La periodista Marta Dillon Fundadora de Ni Una Menos en Argentina estuvo en Salta donde se refirió al colonialismo, a la violencia sexual como disciplinamiento, al acallamiento histórico de las mujeres,  y a la narración de los femicidios alejados de la sección de policiales. (Andrea Sztychmasjter)

“Mi madre fue asesinada el 3 de febrero de 1977, a las 2.05 de la madrugada, en la esquina de Santamarina y Chubut, Ciudadela. Su partida de defunción dice: ‘Múltiples heridas de bala. NN femenino, delgada, 1,65, cabello rubio teñido’. Nada de sus ojos celestes. Tal vez haya apretado los párpados el instante antes de que la fusilaran. A lo mejor estaba oscuro en la morgue o se habían acumulado demasiados cuerpos o les pareció en vano anotar un dato tan estúpido cuando la poseedora de los ojos celestes estaba muerta y a esas pupilas de agua sobre las que caían sus pestañas como una marea sólo les esperaba la corrupción”, son las palabras que Marta Dillon, periodista y escritora, madre e hija de Marta Taboada, abogada salteña asesinada durante la dictadura cívico militar, plasmó en “Los últimos ritos”.

Dillon, referente del periodismo feminista, editora de las 12 y creadora del suplemento Soy de Página 12 estuvo en Salta en el marco de la inauguración del segundo Encuentro de cronistas y ciudades, “La Tibia Garra testimonial” donde expuso junto a la profesora Mónica Bernabé sobre cronicar, memoria y feminismo. Allí se refirió a la “distancia narrativa” empleada para narrar historias dolorosas: “Para contar la historia de la recuperación de los huesos de mi mamá desaparecida durante la dictadura hice literatura, no hay otra manera. Eso está explorado, pero sí se necesita una distancia sino no podríamos hablar; estaríamos todo el tiempo llorando”, describió.

Respecto al tratamiento mediático que se realizan de los femicidios Dillón señaló que “el feminismo ha logrado anular la espectacularidad”, y refirió con ello al tratamiento de los femicidios inscriptos en los medios de comunicación como temas policiales, situación que en Salta sigue sucediendo. “Eso lo hemos logrado anular” mencionó la periodista: “en el feminismo anulamos la espectacularidad y hemos inhibido la cuestión del morbo” pero describió que esto lleva a un condicionamiento en las “búsquedas narrativas”.

Si bien el análisis de la comunicación feminista demostró que los femicidios son mucho más que un tema policial y qué estos casos no deben considerarse solo un hecho delictivo desde los medios de comunicación, Dillon describió que aun hoy las redacciones sobre femicidios hablan solo de las víctimas: “ya sea para culpabilizarlas, que es el mecanismo más tradicional de desligarse de la responsabilidad social, pero por otro lado también para hacer un duelo y para honrar la memoria de la víctima. En el medio nos queda qué es un femicidio”, señaló y agregó que a su modo de ver a las crónicas que cuentan sobre femicidios les “falta una trama que es completamente de la vida cotidiana” y que incluso en las investigaciones judiciales no se ve. “No hay una pregunta más allá de lo que pasó y los discursos feministas tienden a ocluir esas preguntas y a mí me parece que eso en este momento está siendo peligroso”. Según aseguró Dillon las únicas crónicas que sí se despegan de eso son las de la revista Anfibia. Una pregunta entonces resuena ante ello: ¿Qué pasa con las crónicas feministas del interior profundo? Las que buscan diferentes estrategias para hacerse presentes.

“Justamente necesitamos toparnos con lo inmensamente cercano de los femicidios y con lo inmensamente cercano de los femicidas, para mí esas narraciones faltan”, describió la escritora.

Histórico acallamiento: Colonialismo

Dillon vive en carne propia el odio que imprimió el terrorismo de Estado en nuestro país, y la doble violencia ejercida contra los cuerpos femeninos, en su visita a Salta se refirió a la violencia sexual presente en los campos de concentración: “El silencio que hubo durante tantos años sobre los delitos sexuales cometidos en los campos de concentración no era porque las mujeres no hablaran era porque las callaban”. “Sabemos porque tenemos la experiencia de la conquista de la violación masiva y sistemática de las mujeres, la apropiación de lxs hijxs así como también el blanqueamiento. Ahí hay una columna vertebral no narrada, no reconocida, en la cual deberíamos inscribirnos para contar los femicidios ahora. Y eso implica romper pactos patriarcales en donde nosotras feministas podemos seguir insistiendo pero realmente el silencio que se tiene que romper es el pacto entre varones”, sostuvo.

Según la escritora esta columna vertebral está fundada en la violencia sexual y el reconocimiento de eso aparece en el reconocimiento del colonialismo, pero sobre todo “de los úteros como campo de batalla fundamental y donde se cierran alianzas interclasistas y colonialistas”.

“Desde la fundación de esta América blanqueada, racista, está la razón de esta guerra permanente y de esta aplicación de la violencia sexual como método de disciplinamiento constante. En todas las instituciones, en todos nuestros ámbitos culturales, en todos nuestros territorios, esa es la tarea pendiente”, manifestó-

Quienes son los femicidas

Marta Dillon se refirió a los mecanismos presentes a través de los cuales se cuentan los femicidios: los fallos judiciales, la enumeración que hacen las mismas feministas porque desde el Estado tampoco lo cuentan y los cuerpos en las calles. “Estas son las tres narraciones sobre los femicidios. En todas damos por supuesto quienes son los femicidas (…). En este momento lo que necesitamos saber es quienes son esos perpetuadores para mirarnos en ese espejo”, mencionó.

Dillon se refirió así al papel de los hombres y señaló que aunque sobrevuela esto sobre que “no todos los hombres son iguales” se debe poner en foco quienes son estos hombres violentos y asesinos: “Estoy acostumbrada y bastante agotada que me digan ‘bueno pero los varones no son todo lo mismo’, ya lo sé tengo un hijo varón pero hay un pacto”.  Describió que este pacto es jurídico e institucional: “Está afianzado en la letra jurídica”.