Inundaciones, sequías, incendios y heladas: un clima impredecible jaquea al campo. Con casi un 30% del territorio nacional en emergencia permanente.
La aparición de fenómenos climáticos de gran intensidad no dejaron ni dejan de azotar a los campos. Con casi un 30% del territorio nacional en emergencia permanente, la degradación es cada vez más acuciante. «Diez años atrás estábamos bajo un sistema climático con menos eventos extremos. El clima se convirtió en un enigma, se tornó más impredecible y errático», dijo Ernesto Viglizzo, investigador de técnicas agrícolas del INTA.
El 2017 fue un año complicado, marcado por las declaraciones de emergencias agropecuarias en todo el país. Primero fueron los incendios en La Pampa y Mendoza, allá por los meses de enero y febrero, que se repiten este año. En La Pampa se quemaron 1,3 millones de hectáreas, con pérdidas que rondaron los 1300 millones de pesos y más de mil kilómetros de alambre quemados.
La naturaleza volvía a arremeter y a hacer estragos. Llegarían después las inundaciones que afectaron a vastas zonas del centro oeste bonaerense, La Pampa y el sur de Córdoba.
La Dirección de Estimaciones Agrícolas y Delegaciones, dependiente del Ministerio de Agroindustria, emitió un informe donde exponía las aéreas inundadas y anegadas de la zona centro del país. Buenos Aires contó con casi 1.300.000 hectáreas inundadas y con el área anegada de 3.000.000 hectáreas, en tanto la provincia de Córdoba llegó a casi 130.000 hectáreas inundadas y anegadas a más de 40.000. La Pampa tuvo 160.000 inundadas y más de 100.000 anegadas. Las provincias de Entre Ríos y Santa Fe también tuvieron numerosas zonas complicadas. Mientras la provincia mesopotámica tenía más de 70.000 hectáreas bajo el agua y más de 700.000 encharcadas, Santa Fe contaba con casi 80.000 inundadas y 30.000 de tierras anegadas.
Según el informe del Ministerio de Agroindustria, la sumatoria de la superficie inundada más la anegada se ubicaba cercana al 20% en la zona de coberturas agrícolas y en un 80% en la zona de coberturas ganaderas.
Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) informó que entre Buenos Aires y La Pampa fueron casi 6 millones de hectáreas afectadas. Hubo 21 departamentos en la provincia de Buenos Aires con una incidencia del 40% hasta el 62% de su superficie afectada, como es el caso del partido de Maipú, informaron de sde la CRA.
Pero las inundaciones no solo se localizaron en el centro del país. El mismo escenario complicado se mostró en el nordeste argentino, tanto en Chaco, Formosa como Corrientes, las lluvias rompieron récords. El año pasado, productores del norte correntino tuvieron una pérdida superior a 60.000 vacunos. Según contó Manuel García Olano, secretario de Agricultura de Corrientes, las pérdidas fueron muy importantes para todo el sector ganadero pero sobre todo para los pequeños productores. «La ganadería perdió un total de mil millones 795 mil pesos y la agricultura 141 millones pesos, es una pérdida total de casi 2 mil millones de pesos de la actividad agropecuaria», sostuvo el funcionario correntino.
En Formosa hubo 5 millones de hectáreas afectadas con casi un millón de cabezas de ganado, 15.000 hectáreas pérdidas con producciones de algodón, maíz, mandioca, batata, arroz; e incluso el área forestal se vio paralizada en ese período. En el Chaco fueron casi 500 mil cabezas de ganado bovino que sufrieron por excesos hídricos, como también la producción frutihortícola.
Esteban Copati, jefe del Departamento de Estimaciones Agrícolas de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, explicó que fueron 6 millones de hectáreas afectadas por excesos hídricos hacia fines de septiembre del 2017. «De esas 6 millones de hectáreas afectadas, una superficie aproximada de 1 millón de hectáreas era agrícola estaban sufriendo excesos hídricos ya sea en lotes implantados con cultivos de invierno (trigo o cebada) o cuadros que no estaban sembrados pero que tampoco iban a poder ingresar a la rotación con cultivos de verano», explicó.
Pablo Ginastet, delegado de Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap) en la Comisión Nacional de Emergencias y Desastres Agropecuarios, dijo que las hectáreas sin sembrarse fueron cercanas a las 800.000.
Si bien pareciera que el sector más perjudicado y expuesto es el agrícola, la ganadería sufrió y sufre cada vez más las inclemencias de tiempo, donde la productividad cae una vez que sucede un imprevisto. Caminos, puentes y alambrados arrasados por las corrientes de agua, falta de pasturas, bajo porcentajes de preñeces, mayor número de abortos, pérdidas de terneros por nacimientos por condiciones extremas, ventas forzadas, son algunas de las secuelas que deja esta inclemencia al sector agropecuario.
En la lechería, las inundaciones producen pérdidas muy difíciles de contabilizar, el tránsito pesado de animales y maquinarias en un terreno cada vez más pantanoso y el aumento de las patologías a nivel de ubre y la presencia de infecciones podales, hacen que la rentabilidad del negocio sea cada vez menor. En los feedlot, la presencia de barro alarga los períodos de engorde y genera una pérdida directa en los márgenes de ganancias.
«La verdadera dimensión del impacto se irá sintiendo en forma escalonada, pero si tomamos solo tres de los factores: mortandades de terneros, abortos y la estimable baja de la tasa de preñez en la campaña que comienza, estamos con una pérdida de base de 300.000 terneros, que representa en kg de carne más del doble de lo exportado por cuota Hilton en el periodo 2016/2017. En términos monetarios es un impacto directo y a corto plazo de 2300 millones de pesos, es decir unos US$127 millones, y habrá que ir cargando la cuenta a medida que se vayan consolidado los demás índices,» afirmaron fuentes de CRA.
Un informe de Carbap, emitido a fin del año pasado, detallaba: «Con relación a la afectación sobre los rodeos vacunos, son 12,7 millones de cabezas en el área afectada. Estimamos que la pérdida de terneros sería de un 5%, lo que equivale a unos 200.000 terneros,» especificó el documento.
El tiempo para las heladas corre desde mediados de mayo a fines de agosto de cada año. Para las economías regionales, si se producen más allá de esas fechas son muy perjudiciales para los cultivos. Si bien las cifras de incendios no fueron las de 2018, el daño a Mendoza llegó más tarde con las heladas tardías, donde la vitivinicultura y la frutihorticultura fueron las producciones más afectadas. En tanto, en San Juan las heladas y granizos provocaron una merma importante en sus cosechas. En Río Negro no solo las heladas perjudican los cultivos sino también las granizadas, entre enero y abril unas 2000 hectáreas fueron afectadas por granizo. Entre septiembre y diciembre unas 500 hectáreas rionegrinas, que corresponde a fruta de la cosecha 2018, sufrieron heladas tardías.
En la primavera de 2017, otro vuelco climático, esta vez en noviembre, puso a todo el sector productivo vulnerable otra vez. La sequía venía para quedarse. En los dos últimos meses del año pasado en varias zonas del país, que hasta hacia días luchaban con sus campos llenos de agua, ahora afrontaban otro fenómeno: la sequía. Por esto, ya se recortó 100.000 hectáreas la previsión de siembra de soja de la campaña 2017/2018. Contra una previsión inicial de 18,1 millones de hectáreas, el área fue ajustada a 18 millones de hectáreas, un 6,2% menos versus el ciclo agrícola anterior.
«La realidad es que a partir de noviembre comenzaron a espaciarse las lluvias y lentamente fuimos rotando de un exceso hídrico a una sequía importante que afecta casi toda la región inundada y se extiende incluso hacia amplios sectores de Santa Fe y Entre Ríos,» explican de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
Para Ginestet, en noviembre dejó de llover: «Pasamos de la inundación a la sequía muy rápido. Bajó el agua en forma precipitada», dijo.
Si bien hubo zonas de la provincia de Buenos Aires, como Pergamino, Arrecifes, Baradero, Ramallo, Chacabuco, San Pedro, San Antonio de Areco, Capitán Sarmiento, y San Nicolás, que no tuvieron inundaciones durante el año por el buen drenaje y escurrimiento que tienen los campos, en los últimos meses sufrieron y sufren la falta de precipitaciones. Hoy casi la totalidad de la provincia de Buenos Aires está afectada hoy por la sequía. Los productores agrícolas ven una sequía inusitada.
«Hay lugares donde hoy los rindes son inciertos, no está asegurada la cosecha de soja», sostuvo Gustavo Ferraris, investigador de INTA Pergamino y especialista en nutrición de cultivos.
El sector lechero no es ajeno a esto y padece las consecuencias de la falta de lluvias. El deterioro de los suelos por la falta de agua modifican la composición de las plantas y su contenido de lignina, por lo que pierden calidad y digestibilidad las pasturas. Con esto, la producción de leche se ve afectada con vacas en lactancia sin una buena alimentación. «Se puede substituir con silo como suplemento, pero la pastura verde no se puede remplazar,» dijeron los especialistas.
Cuando el agua se retira, con altas temperaturas y sequía prolongada, los suelos transitan un proceso de salinización. Para Roberto Casas, director del Centro para la Promoción de la Conservación del Suelo y del Agua, es un fenómeno que va creciendo, sumado a las hectáreas en Buenos Aires, hay otras regiones afectadas. Las altas temperaturas del año influyen más, porque el agua se evapora en forma rápida, sin drenar, y no da lugar a la incorporación al suelo, quedando superficies salinas, carentes de nutrientes y con poco volumen para recuperarse. «La salinización se presenta hoy, no solo en campos ganaderos, sino también en agrícolas con alta productividad.», explicó Casas.
Según el ingeniero agrónomo y especialista en agroclimatología Eduardo Sierra se está en presencia de un período de transición entre la Fase Húmeda 2012/13 – 2016/17, que abarcó sólo cinco temporadas y se caracterizó por un predominio de condiciones húmedas, con una pérdida de más de 1,5 millones de hectáreas implantadas en campos bajos.
«La campaña se inició con las inundaciones que afectaron a la provincia de Buenos Aires en la primavera de 2012, y culminaron con los intensos eventos de anegamientos, inundaciones y crecidas de los grandes ríos disparados por el «El Súper El Niño 2015/16», cuyos efectos se prolongaron durante la campaña «El Niño 2016/17- destacó Sierra – No sería extraño que el proceso actualmente en marcha marque una transición en el estado del sistema climático sudamericano, poniendo fin a la fase húmeda que se extendió desde la campaña agrícola 2012/2013 hasta la campaña agrícola 2016/2017, dando inicio a una fase seca, que podría prolongarse a lo largo de varias campañas».
Según el informe del Banco Mundial «Análisis Ambiental del País» (AAP), el costo de la degradación del medio ambiente en la Argentina, corresponde a un valor económico de aproximadamente el 8% del PBI. «Parte de este costo viene de la contaminación del aire que equivale aproximadamente al 1,8% del PBI, mientras que la degradación de las tierras es aproximadamente al 3,6% del PBI», indicó el comunicado.
Para Viglizzo, las evidencias científicas disponibles indican que estos desastres tienen su antecedente en el fenómeno del cambio climático. «El calentamiento global, causante del cambio climático que afecta al planeta, ha devenido en un fenómeno exponencial que está superando las previsiones de los modelos Los excesos hídricos de la primera mitad del año 2017 no fueron predichos por los meteorólogos, y nos sorprendieron inundaciones extensivas. En algunos sitios, cuando las aguas bajaron, dejaron un residuo salino que complica a los cultivos futuros. Las sequías extensivas en la segunda mitad del año 2017, con su secuela de incendios en regiones de pastizales naturales, nos han vuelto a sorprender y, en muchos casos, sin capacidad de reacción. Paradójicamente, los incendios por sequía están conectados con el exceso de lluvias de la primera mitad de ese año, ya que las precipitaciones permitieron acumular una gran cantidad de biomasa vegetal que luego se secó y se convirtió en material altamente combustible. Es un fenómeno complejo que estamos tratando de entender», reconoció el especialista.
Fuente: La Nación