Jean Michel Bouvier, padre de una de las turistas francesas asesinadas en Salta, advirtió en una Carta Abierta a la presidente Cristina Fernández que imitaría a su compatriota André Bamberski si es que no se reabre la causa en la Justicia salteña. Qué fue lo que hizo aquel otro padre justiciero francés para que su hija descanse en paz.
Una de las primeras escenas de acción de “Batman, el caballero de la noche” (2008), dirigida por Christopher Nolan, muestra al encapotado en Hong Kong, adonde viaja para secuestrar a Lau, un contador ligado a la mafia de Ciudad Gótica. Batman consigue entrar a las oficinas de Lau, sacarlo ilegalmente de China y trasladarlo a Ciudad Gótica, para que sea juzgado por sus vinculaciones con el hampa local.
Posiblemente, André Bamberski haya visto la película en un cine europeo y se haya inspirado para cometer el acto más importante de su vida. O quizás no la haya podido ver, porque estaba ocupado en planear un secuestro similar contra el asesino de su hija. Bamberski tomó notoriedad en nuestra provincia después de que Jean Michel Bouvier, padre de Cassandre, una de las turistas francesas asesinadas en 2011 en San Lorenzo, lo mencionara como posible ejemplo a seguir.
Hace una semana, Bouvier publicó una carta abierta dirigida a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la que aseguró que el caso no fue juzgado correctamente. Allí advirtió que no descansará hasta lograr justicia, algo que considera que no se consiguió con el juicio realizado el año pasado en nuestra ciudad y que condenó a Gustavo Lasi a treinta años de prisión.
“Seguiré pidiendo con determinación y constancia que se reabra el caso. Hasta morirme no pararé. La identificación de los ADN huérfanos encontrados en el cuerpo de mi hija y de su amiga es una prioridad. Es el honor de la Argentina el que está en tela de juicio. Si las autoridades ejecutivas, legislativas y judiciales de la Provincia de Salta siguen privilegiando la inercia y la inacción, de ahora en adelante estoy dispuesto a transgredir uno de los fundamentos de mi consciencia moral: confiar en la justicia y rechazar la justicia personal. En 2009, es decir antes de la muerte de Cassandre, recuerdo haber sido impresionado por la determinación de uno de mis compatriotas, André Bamberski, quien organizó el rapto del asesino de su hija Kalinka en Alemania, para que pudieran juzgarlo en Francia. Marcado por éxito de su proyecto, me siento hoy preparado para tomar las iniciativas, incluso las más descabelladas, para que se le haga justicia a mi hija”, amenazó Bouvier en su misiva.
El caso Bamberski
“El padre justiciero” titulaba el diario español El País el domingo 8 de noviembre de 2009. El artículo contenía una entrevista a André Bamberski, un hombre que en ese entonces tenía 72 años y llevaba casi tres décadas de lucha por la memoria de su hija Kalinka, asesinada en 1982 por Dieter Krombach, un cardiólogo alemán que estaba casado con su exesposa.
El caso tomó notoriedad por la iniciativa de Bamberski que inspira hoy a Bouvier: en octubre de 2009, el hombre contrató a un grupo de secuestradores rusos que sacó a Krombach de Alemania y lo trasladó a Francia, donde fue juzgado por la muerte de Kalinka.
En 1982, Krombach estaba en pareja con la exmujer de Bamberski. Ese verano, Kalinka, que tenía catorce años, viajó a Alemania para pasar las vacaciones con su madre. Fue durante esa estadía que Krombach le dio, el 10 de julio, una inyección a la adolescente que resultó letal.
El 17 de agosto de 1982, la investigación se dio por terminada. A Bamberski le pareció que todo se había hecho de manera incorrecta. No le cerraban las conclusiones. No creía que Krombach hubiera suministrado una inyección equivocada sin motivos aparentes. Kalinka tenía una excelente salud.
“Todo aquello me pareció incompleto. No se precisaba si Kalinka había tenido relaciones sexuales antes de morir, no se indicaba qué era la sustancia blancuzca que se encontró en su vagina, ni el origen de un pequeño desgarre en la vulva; ningún análisis toxicológico acompañaba la autopsia”, comentó Bamberski a El País. En ese artículo se indicaba que los forenses alemanes habían señalado que las inyecciones con las que Krombach intentó reanimar a Kalinka una vez muerta eran “grotescas”.
“Empecé a sospechar que Krombach había drogado a mi hija para violarla”, reconoció el hombre. Desde entonces, Bamberski comenzó una larguísima lucha para que Krombach fuera juzgado nuevamente. Lo consiguió en 1993, cuando el cardiólogo fue sentenciado a quince años de cárcel en Francia por “asestar golpes y provocar heridas que ocasionaron la muerte, pero sin tener intención de causarla”. El fallo resultó simbólico, ya que el juicio se llevó adelante sin la presencia del acusado, que estaba fuera del país.
En 1996, Francia emitió una orden de detención contra el cardiólogo, pero Alemania no autorizó la extradición. Bamberski comenzó a sospechar que Krombach tenía protección política.
En 1997, el médico fue condenado a dos años de prisión por violar a una chica de 16 años a la que había anestesiado. Un caso muy similar al de Kalinka. Sin embargo, Krombach no fue a la cárcel por este hecho. Se le prohibió el ejercicio de la medicina desde entonces, pero se las arregló para trabajar clandestinamente durante una década, hasta que fue descubierto.
En 2007, Krombach fue condenado por estafa y ejercicio ilegal de la medicina. Estuvo en la cárcel durante 18 meses. Había sido condenado a 28, pero le redujeron la pena por buena conducta.
Sin embargo, Bamberski seguía exigiendo justicia para su hija. En distintas oportunidades se presentó en la casa de Krombach, pidiéndole que se pusiera a disposición de la investigación. El médico le decía que estaba loco y se iba mudando periódicamente para escapar del francés, que siempre se las ingeniaba para localizarlo.
A Bamberski se le acababan los tiempos judiciales (la condena francesa expiraba en 2015) y los años pesaban. Empezó a pensar en una alternativa. Contrató a secuestradores que lo estafaban: cobraban adelantos y desaparecían. En total, gastó más de 300 mil euros durante los 27 años en los que buscó justicia.
En 2009, cuando Krombach salió de la cárcel, Bamberski contrató a profesionales rusos que no lo estafaron, sino que acudieron hasta el domicilio del alemán, lo golpearon, lo amenazaron y lo trasladaron hasta Francia, donde lo dejaron atado a una reja, a disposición de la justicia.
Bamberski fue detenido ese mismo día de octubre de 2009 y acusado de secuestro, golpes e integrar una banda de delincuentes. “He arruinado mi carrera profesional, he gastado cantidades ingentes de dinero en esta tarea a la que estoy dedicado en cuerpo y alma desde hace 27 años, pero ahora, más que nunca, creo que ha merecido la pena aunque yo vaya a ser juzgado por secuestro y acabe detrás de los barrotes”, declaró por entonces.
A pesar de que algunos le cuestionaron el método de justicia por mano propia, Bamberski aseguraba que la historia judicial de Francia “está salpicada de ilegalidades”. “El nazi Klaus Barbie fue secuestrado en Bolivia para ser juzgado en Francia; el terrorista Carlos fue secuestrado en Sudán para ser juzgado en Francia; el coronel golpista Antoine Argoud fue secuestrado en Alemania para ser juzgado en Francia. ¡Y sólo menciono los casos más conocidos!”, le decía a El País.
En 2011, Krombach fue sentenciado a quince años de prisión por la muerte de Kalinka, fallo que quedó firme el año pasado, después de las apelaciones. Bamberski fue condenado a seis meses por el secuestro. Muy pocas veces, un condenado estuvo tan tranquilo.
Ahora, otro francés estudia la posibilidad de hacer justicia por mano propia. La Justicia argentina es la que decidirá, finalmente, si vale la pena el esfuerzo.