mismas circunstancias. Un hecho histórico en una sociedad ultraconservadora. Que no callen, que tengan apoyo de la sociedad y la justicia hará que los y las católicas se cuestionen las formas del culto”.
La comunicadora agregó: “Querer contextuar una denuncia por violencia de género (dónde la jueza se declaró competente) en una puja económica es no valorar el inmenso precedente que significa que un grupo de monjas pueda (tal vez por primera vez) denunciar la opresión de un sistema obsoleto patriarcal que somete, aleccionar y no acepta cuestionamientos”.
Tania Kiriaco, abogada feminista comentó: “El abrazo simbólico al Convento San Bernardo marca un hito para el Movimiento Feminista en Salta. Acompañar, proteger y solidarizarnos con mujeres y disidencias. Víctimas de violencia más allá de sus credos y pertenencia es parte de la agenda política y social del movimiento más grande y emancipador que existe actualmente. El arte 16 de la C.N. es muy claro al establecer que todos somos iguales ante la ley. Por lo tanto este grupo de mujeres que viven en comunidad y claustro deben ser protegidas más allá de su creencia y su plan de vida”.
Natalia de Católicas por el derecho a decidir manifestó: “El abrazo simbólico realizado en Salta tuvo un impacto considerable dentro de los espacios feministas cristianos en otras provincias. Son muchas las compañeras que se hicieron eco en sus redes de esta acción solidaria, visibilizando también las profundas raíces que sostienen una estructura eclesial que vulnera a las mujeres, desestimando sus denuncias”.
Irene Cari presidenta del Foro de Mujeres por la Igualdad de Oportunidades declaró: “La convocatoria a través del lema #HermanaSiTeCreo fue un apoyo sorora a las mujeres religiosas. En este caso, quienes pasamos por estas calles del convento San Bernardo pensamos que las hermanas de clausura están en un lugar de oración contemplativa y protegidas por estos muros de piedra. Ya vemos que ni ellas están exceptuadas de ser violentas, agredidas, privadas de los bienes del estado clerical y el Arzobispo es quien debería garantizar esa protección sin embargo ya vemos que las violenta y las maltrata como cualquier varón sin sotana”.
En tanto que la ingeniera Sandra Carral Garcin autora de una investigación sobre la Virgen del Cerro también nos compartió su visión respecto al abrazo simbólico que se realizara en apoyo a las monjas: “Ha marcado un hecho para nada común incluso pensando a nivel internacional, si bien no ha sido muy numeroso, representa un avance en las tradicionales fronteras entre el feminismo y la religión (refiriéndonos a la antítesis proaborto y provida en particular). Tal vez esta diferencia concentrada entre dos visiones antitéticas sobre el tema del aborto, haya separado las mismas problemáticas de mujeres con distintas orientaciones en cuanto a la religión, yendo desde el ateísmo hasta la vida religiosa, como es el caso de las religiosas mencionadas. De allí que el apoyo sea un avance que ha traspasado muros más allá de los del convento, porque en definitiva las mujeres, de cualquier extracción, podemos ser víctimas de la violencia de género, en una sociedad que arrastra ese atraso hasta la actualidad. Esta circunstancia debería ser vista como un avance, si bien hay diferencia de interpretaciones y algunas desviaciones en cuanto a qué está en juego en esta denuncia, la coincidencia de todas es el rechazo a la violencia en cualquier situación, y sobre todo cuando hay vulnerabilidad frente al poderoso. El fenómeno podría servir también para terminar con ciertas discordancias entre agrupaciones feministas, donde se observan también dominantes y verticalidades, para una configuración más democrática, participativa, transversal y horizontal, que anule definitivamente las mismas gradaciones que se critican esta vez a la Iglesia Católica como institución.
A la denuncia de violencia de género, se le agregan la violencia psicológica y la violencia económica. Y ahí, si bien la perspectiva de género debiera primar ante todo, el principio de separación entre la Iglesia y el Estado plantea el problema de hasta dónde llegan el uno y el otro, o qué debe ser juzgado en paralelo en la justicia ordinaria y la justicia canónica, que obviamente corresponden las dos, aunque se quiera negar la
existencia del derecho canónico, por ser la Iglesia una institución donde éste prima en su interior, el Estado encontrará el límite para juzgar por ejemplo en asuntos de fe, de jerarquía religiosa, de deberes económicos (como el de rendir cuentas anualmente a la comunidad -la cual no debe entenderse como comunidad en general sino como la orden religiosa y autoridades eclesiásticas-). Para el feminismo en general puede ser difícil captar este aspecto en particular, por ser el feminismo libertad, sino no se entiende, por lo cual esta oportunidad lleva al avance de hacer el esfuerzo para entender la problemática que representa para las religiosas, por ejemplo, un asunto central como es el importante generador de conflicto entre el Arzobispado y las Carmelitas Descalzas que tiene la vertiente de la fe y la vertiente económica en relación con el culto de la Virgen del Cerro. Se podría reclamar la libertad de culto, pero no es atinado en cuanto a que en el orden religioso existen los dogmas, la liturgia, los libros sagrados, oraciones y advocaciones consagradas, etc., agregándole a eso los votos de obediencia, pobreza y castidad, y aún en esta orden en particular, la clausura.
Obviamente este orden no significa que se deba obedecer lo ilógico, sufrir violencia y humillación por ejemplo, pero consagrarse a la vida religiosa significa la renuncia voluntaria a una vida que no lo es. Violar este orden no es delito, pero es una falta a los deberes y obligaciones que se ha aceptado cumplir.
En cuanto a la libertad económica, por lo que se ventila en la prensa, corresponde rendir
anualmente los ingresos y los egresos del Convento, y eso no significa violencia económica ni de género, en efecto, actualmente suena en el país el escándalo por irregularidades con la venta y alquiler de bienes del Arzobispado de la ciudad de Buenos Aires, ventiladas a partir de una auditoría del Vaticano. Comprender que la Iglesia es una organización y que tiene sus reglas religiosas y económicas, como su ordenamiento canónico, puede resultar difícil si sólo se la considera como un estado atrasado, donde los escándalos de abuso sexual por ejemplo, sean la norma, en desmedro de la cantidad de creyentes y de las vocaciones que estudian, se entrenan y consagran su vida para crecer y vivir en ese sistema.
Para una feminista libre puede ser más fácil contestar verticalidades y obediencias, pero para alguien que quiere permanecer en un sistema como el descripto donde la obediencia es la propia elección, y el desobedecer significaría la exclusión, por ejemplo, ¿cómo hacer para conciliar la adhesión a un culto no aprobado por ese mismo sistema al que se quiere seguir perteneciendo? En este crucial problema, tal vez, el encuentro entre ambas realidades, la del feminismo (o feminismos) y la de las religiosas consagradas, pueda aportar respuestas jurídicas, filosóficas, teológicas y religiosas que la sociedad en su conjunto no está acostumbrada a conjugar, más allá del trasunto de los intereses económicos y turísticos en los cuales se hallan inmersas estas últimas y que es el nodo de sus actuales problemas”.