La declaración de Aldo Rogelio Saravia acaparó la atención de la jornada. El tribunal trató con rudeza al ex funcionario que justificó el ascenso de los policías cuando no había procesados. Un fugaz encuentro entre el juez Martin Pérez y el abogado defensor de Gustavo Lasi llamó la atención de la prensa. (Maximiliano Rodríguez)
La vigésimo primera jornada dio comienzo a la sexta semana de debates. La sala volvió a mostrar una ocupación que apenas supera la mitad de su capacidad. El extremo derecho destinado a los familiares de la victimas, detrás de ellos se ubican algunos allegados y como siempre los familiares contra la impunidad de Salta. El lado derecho de la sala está reservado para los familiares de los acusados. Un espacio prácticamente vacío porque sólo la mujer de Daniel Vilte se mantuvo presente en la sala durante toda la audiencia.
Atrás quedó la semana donde declaró Laure Fagés y Francisco López Sastre. Parece comenzar otra etapa en el juicio. Una en donde se cerró buena parte de las hipótesis alternativas a la oficial y en donde se juzgará tal como propuso la etapa de instrucción que tiene como eje la responsabilidad de las personas detenidas. El juicio lleva tres cuartos completos. Aún queda mucho a las partes, pero la ola ya pasó. Se comienza a pensar en la última parte de la prueba y en los alegatos. Luego será el veredicto final y la palabra de los jueces.
Data de muerte
La primera testigo en brindar su testimonio en este día fue Ana María Vega. La profesional es anatomopatologa del poder judicial. Ella hizo la autopsia de ambas víctimas apenas llegaron los cuerpos a la morgue, en la madrugada del sábado 30. Su relato comenzó con un detalle cronológico: “a 1.30 del día 30 de julio de 2011 me informaron que me mantenga alerta porque debería presentarme en la morgue. A las 4 me constituyo en la morgue y me doy por enterada que eran dos cuerpos los que tenía para autopsia. Los estudios terminaron a las 7 de la mañana”. Estimó que terminaron entre las 7.30 y hasta las 8 por el trabajo post estudio forense.
El testimonio cierra la autopsia en unas tres horas y media para los dos cuerpos. Explico la profesional con 20 años de experiencia que el trabajo de la autopsia fue examinar las causas de muerte en ambas víctimas y aportar la mayor cantidad de datos posibles. “Nosotros tenemos que hacer un examen externo de los cuerpos y en base a ello dar explicación de los motivos de muerte”, arrancó. Luego explicó que “estos cuerpos tenían mancha verde, que es el proceso en el cual comienza la putrefacción, que comienza en el abdomen y luego se extiende a todo el cuerpo. Esa mancha estaba localizada. Y además internamente los órganos se encontraban muy bien preservados”. La testigo comenzó a hablar de la data de muerte. Sabe la testigo que ese es el punto importante. “La entomología dará el estudio complementario y junto a la meteorología colaboran con la data precisa de muerte”, consideró con tranquilidad. Su respuesta dio por validó el entrecruzamiento con los otros estudios que arrojaron resultados diferentes llevando la data de muerte a casi catorce días.
La profesional ratificó que los indicios que observó en los cuerpos son de un tiempo no superior a los siete días de muerte. Se basa en la mancha verde, en la red venosa no desarrollada y en la conservación del cerebro que es el primer órgano en degradarse. La testigo reiteró que los trabajos entomológicos y forenses deben complementarse. Hizo este trabajo 14 años en la policía y 6 en el Poder Judicial. Realizó infinidad de autopsias, puesto que en el norte provincial -donde se desempeñara originalmente- era la única médica habilitada a tal fin. En base a su visión profesional, Vega ratifica una data de muerte máxima de entre cinco y siete días. A la profesional le cuesta mantener esa data, pero la explica en base a su estudio. Trabajó como pudo. En la autopsia estuvo la Brigada de Investigaciones y los dos médicos legales de la policía. Todos fueron testigos, sin participación alguna. Durante las autopsias “había bastante cantidad de gente”, dijo la profesional.
Diferencias con el CIF
Otro punto importante de la declaración testimonial de Ana María Vega fue la corta distancia de las heridas según su opinión. En el cráneo de Cassandre Bouvier la herida que produjo el proyectil mortal causó además una quemadura, “propia de un disparo a corta distancia”. La herida fue en la zona frontal media. Un fusilamiento brutal. La profesional estima entre setenta centímetros y un metro, según lo que indica la bibliografía médica, en base a las lesiones producidas. Esta apreciación contradice a las dos peritos balísticas del CIF quienes estimaron unos tres metros y medios. La chica presentaba varios golpes en su rostro, tanto en su parte izquierda, como en la derecha. Mientras la especialista relata las lesiones encontradas en la joven asesinada, sus familiares escuchan en silencio y sin emitir sonido alguno. Su temple es admirable. Es indudable que se prepararon para este momento.
Lo llamativo, también, fue lo que dijo después la especialista sobre Cassandre: “tenía lesiones en su cuerpo que determinan la existencia de arrastre del cuerpo”. Un arrastre menor de entre uno o dos metros. Esto también contradice las apreciaciones de los investigadores policiales de la Brigada de Investigaciones quienes afirmaron en base a “su experiencia y observación” por la posición de los cuerpos y principalmente por su ropa que los cuerpos nunca fueron trasladados. Clínicamente en tres horas la autopsia determinó lo contrario. El arrastre sería más pronunciado aún en el caso de Houria. El cuerpo de Cassandre además tenía picaduras de hormigas y poseía lesiones que indudablemente confirmaban una brutal violación. Para la especialista todas las lesiones se produjeron en vida. El estudio pos mortem determina que la chica se resistió tenazmente al abuso sexual. El disparo ingreso a su cráneo de adelante hacia atrás y de arriba hacia abajo. La bala se detuvo en la parte medio del cerebelo. Sin dudas un alevoso fusilamiento de una mujer indefensa.
El caso de Houria Moumni es similar. La chica también tenía golpes de puño en su rostro. Tanto en sus ojos como en el mentón. La chica fue violentamente golpeada antes de morir y quizás antes der violada. Su cuerpo también presentaba -según la testigo- lesiones notoriamente de arrastre en toda la parte baja izquierda de su cuerpo. Las principales lesiones de arrastre sobre superficies duras se presentan en la rodilla y su parte inferior. La profesional no puede determinar si el cuerpo fue arrastrado por los agresores o si la chica se arrastró mientras agonizaba. Su estudio determinó que la herida mortal de Houria presentada en la parte izquierda de su espalda posee una quemadura. El estudio determinó también que a la víctima le dispararon a muy corta distancia desde la espalda. El balazo comprometió el pulmón izquierdo. Esto produjo una hemorragia que acumuló sangre en su cavidad torácica. Para la profesional, la víctima fue entrando en estado de shock hasta la muerte. Para ella Houria agonizó entre treinta y cuarenta y cinco minutos antes de morir. También tenía lesiones propias de una violación. Esta autopsia determinó -al igual que en el caso de Cassandre- una data de muerte entre 72 y 108 horas previas al estudio forense. Otra vez impone siete días. En ambas víctimas las lesiones sexuales fueron realizadas antes de la muerte. También en ambos casos, las victimas se resistieron.
Quebrachaleño
Exactamente a las 11.27 ingresó a la sala de grandes juicios Aldo Rogelio Saravia. Portaba saco verdoso a cuadros con parches marrones en los codos, pantalón marrón claro, corbata al tono y camisa blanca. Ingresó a la sala con una agenda en su mano izquierda y con el mismo perfil cuasi policial que lo caracterizó siempre.
El ex Secretario de Seguridad de Juan Urtubey fue solicitado como testigo por Marcelo Arancibia, abogado defensor de Daniel Vilte Laxi. “No tuve ninguna participación en la investigación intrínseca, ni en las decisiones del juez”. Esa fue su primera afirmación. Entrada bien estudiada sobre lo que iba a decir a los jueces. El ex funcionario provincial afirmó que inicialmente se creía que podría ser el cuerpo de María Cash, porque “todo hallazgo de un cadáver o de restos cadavéricos generaba la misma presunción” hasta que luego se enteraron del segundo cuerpo.
Declaró que su participación fue desde el comienzo e indicó que al llegar al lugar se encontró con toda la cúpula policial. Según relató llegó a la escena del crimen antes que el juez Martín Pérez. Incluso detalló que debió ser ayudado por la policía para ascender hasta el mirador de San Lorenzo. Ya en el lugar de los hechos se mantuvo a distancia de los cuerpos y de los trabajos del juez y aseguró que esa fue toda su participación en el hallazgo de los cuerpos. Todo lo sucedido -dijo el testigo- es una conducta reglada por la ley, más precisamente por el código de procedimiento penal. Su presencia en el lugar fue netamente protocolar, aseveró. Charló con el jefe de policía, el subjefe de policía y con el director de investigaciones.
Una vez retirados los cuerpos “no tuve ninguna participación más, ni ninguna información más”, aseveró. Usaba el mismo tono exageradamente inocente que utilizan los niños cuando afirman “yo no fui”. Sin embargo, tres minutos más tarde, Saravia afirmó que el lunes posterior al hallazgo se reunió con los jefes policiales para que se pusiera todo el empeño policial en el esclarecimiento de los crímenes. Para Aldo Saravia, textualmente, no había urgencia por el caso. Parecía no recordar que fue el mismo Gobernador quien anunció el horrendo crimen en una atípica conferencia de prensa brindada en la siesta del sábado 30 de julio de 2011.
Para Saravia el nexo entre la policía y la justicia es el funcionario político. Por eso él estaba allí. Debió reconocer, sin embargo, que el Ministro de Gobierno, Seguridad y Derechos Humanos, Pablo Kosiner tenía la costumbre de brindar información a la prensa a las 7 de la mañana. “Ese fue el otro motivo que me llevó a estar allí como testigo, como observador”, reconoció. Por otra parte, justificó vehementemente el ascenso de los policiales involucrados en la investigación cuando aún no estaban siquiera procesados los detenidos. “Un acto perfectamente legal” sentenció, con voz casi marcial. Por momentos, elex funcionario de seguridad alzaba la voz para luego reducir el volumen y pausar un poco las palabras. Un evidente recurso discursivo: resaltar como importante lo que quizás sean los tramos menos trascendentales de su relato.
En un momento el testigo pidió agua al policía que asiste al tribunal dentro de la sala, cosa que el sargento Nieva con tranquilidad cumplió. Saravia tragaba seco. “El reconocimiento en la mirada del que no sabe, del que no conoce, aparece como una anticipación del juzgamiento y jamás significó el reconocimiento emitir un juicio de valor a las actuaciones, o significó poner fin a la investigación”. Una frase contundente. Saravia se recuperaba. Explicó que era importante reconocer a la policía “luego que tiempo antes se amotinara en la huelga policial”. Afirmó que se veía a los efectivos en la calle usar el celular y patear piedritas sin mostrar compromiso con su tarea. Dijo que como funcionario consideraba importante “reconocer el trabajo realizado”. Olvidó hablar de los seis procesados por torturas. Según su discurso, se premió a la Brigada de Investigaciones en parte para evitar otros levantamientos policiales. Y volvió a intervenir Pucheta. Muy molesto y con voz sumamente firme, el vocal Héctor Pucheta terminó interrumpiéndolo y pidió al presidente del tribunal, Ángel Longarte, que le marque a Saravia el fin de su discurso. En esos momentos, alguien tenía que llamarlo al orden, porque el testigo no sólo “gritoneaba” ante los presentes, sino que además se explayaba en opiniones intrascendentes con el evidente fin de perder tiempo.
Luego de este incidente y de la mirada fija de Héctor Pucheta, la actitud cambió. La voz de Saravia era sólo un susurro. Intervino entonces la acusación. El fiscal Félix Elías le preguntó dócilmente por Néstor Piccolo. Por suerte la madre del fallecido comisario no estaba en la sala porque el tono de la respuesta la hubiera hecho explotar. La respuesta fue que Aldo Saravia hizo un panegírico de Néstor Piccolo. Llegó a relatar que al momento de enterarse de su muerte se bajó del auto en el que circulaba con otras personas al costado del camino y que pateaban piedras, lamentándose por la noticia recibida. Pero Aldo Saravia siguió. “Deslumbraba seriedad el hombre”, dijo al evocar a Néstor Piccolo. Los presentes se miraban entre sí. Parecía una falta de respeto. La madre del policía tres días antes lo responsabilizaba públicamente por la muerte de su hijo. Ni siquiera cree la mujer que se haya suicidado. Cuando le preguntaron si el suicidio de Néstor Piccolo tuvo que ver la investigación de los crímenes de Houria y Cassandre, la respuesta fue “no tuve conocimiento”. Para Saravia la relación entre el suicidio de Néstor Piccolo y la investigación del crimen fue “sólo alguna opinión periodística”. El ex Secretario de Seguridad se olvidaba de mencionar que el hijo de Piccolo habría querido golpearlo en el entierro del comisario. “Jamás escuché que tuviera alguna vinculación con este hecho”, sentenció el anteño.
Se había terminado el “tema libre” para entonces. El interrogatorio del tribunal lo comenzó Héctor Pucheta, y el vocal no lo dejó escapar tan fácilmente. Mucha autoridad mostró el juez al consultar al ex funcionario que por momentos fue reprendido sólo con el tono de la voz que impuso el verdadero juez. Todos en la sala sabían que Pucheta tenía el poder en ese momento. Y el vocal lo hizo valer. A lo largo de todo el juicio el tribunal siempre comandó el debate y lo hizo democrática y abiertamente. Los tres jueces, cada uno en su momento, mostraron la experiencia. Esta vez Pucheta hizo cantar a Saravia. El ex segundo hombre de Pablo Kosiner debió admitir que como Secretario de Seguridad seguía el avance de las investigaciones. Tras su respuesta Pucheta lo volvió a interrumpir y le volvió a marcar quien era el juez y quien el testigo interrogado. El vocal -notoriamente molesto- le terminó preguntando a Aldo Saravia cuales eran los motivos de la urgencia que había sobre el caso puntual. Como era previsible, Saravia se quiso imponer. Dijo que la urgencia era personal y que no podría explicar si la urgencia era de todos los “participes”, en el caso. Repentinamente Aldo Saravia pareció desconocer las llamadas de Nicolás Sarkozy a Cristina Kirchner y de Cristina a Salta. Se llegó a hablar de llamadas diarias. Es noticia vieja. Ante un testigo por momentos pedante el tribunal volvió a mostrar mucha autoridad y un ponderable nivel para estar a la altura de las circunstancias. Un tribunal muy experimentado en materia penal. Es indudable que Aldo Saravia chocó contra la pared si creía que su testimonio sería solo un trámite aprendido de memoria.
Pasadas las 12.30 Aldo Rogelio Saravia se retiró de la sala un tanto atribulado. En lo que va del juicio es el segundo testigo que sale medio tambaleante. El tribunal determinó diez minutos de cuarto intermedio. Los tres jueces se conocen tanto que ya estaban parados.
La conversación
Durante el cuarto intermedio, que se extendió por más de diez minutos, un dato llamó la atención de la prensa más atenta. El encuentro y charla que mantuvieron el defensor de Gustavo Lasi, el abogado Matias Adet, con el ex juez de instrucción de la causa, Martín Pérez. El hoy camarista y el defensor del principal imputado dialogaron por largos minutos en las afueras de la ciudad judicial. La situación de Martín Pérez con los otros defensores es completamente distinta a esto que ahora se ve en público con Adet. La defensa de Santos Vera descalifica su instrucción, mientras que la defensa de Daniel Vilte antes de comenzar el juicio oral ya adelantaba por medios radiales que analizaría la posibilidad de un pedir un jury de enjuiciamiento contra el ascendido magistrado.
El hecho es que Pérez y Adet mantuvieron una charla. Fue frente al edificio y en la puerta de la entidad bancaria lindera con otros locales comerciales. Dialogaron los dos solos por algunos minutos. Parecía una charla entre colegas y de cuyo solo ellos conocen. El actual camarista vestía un saco azul oscuro que combinaba poco con su camisa de color gris, y menos con su corbata roja. La posición del juez era similar a las imágenes conocidas del magistrado. Con ambos brazos en posición de jarro. Por lo menos dos fotógrafos retrataron la escena que ocurría afuera del edificio judicial salteño. Los fotógrafos estaban detrás de una camioneta. Las imágenes fueron contundentes y nítidas. Uno de los retratados se habría mostrado muy interesado en adquirir las tomas. Quizás quería un recuerdo de aquel momento. Demasiado, para tan poco. Luego de esa charla, el ánimo del abogado defensor del principal imputado no pareció ser el mismo. Matías Adet se quedó pensativo. El abogado se muestra como una persona amable y respetuosa. Defiende a Gustavo Lasi desde el primer día y lo hace junto con Horacio Morales.
El ateo
El jardinero Sergio Quipildor fue testigo del segundo milagro del oficial Walter Mamani. Él estuvo en el secuestro del revólver calibre 22 que estaba enterrado en el jardín de la casa de Raúl Sarmiento. El testigo fue propuesto por el fiscal Félix Elías y no pudo testificar haber visto el momento del secuestro del arma, presumiblemente plantada. Con muchas dudas el humilde testigo trató durante toda su declaración de aclarar que no fue testigo ocular del milagroso secuestro policial. “Yo estaba en la parte de adentro de la casa, cuando salí recién vi el arma”, dijo el testigo y reiteró: “yo estaba en la parte de adentro de la casa”. Sorpresivamente la querella no formuló preguntas. El hecho parece importante. Podría demostrar fehacientemente que tanto los dos plomos coincidentes con ese revólver y secuestrados el 1 de agosto de 2011 en el mirador de San Lorenzo por el mismo Mamaní, podrían haber sido pruebas plantadas por la Brigada de Investigaciones. Al parecer este hecho no es relevante para los abogados de la familia de las víctimas aunque el arma es importante porque sobre ella se basó buena parte de la imputación en contra de Daniel Vilte y por sobre todo el procesamiento dictado por Martín Pérez. El humilde trabajador, más que testigo de un allanamiento exitoso, parece haber sido testigo de una maniobra sospechosa. Esa misma policía sospechosa que Aldo Saravia condecoró por honesta y eficiente.
La creyente
Irma Alicia Dastres es abogada y vive en el barrio el Huaico. En agosto de 2011 prestaba servicios en mesa de entradas del Juzgado Formal de 6 ta. Nominación. Era en 2011 pasante del poder judicial y aún no se recibía como abogada. Por interés profesional la pasante se ofreció como testigo para presenciar el allanamiento. La mujer conocía a los policías y se había ofrecido como testigo porque quería tener conocimiento concreto de cómo se realizada un allanamiento. Por lo menos esto explicó ante el tribunal.
La actual abogada sería la única testigo ocular del segundo milagro del oficial Walter Mamaní. El primero había sido el hallazgo de los plomos en el mirador. “Yo estaba en el jardín, había plantas y pasto verde en algunos sectores. Buscaban cosas que se habían robado y supuestamente buscaban esos objetos”, dijo Dastres ante el tribunal. La testigo reconoció no haber visto concretamente el momento del hallazgo del revólver enterrado, porque estaba viendo hacia otro lado. Según dijo estaba en un extremo del jardín y fue convocada al lugar del milagroso hallazgo en el otro extremo del terreno. La testigo calculó como diez metros de distancia entre el revólver enterrado y ella. Dastres reconoció que por la distancia los policías que hicieron el presunto hallazgo gritaron “testigo, testigo” para llamarla hasta el lugar. La mujer dijo haber visto el revólver en el pozo entre la tierra ya removida. Su testimonio por tramos no se mostró del todo sólido. Una seguridad poco creíble en casi toda su declaración. A la testigo, la Brigada de Investigaciones la buscó desde la Ciudad Judicial donde estaba trabajando en mesa de entradas.
Ante los jueces Irma Alicia calificó el allanamiento y el procedimiento policial como “ejemplar”. La pasante también merecería un ascenso.
El amigo
El abogado Ignacio Frías García Pinto es amigo personal del ingeniero Fernando Vidal, quien es dueño del barrio privado Buena Vista. García Pinto estuvo a cargo de la casa de su amigo entre los días 4 de junio y 24 de julio. Durante ese lapso el dueño de casa y su familia estuvieron en Europa. Reconoció que el 14 de julio a las 20 lo llamó la empleada de Vidal para decirme que habían lastimado al perro de la casa. El viernes 15 como a las 9 de la mañana asistió a la casa de Fernando Vidal, porque habían baleado al perro de su amigo. Llevó al perro a una veterinaria hasta la ciudad de Salta para que sea operado.
El hombre conoce bastante a Santos Vera pero el fiscal le preguntó por su amigo y si conoce de fiestas privadas en el country. “Fernando Vidal es una persona brillante, generosa, muy católica. Jamás es de hacer fiestas de estas características. No es su forma de vida hacer este tipo de vida. Tengo amigos que viven en el country. Se hacen fiestas como en cualquier lado, pero fiestas VIP como se dicen no, de ningún tipo”, aseguró. El fiscal le preguntó como a sabiendas de las respuestas, como para que conste en actas que preguntó por Buena Vista y por la posibilidad que existan otros autores del crimen. “Existía ese rumor, pero a nadie le constaba. Averigüé con amigos y gente que conozco y no logré detectar con certeza nada. Sólo el rumor”, afirmó.
El profesional también habló muy bien de Santos Clemente Vera. En los 10 años que el ingeniero Vidal lo tuvo de empleado “jamás le faltó, jamás vino borracho, ni nada de eso”. El hombre es oriundo de San Lorenzo y conoce el lugar. “Puedo hablar solo de Ramos, Sandoval y Vera, que son a quienes conozco. Me cuesta mucho creer que pudieran estar en esto”, aseguró. Sin embargo, García Pinto brindó un indicio incriminante en contra de Santos Vera sin saberlo. En parte de su relato el testigo dijo como al pasar “a Vera siempre lo conocimos como Tolaba”. El dato es importante porque el oficial de policía que recibió la confesión espontanea de Gustavo Lasi al momento de ser detenido el 6 de agosto de 2011, afirmó que el principal imputado uso un terminó similar para referirse al otro detenido. Textualmente Lasi habría dicho “yo estuve, y también Vilte y Tolabita”. Aunque no lo notara la parte acusadora, la afirmación cobró importancia.
El juez Ángel Longarte percibió el detalle y le preguntó en tal sentido. El testigo respondió. El juez se guardó la respuesta.
Desde el Hostal
El último testigo de la jornada fue Marcelo Eduardo Guaymás, quien trabajaba en el Hostal del Cerro en 2011. Era el recepcionista durante la noche. El testigo no vio a las víctimas en alojamiento y perdió su trabajo el mismo 30 de julio de 2011 cuando el alojamiento dejó de funcionar. Por lo menos no recuerda a Cassandre y Houria, porque en esos días había muchos turistas alojados. Lo más importante que aportó fue reconocer que muchas personas de nacionalidad francesa se alojaban en ese hostal.
Igualmente los jueces lo interrogaron. “Me fui de descanso y a la noche siguiente ya estaba cerrado el hostal, no tuve más contacto ni con la dueña, ni con mis compañeros”, afirmó. El hombre perdió su trabajo el mismo día que fueron los policías a consultar por las chicas. Otro daño colateral. Cuando terminó su participación en el juicio Guaymás salió recordando esos días. Terminó la jornada y comenzó una semana distinta para las familias. A partir de los próximos días algunos miembros de las distintas familias podrían dejar Salta.