El diputado provincial de la UCR por el departamento Capital Humberto Vázquez, acostumbra expresarse de manera contundente y acusa a quien se le cruza de corrupto. Sus exabruptos lo ponen en la línea de fuego periódicamente y ha sabido ganar amigos y detractores por igual.
“No me queda otra cosa que tratarlos animales o de corruptos absolutos, porque cualquier persona que no sepa derecho se da cuenta de que son unos delincuentes y no pueden detentar el cargo de jueces”, decía Vázquez en estos días sobre los jueces Guillermo Poliotto y Ramón Medina, dirigiéndoles acusaciones de que habrían actuado para otorgar impunidad a Juan Romero en el sonado caso de La Ciénaga
No conforme con ello apuntó al Presidente de la Corte de Justicia de Salta de refrendar acuerdos políticos de los dos últimos gobernadores y tildó de aguantero y albergue transitorio al Poder Judicial.
Amigo del exgobernador santiagueño Gerardo Zamora —converso kirchnerista— ingresó a la política salteña con perfil rebelde que no ha abandonado hasta la fecha.
Tras varios fracasos partidarios y otros en elecciones generales, con el resurgir radical del 2015 logró un escaño legislativo. De inmediato, y por diferencias con el oficialismo radical se arrimó a Gustavo Sáenz y al Frente Cambiemos. Así, durante el año 2016 y peleado con el entonces presidente del radicalismo salteño, Miguel Nanni, visitaba frecuentemente la intendencia junto a Carlos Zapata, Martín de los Ríos, Mario Abalos y Betty Gil.
En esa época los insultos para Nanni no eran para nada delicados: “Si tuviera algo de dignidad y fuera varoncito el Nanni este, lo mínimo que debería haber hecho, es echarlo a la mierda, pero no, estamos invadidos de cagones y con vello pubiano entre los dientes”.
Sin embargo, en diciembre de 2017 dio un nuevo barquinazo y en una maniobra poco clara firmó primero la integración al bloque de Cambiemos – País, para después desconocerla públicamente y conformar el bloque UCR con Mario Mimessi y Héctor Chibán, los más estrechos colaboradores del Nanni al que denigró públicamente. Hoy se muestra hostil con Sáenz y sus acólitos.
Culpó al Coordinador General de la Intendencia Pablo Outes de engañarlo y quebró lanzas con el intendente capitalino. Desde ese momento radicalizó sus posturas y ahora plantea la judicialización de casi todos los temas políticos que le llegan a la mano. Tal vez por eso ayer anunció la presentación de una denuncia penal contra Outes alegando irregularidades en la Cooperadora Asistencial y se muestra nuevamente concentrado en atacar a sus exsocios.
En el ámbito profesional algunas acciones de este abogado lo deslucen y lo colocan en grave contradicción. No son pocos los que recuerdan el pasado de Vázquez como abogado litigante. Llegado de El Galpón supo trabajar como socio de la exdiputada Liliana Mazzone para luego convertir amor por odio. Algunos comentan que habría tenido participación en la maniobra judicial por la cual junto a un contador intentaron secuestrar un vehículo de alta gama de la blonda Mazzone y embargaron las dietas legislativas que cobraba entonces. Con el tiempo pericias del CIF habrían determinado se trataba de un fraude del contador y su abogado —socio de Vázquez— con supuesto abuso de firma en blanco.
A pesar de que la Ley 7204 impide a los abogados el ejercicio profesional cuando ocupan cargos legislativos (senador, diputado o concejal), Vázquez no ha cesado en su trabajo como abogado. Por el contrario, transita los pasillos de tribunales con frecuencia y firma escritos judiciales a pesar de los llamados de atención que le han realizado en algunos juzgados. Esto también constituiría una falta ética aunque el Colegio de Abogados no ha tomado cartas en el asunto.
Esta ley se sancionó en la época de Juan Romero para evitar que los legisladores pudieran ejercer presión sobre los jueces y está claro que mientras Vázquez denuncia constantemente la violación de la ley por diversos funcionarios, es él quien estaría cometiendo un delito y con la “chapa” de diputado provincial generaría una influencia extra en los tribunales donde litiga. El legislador radical tiene la bragueta abierta y nadie levanta el cierre.