El discurso de monseñor Cargnello ante la mirada del presidente dejó algo más que un «reto» para los candidatos. También puso en evidencia qué clase de pobres prefiere la iglesia y quienes no entran en esa categoría.

Hablar de pobreza en un país que sumó 4 millones de nuevos pobres en los últimos 3 años y nueve meses implica reconocer el carácter multidimensional del fenómeno, sin deslindar responsabilidades ni desconocer a sus causantes. El discurso pronunciado el día de ayer por monseñor Mario Cargnello ante la presencia del presidente Mauricio Macri estuvo lejos de ser una reivindicación de los intereses de los sectores más golpeados por la crisis, más bien fue todo lo contrario.

La descripción del representante máximo de la iglesia sobre los pobres que participan de la peregrinación, parece más bien orientada a sostener el orden establecido bajo el ideal de «pobreza digna» o moralmente aceptable: «Desde hace unos años se nos ha regalado un fenómeno que son los peregrinos, que cada vez son más numerosos acá. Ayer cuando veía los mineros. Es gente humilde. Trabajan en la puna, han venido caminando a 15 grados bajo cero, y ellos trabajan en esa situación. Es gente que trabaja horas y horas para darle riquezas a la república», relató Cargnello ante la mirada de las autoridades.

Lejos de llamar la atención de la clase política para modificar la realidad que describe, tal como presentaron algunos medios, el líder de la iglesia llamó a «aprender de los pobres», casi como un mandato fetichista y de absoluta negación de las condiciones de explotación y opresión a las que son sometidos.

La enseñanza que Cargnello pretende transmitir de pobres a políticos y de políticos al resto de la sociedad, no es otra que la de la conciliación de clases, como forma de sostenimiento del status quo. Esto queda reflejado de manera incuestionable en otro de sus pasajes:

«Los pobres no son una molestia, son una oportunidad. Los pobres son maestros. ¿Qué nos enseñan ellos? En el caso de los mineros, ellos vienen juntos: el dueño de la mina, el gerente y el último de los mineros. Y provocan una nueva sociedad en Salta. ¿No es posible venir juntos caminando por la historia? ¿Por qué creemos que la historia tiene que hacerse desde la pelea? Nos lo enseñan los pobres».

Lo que podría interpretarse como una prédica «anti-grieta», esconde en realidad un mensaje más profundo. La caracterización de «pobreza» realizada por Cargnello viene asociada a la de obediencia y sumisión, aunque para el caso prefieran el término «humildad». Siguiendo esta linea de razonamiento, pobres buenos son aquellos que marchan junto a sus patrones, nunca los que se organizan en sindicatos, o deliberan planes de lucha en asambleas. Estos, en todo caso, son quienes obstaculizan la concreción del «pacto social» del que tanto se viene hablando.

La romantización de la pobreza no es otra cosa que el mecanismo mediante el cual se busca que el pobre acepte su condición de pobre, sin interpelar a los causantes de la desigualdad social. Los exegetas de la austeridad, mientras tanto, comparten la mesa con los que la provocan.