Ante la pregunta: ¿si el saber y la ciencia son la misma cosa?, Teeteto responde que la ciencia le parece ser todo aquello que se puede aprender, la geometría, por ejemplo, y toda clase de artes y oficios. Sócrates le hace comprender que tal contestación no responde a su pregunta, porque con tal pregunta no quería hacer referencia al objeto del conocer, sino a la naturaleza del mismo, es decir, a lo que realmente “es” en sí mismo tal conocimiento.
Andrea Sztychmasjter
“SÓCRATES: Por consiguiente, cuando se pregúntalo que es la ciencia, es ponerse en ridículo el dar por respuesta el nombre de una ciencia, puesto que es responder sobre el objeto de la ciencia, y no sobre la ciencia misma que es a la que se refiere la pregunta”.
Cuando Teeteto comprende el sentido de la pregunta ensaya otra tentativa de respuesta ante lo planteado por Sócrates: ¿Qué es el conocimiento o ciencia? Teeteto propone: saber es sentir, ó en otros términos, la ciencia consiste en la percepción. Socrates responde que esa era la opinión de Protágoras: “Esta definición, que das de la ciencia, no es de despreciar; es la misma que ha dado Protágoras, aunque se haya expresado de otra manera. El hombre, dice, es la medida de todas las cosas, de la existencia de las que existen-, y de la no-existencia de las que no existen. Tú has leído sin duda su obra”.
Por ello percepción-sensación sería igual que apariencia. Ello significa, por tanto, que la verdad tiene un carácter subjetivo y no objetivo y “que todas las cosas son producidas por el flujo y el movimiento”.
Si el conocimiento es la percepción sensible, entonces ningún hombre sabe más que otro, puesto que la verdad descansa en lo que a cada uno le parece. Pero si esto es así: cómo se permite Protágoras, según Sócrates, ¿enseñar a los demás?
Ante el cuestionamiento de Sócrates, Teetetos llega a admitir que no tenemos por la vista ni por el oído ninguna sensación ni conocimiento.
La ciencia
Sócrates ante el concepto que esgrime Teeteto sobre en qué consiste la ciencia señala que hombres y animales desde su nacimiento tienen por naturaleza la posibilidad de percibir todas aquellas impresiones que llegan al alma por medio del cuerpo. Pero las reflexiones acerca de éstas, en relación con su ser y utilidad solo sobreviven con dificultad y en el curso del tiempo. Y las personas que llegan a tenerlas solo lo consiguen gracias a muchos esfuerzos y después de un largo periodo de formación. Sócrates señala que, por consecuencia, el saber no radica en nuestras impresiones sino en el razonamiento que hacemos acerca de éstas.
Sócrates llega a la conclusión de que es falso que pueda identificarse totalmente conocimiento o saber y percepción. Ello se debe a que gran parte de lo que se reconoce como conocimiento consiste en objetos que no dependen para nada de los sentidos, sino de la reflexión. Y cita como ejemplos a los que denomina sensibles comunes, es decir, aquellas realidades que son percibidas por más de un sentido (el color y el sonido).
Sócrates critica también las teorías del conocimiento basadas en las ideas de Heráclito. La crítica tiene su base en la pretendida creencia de que Heráclito defendía el principio de que todo fluye, es decir, todo está en continuo movimiento. Si ello es cierto, afirma Sócrates, entonces es, dado que existen dos formas de movimiento (traslación y alteración), evidente la imposibilidad de captar una sensación permanente, por ejemplo, de blancura o de sonido ya que nada permanece en el mismo estado.
En este sentido detalla que existe otra actividad que desarrolla el alma cuando se ocupa de sí misma y por sí misma de lo que es, a lo que Teeteto responde que se trata de la opinión, aunque aclara que no toda opinión es saber puesto que también existen opiniones falsas.
Llegada a este punto se cuestiona si en realidad los juicios falsos se dan en la confusión que se produce al tomar lo que “es” por lo que “no es” o viceversa si tomamos el acto de opinar como algo interno. Luego de un debate se llega a la conclusión de que si se sabe lo que las cosas “son” no hay lugar para confusiones entre lo que es y lo que no es. Sócrates, no contento con la definición, ensaya otra hipótesis para explicar la naturaleza de los juicios falsos: ¿Estarán relacionados con la memoria o el recuerdo?
Esta nueva problemática le lleva a Sócrates a explicar acerca de lo que puede ser la causa de juicios falsos en aquellos casos en los que únicamente interviene el pensamiento consigo mismo. Sócrates introduce el famoso “simil de la pajarera” como ejemplo de lo que él piensa sobre este asunto. De modo esquemático el contenido del símil podría resumirse así:
establece una diferencia entre “poseer” y “tener” (se puede ser dueño de un vestido y decir que no lo tiene por no llevarlo puesto).
- b) Puede ser posible, por tanto, poseer la ciencia y, sin embargo, no tenerla.
- c) el símil de la pajarera intenta explicar mejor todo esto: se pueden cazar palomas y metérlas en un palomar o pajarera. Se podría decir que las poseemos a todos ellas, pero que, sin embargo, solamente las tenemos cuando, por ejemplo, las tomamos una por una en nuestras manos para hacer con ellas lo que quisiésemos (darles de comer, soltarlas, curarlas etc.)
- d) el alma es como un palomar en donde situamos los diferentes saberes o ciencias “cazadas” o aprendidas. Ahora bien, como las palomas, tales ciencias o saberes: ¿puede decirse que las poseemos, pero no las tenemos? Si decimos que sí, entonces nos encontramos con la contradicción de que sabemos y no-sabemos, es decir, decimos que hemos aprendido algo que es necesario aprender de nuevo con el objeto de recobrar paso a paso lo aprendido. Es ilógico, piensa Sócrates, que no se sepa lo que se sabe. Sócrates concluye esta parte del diálogo diciendo que no tiene sentido intentar buscar las causas de la opinión falsa sin haber aclarado primeramente acerca de la naturaleza de la ciencia.
Teeteto intuye que el saber no es una creencia verdadera por fortuna, sino que debe tener razones que le aseguren alcanzar la realidad. Así se sostiene que cuando uno adquiere acerca de algo una opinión verdadera acompañada de una explicación, el alma alcanza la verdad sobre el punto del que se trate, pero no llega al conocimiento mismo. Efectivamente quien no puede dar y recibir una explicación de algo carece de saber respecto a ello, sin embargo, si alcanza una explicación, todo esto le es posible hasta lograr la plena posesión del saber. Sócrates define así que una opinión verdadera acompañada de explicación es saber.