Ante las clausuras de boliches y algunos bares del corredor supuestamente tradicional de la ciudad, nos preguntamos cómo repercute eso en la movida cultural salteña. Cuál es la situación actual y las alternativas a la Balcarce. ¿Autogestión o muerte? (Rodrigo España)

Tampoco es para tirarse de los pelos o pegar el grito en el cielo por lo que está pasando en la zona donde suele concentrarse parte de la  joda local. Al menos no lo es si uno lo mira como público, porque seguramente para los dueños de locales cerrados ya sea por intervención municipal o por miedo a ella, el panorama no es tan amigable.

Hay una idea errada y esa es que el corredor Balcarce es un lugar que concentra varias facciones de la noche salteña. Nada más lejos de la verdad si es que pensamos en la parte cultural; porque salvo peñas, boliches y dos o tres bares que tienen bandas en vivo, mucho más no sucede en esas calles. Y tras el cierre del mítico bar Madrid, poco y nada queda de cultural en la zona.

La cultura que no sea la oficial no genera plata, no es negocio, y eso lo saben todos los comerciantes de la noche. Tomemos un ejemplo reseñado en este semanario algunos meses atrás, cuando tocaban unas bandas que se vinieron desde Bs. As. a una gira por el norte. Era un bar con onda top, al fondo un patio donde se armaba la joda. A determinada hora se debía cortar la música en vivo porque la gente quería bailar. Entonces músicos y público que fue a ver las bandas se la tuvieron que comer doblada y sin chistar a menos de hora y media de comenzada la tocada.

Además de que son contados con los dedos de una mano los bares que tienen bandas (no de mierda) dos días a la semana, lo peor de todo es que en la mayoría de los casos el negocio nunca termina siendo redituable para los músicos que muchas veces tiene que rogar para que les salga una fecha, y cuando sale reciben monedas por haber llevado público que seguramente consumió y le generó ganancias al bar. Esta es otra de las razones por las que se van inventando otras alternativas en cuanto a la música, por fuera de este circuito.

En lo que respecta a teatro, literatura y demás, no hay nada para decir, porque definitivamente no pasa nada de eso en el corredor Balcarce, o si es que hay alguna muestra o presentación, tal vez alguna obra de teatro, se realizan en otros horarios. El único lugar cercano era el centro cultural Aristene Papi, que se vino abajo luego de una serie de problemas con la gente del Belgrano Cargas y el cambio de miembros en un confuso episodio que incluía a la hija de un exvicegobernador al que luego le dio por bailar en spots publicitarios.

La semana pasada sucedió algo que es el claro ejemplo de lo que tratamos de plantear con esto de armar cosas por fuera de la zona balcarcera. Una fecha pautada hace meses, venía una banda tucumana a tocar junto a otras dos locales, todo listo hasta que a último momento se dieron vuelta las cosas. El bar estaba cerrado ese fin de semana por cuestiones con la municipalidad (aclaremos que dicho lugar es el único en la ciudad con un sonido propio medianamente decente e idóneo para este estilo de música en particular); ante ese percance lo que hicieron los organizadores de la fecha, que nada tenían que ver con el bar en sí, fue mover todo lo posible para que no se cancelara, entonces se mudaron para la zona oeste, al recinto donde hace un tiempo de vienen llevando adelante los sábados sustanciales, y a pesar de la lluvia la tocada se hizo de todas maneras.

Como este ejemplo hay varios, las movidas relacionadas al metal se realizan también en casas particulares, siempre en el borde de la ley porque otra no queda, o al menos otra no queda desde el punto de vista de quienes organizan, porque tal vez depender del estado para llevar adelante ciertos recitales sea mucho trámite para tan poca bola que pueda darle la provincia a manifestaciones culturales que no aboguen por esa idea escaza de salteñidad cubierta con un poncho y regada de empanadas, poetas y vino.

Otro inconveniente con la música en cuestiones de autogestión es el problema que genera el volumen en los vecinos, mucho más si se trata de movidas metaleras, aunque también sucede cuando la música no es tan estridente. Un caso curioso en lo que respecta a vecindades poco adeptas al sonido fue el de El Pasillo, una casa de arte cercana a la plaza Gurruchaga que hace más de un año cerró sus puertas, no necesariamente por la queja de los vecinos, pero sí luego de varios percances en los que al patio donde tocaban bandas de jazz o reggae, o toda la onda jipi, llovían objetos, al principio libros, el fin de semana siguiente cubiertas de autos, cascotes, agua y demás.

Sin ir mucho más lejos, pensemos en lo que sucede en El Paseo de los Poetas, que tiene entre sus calles uno de los pocos bares que constantemente genera espectáculos ligados a la cultura (por decirlo de alguna manera) alternativa, no sólo musicales, sino de todo tipo. El problema con los vecinos es constante, tanto por el ruido (que no es tanto como para alarmarse) como por la gente que asiste y parece ser vigilada por quienes viven en las cercanías cual si estuviera cometiendo un delito mayor.

El bar al que hacemos referencia también tuvo ciertos inconvenientes con la municipalidad que tras un tiempo fueron resueltos. Sin embargo la legislación poco certera es la que precisamente genera este tipo de inconvenientes en lugares que ofrecen el espacio para que se armen movidas de todo tipo, pero que terminan siendo quemados al poco tiempo. No se conoce de bar o centro cultural que haya perdurado más de 5 años en estas condiciones, salvo contadas excepciones, tal vez uno o dos lugares en toda la ciudad.

Entonces, ante el panorama que parece venirse en un futuro no muy lejano, con el conservadurismo como emblema para cerrar bares y boliches de la zona Balcarce, la oportunidad para la autogestión de lugares es la propicia. Esto queda demostrado cada fin de semana con la cantidad de eventos que se realizan por fuera del famoso corredor. No es el fin del mundo, al menos que usted prefiera el baile, la empanada, el rock y el poncho como entretenimiento en una misma noche. Salga del frasco, abandone el tupper mental. Salta es una ciudad con muchas opciones y cerrarla a una sola calle es, al menos si se lo piensa bien, una locura.