Ni tan viudo doliente, ni tan perejil. Nicolas Cajal Gauffin y Sergio Horacio Vargas se sentarán desde el lunes en el banquillo de los acusados en el juicio en el que se intentará conocer cual fue el papel que protagonizaron en el violento femicidio. Una sociedad sensibilizada, seguirá atenta la declaración de más de 100 testigos, y el desempeño de los jueces, sobre los que recaen ciertas dudas.

Fueron 41 las puñaladas asestadas en un ataque salvaje y certero, las que aseguraron que Jimena Salas no tuviera la más mínima oportunidad de esquivarle a la muerte. Las maniobras posteriores con la finalidad de encubrir el homicidio y desviar la atención de la opinión pública, trajeron más certezas que dudas: no solo hubo un asesinato, sino que también hubo un mensaje. ¿A quién estaba destinado?

Las omisiones en la investigación a cargo del entonces Procurador y ahora Juez de Corte Pablo López Viñals fueron tan deliberadas como anteriormente había ocurrido con los casos Peñalba – Nuesh, Marcela Guantay, o Cintia Fernández. Todos bajo un denominador común: las innumerables inconsistencias en la investigación, que han significado un grave retroceso en cuanto a la expectativa de la sociedad sobre la justicia. Una Salta donde ha reinado la impunidad ante homicidios similares. La impotencia, la incertidumbre, el temor…

Asesinada Jimena, no se ordenó el allanamiento de la vivienda de Vaqueros, a donde al poco tiempo regresó “el viudo” junto a su ¿nueva? pareja. Incluso se le permitió a Cajal Gauffin retirarse del lugar del homicidio sin realizar una requisa del automóvil, tampoco se lo tuvo nunca en cuenta como sospechoso. Tampoco despertó sospecha a la gente de López Viñals que la alarma que pudo salvarle la vida, o al menos alertar lo que estaba ocurriendo, había sido desactivada misteriosamente, el día anterior.

Jimena era una persona extremadamente cuidadosa y ponía especial empeño en mantener la seguridad de su hogar. Habría y cerraba metódicamente las puertas de acceso de manera secuencial, incluso con visitas, a nadie le llamó tampoco la atención por qué la puerta estaba abierta y los perros encerrados. Nada de eso tuvo en cuenta el fiscal Pablo Paz, que tampoco advirtió excusarse de la causa por haber compartido horas de rugby junto a Nicolás Cajal Gauffin.

El juicio 

Toda escena del crimen nos cuenta una historia y hay que saber leerla e interpretarla. Nos cuenta el desarrollo del acto criminal. Es el lugar donde agresor/es y víctima han interactuado, el lugar donde queda reflejada la personalidad del asesino. Si nada de eso ha sido tenido en cuenta, es muy difícil desandar el camino con el paso del tiempo.

Sin embargo, desde el lunes, se desarrollará la audiencia de debate por el crimen de Jimena Salas. Pese a las omisiones referidas y tantas más, los fiscales penales Ana Inés Salinas Odorisio, Gustavo Torres Rubelt y Ramiro Ramos Ossorio, junto a los Investigadores del CIF, han procurado encontrar la firma de el/los asesinos. La firma, son aquellas conductas y actos accesorios, que nos hablan de la motivación final para cometer un crimen, y que se pretende cubrir. Y es por eso que Sergio Horacio Vargas deberá comparecer acusado de ser partícipe secundario de homicidio, por precio o promesa remuneratoria. En tanto que Nicolás Federico Cajal Gauffín “el viudo”, será juzgado por encubrimiento agravado. La presencia de más de 100 testigos que fueron citados a declarar, habla de la extensa y minuciosa investigación de los fiscales.

Jueces no tan probos 

Próximos quizás, a conocer la verdad sobre uno de los más impactantes homicidios perpetrados en Salta,  será el deber de los fiscales aportar las suficientes pruebas, de manera que se evidencie totalmente la responsabilidad penal de ambos imputados. El deber del  Tribunal colegiado conformado por los jueces Francisco Mascarello, Federico Diez y Javier Armiñana Dohorman, será juzgar según su íntima convicción. Y será entonces donde se aplique la probidad, en la que muchos fallan por presiones superiores, amistades, por venalidad… y es cuando asaltan las dudas porque recordamos que la función Judicial está viciada, que hay sentencias o eximiciones redactadas de antemano.

Nadie puede desconocer el lazo familiar que une al acusado Nicolás Cajal Gauffin con la jueza de Corte María Alejandra Gauffin. Más extraño y paradójico es que en un juicio en el que se intenta esclarecer un femicidio, uno de los integrantes del Tribunal, sea el juez Federico Diez, quien hasta hace poco enfrentaba una denuncia por violencia de género por su expareja. El magistrado hace un tiempo reasumió en su cargo amparado por su defensor ahora juez de la Corte de Justicia de Salta, Horacio Aguilar. Y qué decir sobre las expresiones del juez Armiñana manifestadas abiertamente en los pasillos judiciales y con testigo de por medio, respecto a que Cajal Gauffin no tenía nada por qué estar acusado y que el juicio era “una pérdida de tiempo”.

Más que perejiles, malas hierbas

Nicolás Cajal Gauffin, regresó a tan solo tres días, a habitar la casa que fue el hogar familiar y donde su mujer fue asesinada. Es quien a decir de la madre de Jimena, la convenció de cremar el cadáver obteniendo en tan solo 16 horas, el correspondiente permiso por parte del diligente fiscal Paz. El mismo que no tuvo reparos a la hora de sentar a su lado al viudo y su abogado, para anunciar a la prensa que se daba por sentado que el móvil del asesinato, había sido un simple robo con un perro de señuelo. Y en este juego de omisiones, el “viudo” olvidó contar a los investigadores la presencia y origen de bienes espurios que estaban en su poder y que fueran sustraídos por los autores del homicidio, según detectaron canes especializados en la búsqueda de dinero y drogas.  Ya contamos en otras ediciones de Cuarto Poder, que Cajal Gauffin “siempre hizo hincapié en que su concubina (víctima) habría sido atacada por un ladrón”. Otro dato es que un compañero de trabajo del imputado declaró que cuando llegó a Vaqueros, Cajal le dijo “la mataron a mi mujer… por culpa de ese perro de mierda”. Es decir, Cajal anticipó a momentos de haber sido asesinada Jimena, lo que dos años después, los fiscales de López Viñals dieron por sentado. Mala hierba?

Párrafo aparte merecen los virajes emocionales del abogado del viudo,  el Dr. Pedro Arancibia, quien al notar que la imagen de su defendido se deshacía a pedazos ante la opinión pública a medida que se conocían nuevos detalles de la causa, optó por adquirir (prensa contratada mediante) un discurso agresivo hacia los fiscales que acorralaban a Cajal Gauffin. Pero como esto tampoco le funcionó y corría serio riesgo también su imagen, optó por pegarse a la figura del otro imputado Sergio Horacio Vargas en una especie de confraternidad, intentando imponer la idea de que el acusado es un perejil. Para eso contó con la asistencia del empresario mediático y diputado nacional Martín Grande Durand, quien no tuvo reparos en decir que se estaba acusando a un “humilde albañil” por el crimen, dejando a Vargas al nivel de una mansa ovejita inocente, y sin esperar a escuchar lo que los testigos tienen para aportar. O sin conocimiento de los inexplicables movimientos de un albañil que el día del asesinato fue a “vender sandalias”, cambiándose tres veces de ropa en el lugar, y preguntando por una mujer de nombre Jimena que le había encargado calzado para sus hijas. Perejil o mala hierba?

A todo esto, si Vargas es sospechado al menos, de hacer de campana para que otros cometieran el delito, que hace al abogado del viudo en un frente común y solidario? Si Cajal Gauffin es inocente de toda culpa, no es el principal interesado en que se esclarezca el homicidio y al menos mira con desconfianza a quien acusan de haber participado del delito a cambio de dinero?

Hay quienes dicen que no existe la vindicta pública porque el pueblo no busca vengarse. Pero sí busca la verdad. La investigación parte de una hipótesis que luego los hechos comprueban si es cierta o no. En el caso Jimena Salas el supuesto es que el asesinato tuvo un móvil y un mensaje que Nicolas Cajal Gauffin no desconoce. Por eso los fiscales tienen que encontrar la verdad y el Tribunal aplicar la ley. Pero por estas horas, esa es la real dificultad, la que genera dudas.