En el marco del 2° encuentro de La Tibia Garra Testimonial, que se efectuó en la Ciudad de Salta (los días 2, 3 y 4 de octubre del corriente), coordinado por la Profesora de Letras Betina Campuzano de la Universidad Nacional de Salta y por un numeroso equipo de docentes, graduadxs y estudiantes, el cual, atrae y abre sus puertas a cronistas de todo el país, inició con la agradable presencia de Marta Dillon que actualmente se desempeña como periodista y activista lesbiana feminista. (Emiliano Maidana)

Dillon trasgrede en cada palabra, cada palabra se hace eco, crónica, narración, feminismo y lucha. Un cuerpo que se desplaza a través de la palabra, que vibra, que se expone, que resiste y se subleva a los mandatos sociales. Un cuerpo que se hace voz, que en colectivo resuena por las calles, que hace ruido, que rompe. Una voz que se hace cuerpo, un constante diálogo, que reclama, es la voz, es el cuerpo primer territorio de soberanía que se revela.

Esas palabras que resuenan en el Salón Blanco del Centro Cultural América se tiñen de rojo, de carnes recién salidas del matadero, porque eso somos, carne degolladas por la violencia machista y por un Estado que no interviene. Por una violencia y una impunidad que no cesa. Pero nunca un Estado, una sociedad, tiene un poder absolutamente absoluto, siempre habrá un cuerpo, una cuerpa que se subleve. Es un dialogo constante con la otra, lo otro y les otres. Es una lengua que actúa como trinchera, de arenga, de lo no dicho. Es una lengua, es un cuerpo que se hace narración y crónica.

La conferencista, a su vez, también apunta a algunos lemas del feminismo “mi cuerpo es mío”, palabras, oraciones, grito de guerra frente a las decisiones inculcadas por el Estado y la violencia machista; aunque sigue diciendo, no sirve de nada declamar propiedad sobre mi cuerpo, ya que, si nos quedamos embarazadas, y queremos abortar, está prohibido, es “ilegal” en gran parte de América Latina, “es el Estado quien decide que vidas deben vivir y que vidas deben morir”. Mi cuerpo es mío, pero no me puedo entregar al goce con la otra, el otro, les otres. Mi cuerpo es mío, pero está cargado de advertencia.

Mi cuerpo es mío pierde todo cuidado y respecto cuando es el Estado y las fuerzas de seguridad las “encargadas de brindar seguridad y protección”, mi cuerpo es mío, pero no importo cuando durante la madrugada del 28 de octubre de 1976 – cuando Dillon tenía diez años de edad – una patota irrumpió en su vivienda, y se llevo a su madre Marta Taboada de su casa juntx a Gladys Porcel de Puggioni y Juan Carlos Negro Arroyo, sus compañerxs de militancia. Mi cuerpo es mío, y hago eco del feminismo, que resuena y deslegitima y desautoriza esas voces autorizadas y legitimadas del Estado. Mi cuerpo es mío y, hoy hablan las voces guachas, las minorías, las lesbianas, los putos, las travas y les trans.