En una jornada docente del colegio secundario 5.175 de Orán, el personal decidió actuar para terminar con los chicos que se desmayaban de hambre en las aulas. Mientras tanto el único Centro de Desarrollo Infantil de esa ciudad fue cerrado. (Silvana Brezzina)

Los datos impactan: “seis de cada diez chicos llegan al colegio sin haber cenado la noche anterior ni desayunado en la mañana”, contó la profesora Stella Maris Daniel a la agencia de noticias “Pelota de Trapo” quien disparó la noticia hace una semana en Buenos Aires. “Los baños hedían a mariguana y crack. La violencia entre ellos era continua” explica el profesor Samuel Huerga a Cuarto Poder. En aquella jornada pudieron ensayar un diagnóstico: hambre – droga – violencia – deserción van de la mano para este grupo de docentes que decidió organizar lo que llamaron meriendas solidarias “porque pensamos que el aporte calórico iba a impactar en el cese del consumo y esto a su vez, en el alto a la violencia”.

En principio solicitaron el aporte del ministerio, luego cursaron notas a los grandes supermercados de la ciudad (Vea, Gerala, Changomás). Hasta al Ingenio Tabacal fueron por colaboración, pero, resignados, decidieron hacer una vaquita entre los profes y empezar. Son más de 500 chicos por turno, así que hablaron a una panadería por precio especial, luego a una fiambrería y recibieron donaciones de Cáritas. Comenzaron preparando el té y los sanguchitos de fiambre cuyo combo tiene el valor simbólico de tres pesos. Charlaron con los chicos en cada aula. Se organizaron las tareas. Celadores, ordenanzas, profesores, todos participan, y en el primer recreo de cada jornada se sirve la merienda que se conjuga con la organización de los juegos y la música para el recreo.

 “Lo que se evidencia en esta experiencia es el reconocimiento del otro como par” explica Daniel Álvarez (Profesor de la Cátedra Trabajo Social con Grupos e Investigación Diagnóstica de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT). Qué ocurría ¿por qué la droga y la violencia? “Cuando no se tiene oportunidades, y se pasa a ser sojuzgado, aparecen las situaciones límites, no se puede tener proyecto. Los proyectos son espacios sociales y culturales, entonces, no se tiene acceso a espacios y lugares, estás signado a que tu vida va a ser un lugar desecho. Así, sabiendo que se es desechable, el proyecto se convierte en pasatista. La droga te evade. La evasión te permite que vos tirés un poco más, aun cuando el paco destruye todo. Pasás de una ‘destitución subjetiva’ (esto es no reconocerme a mí mismo en esta sociedad, o sentir que no hay posibilidades) a la evasión de esa destitución. Es un vacio de proyecto, y produce angustia. La droga, el alcohol te sacan de esa realidad. Y en la vivencia de situaciones límites es como suspender la muerte, a cualquier costo”.

El ajuste no da tregua

La otra denuncia se centra en el cierre del Centro de Desarrollo Infantil (CDI) de Orán y su Jardín de infantes que en todo este año no han funcionado. Se trata del CDI Obispo Muguerza que es el único instalado en esta ciudad acosada por la pobreza, aunque en este 2016 no abrió sus puertas para albergar a los niños de las familias más vulnerables (como reza la propaganda oficial). Los damnificados pertenecen a familias que encontraban en este lugar una solución paliativa, por un lado, para la alimentación de sus hijos, y de guardería, por otro lado, para que las madres pudieran salir a trabajar.

Los CDI en la provincia se anuncian como instituciones que reciben a niños de 6 meses de vida a 4 años provenientes de familias con Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), es decir, familias que no llegan a dar de comer a sus hijos. Sin embargo en Orán solo los reciben desde los 2 y hasta los 4 años de edad.

Son también difundidos como “instituciones de promoción y protección de derechos con atención integral a la primera infancia” y, según la página web oficial del gobierno de la provincia, brindan estimulación temprana, apoyo escolar, nivel inicial, alimentación y recuperación nutricional, tratamiento psicosocial, talleres culturales y talleres de fortalecimiento familiar… aunque nada de esto está en pie.

La justificación del cierre es el deterioro edilicio. Es increíble, pero en todo un año no pudieron reparar un techo. Ni los ministerios de una provincia, ni las secretarías de una municipalidad dieron con la solución a apenas 150 metros cuadrados. Esos 150 metros cuadrados que deberían significar al menos un desayuno, una comida, un lugar de juegos, de aprendizaje, de protección y cuidados.