En los albores del siglo XX, seleccionamos aspectos de su trayectoria de vida, del periodista incansable, militante socialista, poeta y primer dramaturgo salteño que llevó sus obras a los circos en los márgenes de la ciudad. Una de las figuras menospreciadas de la cultura en la provincia. Por Carlos Fernando Abrahan
Edelmiro Avellaneda nació en 1878 en Santiago del Estero. Junto con sus padres y hermanos se trasladaron 350 kilómetros, a una Salta que albergaba a unos 15.000 habitantes en 1888. Luego de finalizar sus estudios, comenzó su actividad como periodista con una singular vitalidad que lo acompañaría toda la vida en sus asuntos políticos y culturales.
En 1901, Avellaneda está presente en Santiago del Estero con el oficio de tornero y asistiendo a las tertulias de la época, donde participa entre otros el educador socialista Bernardo Irurzun. Como señalamos, entre 1902 y 1905, se vinculó al Partido Socialista en Salta y fue director de las publicaciones La Luz y El Pueblo de orientación socialista.
Fue un conferencista trascendente; en una de ellas en Güemes tuvo la oposición del comisario de policía de apellido Mora, el que en “completo estado de ebriedad” quiso prohibir la charla de Avellaneda, y “amenazándole con hacerle dar una paliza y matarlo si persistía en el intento”. Después de idas y vueltas Avellaneda consiguió hacerse oír y “hasta el mismo energúmeno del comisario aplaudió” sus conceptos.
En 1905, conocemos con sorpresa que los socialistas en el diario La Vanguardia informan que “las sociedades… han resuelto no admitir en su seno al traidor Edelmiro Avellaneda”. De todos modos, luego Avellaneda fue “expulsado” de Ledesma (Juyuy) por la policía bajo presión del ingenio azucarero frente al temor por sus ideas socialistas.
En 1907, Edelmiro Avellaneda fue organizador de la comparsa “Los indios pampeanos” para los carnavales de Salta y como “payador” en setiembre de 1907. Hacia 1909, el gobierno provincial reprimía a socialistas y anarquistas, y aumentaba los atropellos y razzias en las periferias de la ciudad.
El Cívico, periódico del Partido Radical, describe de la siguiente manera: “Director de La Patria (…); redactor de El Cívico, calavera y hasta bohemio, pendenciero, más nunca canalla. Tiene 33 años que, desde esa altura, ya comienza a descender al camino de la vejez”; la semblanza marca que prepara libros propios: Sombras del pasado, Martirio y Lucha, Recuerdos del Terruño, La gran mentira, Criminales de la Selva y Llora, llora Urutaú, “éste último sólo habla sobre política”.
En 1911, el Circo Rafetto – ubicado en calle San Martin y Córdoba- estrenó la obra teatral de Avellaneda sobre los bandoleros rurales “Silva y Aquino” la cual concitó gran atención entre los trabajadores. Avellaneda es considerado por la investigadora Graciela Balestrino como el primer dramaturgo salteño; no obstante, sus textos no se han conservado. Otras obras que valen la pena mencionar: “Entrada de Varela a Salta” (1912) representada en el Circo Fassio, “El Crimen del Puente Blanco” sobre el crimen de Juana Figueroa en el Circo Odeón y “La batalla de Campos Castañares” en la compañía Yacoppi-Racedo de 1913.
Dos años más tarde, el Circo Rafetto presentó una nueva obra de Avellaneda “La tragedia de las Pircas”, en 1920 el Circo Jockey Club estrena “Los apaches en París” y “El fin de un malevo” en el Circo Cassali. Luego, el drama sobre los bandidos rurales “Bazán Frías y Martin Leiva” en 1923 estrenado en el Circo Sport Argentino. Avellaneda sostiene una escritura local sobre el drama histórico y socialista, la política y “hechos policiales” de su tiempo. Autores señalan que Avellaneda rivaliza con Juan Carlos Dávalos y Nicolás López Isasmendi no solo en sus temáticas. Con una impronta bohemia, escribe para obreros que se reúnen en los circos, en los márgenes de la ciudad; los otros escriben para la “gente decente” del Teatro Victoria en el centro de la capital.
Desde 1919 se asistirá al inicio de un periodo descendente en la lucha de clases en Argentina. En ese año apareció la revista El Verbo Libre dirigida por Avellaneda que se publicó hasta 1928. Roberto Vitry señala que “probablemente dedicada a temas generales, no debe haber perdido la orientación socialista”, no se conservan ejemplares. José Riviello señala por la época otra publicación de Edelmiro, El Rupa Chico.
En 1923, los anarquistas de La Protesta critican duramente a Avellaneda; según ellos “elogia” a los explotadores de ingenio Ledesma “como del comisario corrompido, cantinflero y déspota, haciendo de ellos por virtud del servilismo de este tragabola de Edelmiro”. Palabras en medio de las querellas de las corrientes políticas (católicos, socialistas, anarquistas, radicales) que disputaban a los obreros provinciales
En agosto de 1928, en una Salta de 29.000 habitantes, descubrimos a Edelmiro dictando para un cancionero popular una poesía sobre Dorrego que había escuchado a los 12 años. Falleció el 6 de noviembre de 1928, a los 50 años; el periodista, político socialista, poeta y primer dramaturgo salteño.
Pese a su vigencia, esfuerzo y dedicación, las clases acomodadas intentaron disipar el alcance de su figura con una indiferencia que impidió su merecido reconocimiento.