José Ibarra, el rudo sindicalista que dice ser la pata peronista del macrismo, ingresó al senado provincial imponiéndose por sólo 9 votos al representante de Urtubey. Será compañero de bancada del decoroso Guillermo Durand Cornejo. (Rolando Motta)

Tras reveses electorales en 2013 y 2015, finalmente el representante de los taxistas en la Capital Federal protagonizó un ajustado triunfo electoral en Guachipas y se convirtió en senador provincial. José Ibarra fue parte de la contienda representando al frente Un Cambio para Salta y cosechó 1.241 votos, apenas por encima de los 1.232 del Frente de Unidad y Renovación que estuvo representado por Ernesto Guanca.

De esa manera José Ibarra será el compañero de bancada de Guillermo Durand Cornejo, el hombre de pretéritos blasones y andar erguido cuyo perfil en anda se parece al de Ibarra, quien partió a la Capital Federal hace 38 años para finalmente amasar una fortuna y ganarse la fama de hombre duro que por mucho tiempo fue miembro de la Mesa Directiva de la CGT que conducía Hugo Moyano; integrante de la Mesa Directiva de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte que fue pieza clave en las huelgas generales contra el kirchnerismo.

Lo curioso del caso es que Ibarra accedió a todos esos cargos conduciendo el Sindicato de Conductores de Taxi de la Capital Federal que tiene menos agremiados que los colectiveros de la UTA, los ferroviarios La Fraternidad, los aviadores de Líneas Aéreas, o los conductores de camiones. Esto se explica de manera distinta según los consultados. Para algunos era un premio por su sumisión a Hugo Moyano; para otros, el salteño era una pieza clave del aparato de la CGT y el encargado de garantizar que la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte adopte la direccionalidad que dictada la mesa chica del poderosos moyanismo de entonces. Pero José Ibarra, definitivamente, tenía la fama de hombre duro que se forjó desde 1987, cuando debutó como chofer de taxis, hasta mayo de 2004, cuando llegó a la conducción de su sindicato.

Historia

Fue en 1979 cuando dejó la provincia y partió a la capital del país. Lo que ocurrió entre esa fecha y 1987 es un misterio, pero en ese año -según declaraciones del propio Ibarra a la publicación gremial taxifull.com.ar- debutó como chofer de taxis y se convirtió en delegado de la parada de Aeroparque para, finalmente, en el año 1992, retirarse de la actividad “en busca de un horizonte más amplio”.

Lo que no decía Ibarra es lo que otros afirman sin tapujos: se fue de Salta escapando de la pobreza y desplegó un coraje a prueba de porteños celosos de que un morocho del interior se arrogue la representación de los civilizados bonaerenses. De nada sirvió en aquella entrevista que el reportero le pidiera precisiones del accionar de Ibarra en aquellos años, pues se obtuvo por respuesta otra pregunta que develaba la indignación del entrevistado por la ignorancia del entrevistador: “¿Sabes lo que es controlar Aeroparque?”.

Aeroparque es el aeropuerto Jorge Newbery de Capital Federal: paraíso de taxistas que cuentan con un mercado cautivo de miles de pasajeros que suelen recorrer largas distancias en taxi y por ello mismo es escenario rigurosamente resguardado por los choferes del lugar y que en los 90 dio pie a la llamada “mafia aurinegra”, una aceitada organización de propietarios y peones de taxis que resguardaban para sí la exclusiva fila de vehículos que esperan pasajeros y que no dudaban en repeler a golpes a los conductores ajenos al paisaje.

A inicios del siglo XXI distintas causas judiciales que investigaban a los “aurinegros” aseguraban que los involucrados formaban una especie de cooperativa encargada de dar cobertura legal a quienes caían presos por aleccionar a los intrusos y que el largo brazo de la mafia aurinegra tenía contactos con la policía aeronáutica encargada de la seguridad del lugar. De esa parada fue delegado José Ibarra a fines de los 80 y principios de los 90; y no escasean testimonios que aseguran que el salteño extendió su control a sitios de características similares como Retiro y el Puerto.

“En el año 92 decido retirarme ya que consideré que tenía que hacer otras cosas más amplias en lo personal y en lo político”, declaraba Ibarra en aquella entrevista. Ni lo uno ni lo otro lo desvincularon del “universo tachero”. Fundó ALOTAX S.R.L., una agencia que en lo central supuso un acuerdo comercial con dueños de taxis quienes cedían la explotación del vehículo a cambio de un pago fijo y del compromiso empresarial de responsabilizarse de las faltas que los choferes pudieran provocar. Casi en paralelo inauguró FM Tax, pionera de los servicios de radio taxi y que en nombre de resguardar la seguridad de pasajeros proveía taxis a domicilio a quienes lo solicitaban telefónicamente. A cambio de ello, el dueño del vehículo pagaba un canon a la empresa. FM Tax llegó a tener más de 600 vehículos y consolidó a Ibarra en dos sentidos: empresario exitoso en términos de ganancias y ampliación de su grado de representación al fundar y presidir la Asociación de Empresas de Radiotaxis de Buenos Aires (AERBA).

La crisis de principios de siglo XXI, el arribo de Néstor Kirchner a la presidencia y la llegada de Macri al gobierno porteño sólo consolidaron su poder. Lo primero quedó registrado en la prensa de la época: las nuevas costumbres generadas por la inseguridad urbana produjeron que, en junio de 2001, 13.788 taxis con equipo de radio estuvieran adheridos a alguna de las 46 empresas reconocidas por el gobierno porteño, representando el 35% de los 38.600 vehículos legales que trabajan en esa ciudad (Página 12, 24/6/2001); paralelamente se iba legalizando la práctica en la cual los usuarios del servicio abonaban un costo extra equivalente a 5 fichas (La Nación, 23/6/2006) por el servicio. Lo segundo y lo tercero porque entre 2003 y 2013 la suba acumulada de las tarifas de taxis porteños sumó un 1.140% con el adicional nocturno incluido, provocando que un trayecto que en 2003 equivalía a 4,4 boletos de colectivo terminara costando 21 en 2013.

Fue ese el período donde Ibarra saltó de la representación empresarial a la sindical. Lo hizo ocupando el sindicato que hoy conduce y que en ese entonces estaba venido a menos, aunque contaba con una llave de inestimable valor para quienes anhelan zambullirse en el mundo sindical: una personería gremial otorgada en 1961. Desde allí empezó a incrementar el número de afiliados, gestionar y presionar subas de tarifas, acceso a predios propio, también a créditos blandos para que los taxistas cambien de vehículos, cursos de capacitación en inglés para mejorar el servicio y desarrollo un innegable sesgo conciliador con los gobiernos sólo quebrantado cuando alguna medida amenazaba directamente el poder del sindicato.

Si algo le faltaba para cerrar su propio círculo virtuoso, era ser parte de la mesa chica de la Confederación General del Trabajo. La oportunidad no tardó en llegarle de la mano de una crisis de tipo política: la ruptura del moyanismo con el kirchnerismo que desencadenó la fractura de la CGT en julio de 2012. La Confederación General del Trabajo que quedó vinculada al kirchnerismo con el metalúrgico Antonio Calo a la cabeza, tenía entre sus miembros al taxista aliado de Moyano, Horacio Viviani, que al partir dejó un lugar vacante en la CGT Azopardo que fue ocupado casi de inmediato por José Ibarra.

Tras ese proceso, Ibarra acuñó el deseo de acceder a una banca en el Congreso de la nación. En el 2013 hizo su primera experiencia en Salta aunque el objetivo no parecía ser otro que lograr un proceso de instalación. La apuesta fuerte vino en el 2015, cuando encabezó una lista de precandidatos a diputado nacional por el massismo en la que finalmente perdió las internas con Alfredo Olmedo, quien posteriormente se convirtió en diputado nacional. Ibarra reapareció luego como uno de los cabecillas de las 62 Organizaciones Peronistas que en la capital de la nación se alió al presidente Mauricio Macri autoproclamándose “la pata peronista” del macrismo. Tras ello fue organizando su candidatura a senador provincial por su Guachipas natal y ahora accedió a una banca por escasos nueve votos.