Por: Alejandro Saravia

                                                 

Arquímedes (S.III a.C.) fue un matemático griego, de Siracusa, para algunos el mayor matemático de la historia, que, entre otras cosas, pronunció la célebre frase: “…Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo…” Frase a la que nos remontó la sentencia del tribunal oral federal que condenó a Cristina Fernández de Kirchner a la pena de 6 años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos. Como se sabe, esta inhabilitación es una pena accesoria que acompaña a la impuesta por los delitos de defraudación al Estado por los que fue condenada junto con otros.

Esta condena tiene, a mi criterio, un alto valor simbólico atento a que, como muchas veces lo afirmamos, la vicepresidenta no es un actor, o actora si prefieren, consistente con un Estado Constitucional de Derecho, en el que todos somos iguales ante la ley, por autopercibirse y actuar en consecuencia, precisamente por sobre las normas que a todos nos comprenden y rigen. En efecto, su megalomanía nos remite a la vieja frase inglesa que afirma que el rey no puede equivocarse (The King can do no wrong) y, en consecuencia, no puede ser responsable por sus actos. Esta sentencia judicial puso las cosas en su lugar. La vicepresidenta puede equivocarse, no está investida de una especial infalibilidad y es responsable, como cualquier hijo de vecino, por sus actos. Tiene ese valor simbólico desde ahora mismo, a pesar de que todos sabemos que el derrotero de la justicia argentina es de tan largo aliento que se confunde con la impunidad.

El valor simbólico de este acto es lo que puede servirnos a nosotros como comunidad de punto de apoyo, como decía Arquímedes, para reorganizarnos, ya que esta no es, a las claras, una comunidad organizada, como pregonaba el fundador del movimiento gobernante. Al contrario, es una comunidad absolutamente desorganizada por carecer de un elemento que la vertebre. Ese elemento debería ser la ley que, como corresponde en una democracia republicana, debería ser aplicable a todos por igual, sin coronitas de nadie. Es por eso que estimo que este fallo del tribunal oral federal tiene en sus entrañas un principio ordenador: todos somos iguales ante la ley. Inclusive Cristina Fernández. Nada más y nada menos.  

En este marco considero necesario hacer referencia a una norma de nuestra Constitución reformada en 1994. El artículo 36 de la misma que trata de los atentados en contra del orden institucional. Allí declara insanablemente nulos los actos de fuerza en contra del mismo, y sus autores serán pasibles de la pena de traidores a la patria, inhabilitados a perpetuidad para ocupar cargos públicos y excluidos de los beneficios del indulto y conmutación de penas. Equipara estos delitos con los de quien incurriere en grave delito doloso contra el Estado que conlleve enriquecimiento, es decir, el delito de corrupción. A ambos, esto es, atentados contra el orden institucional y corrupción, los declara nuestra Constitución Nacional, imprescriptibles. Esa equiparación que hace nuestra Carta Magna se debe a que ambos tipos de delitos desorganizan, perturban y atentan en contra de nuestra organización comunitaria. 

Esa norma es sabia y es profunda. El mundo entero se pregunta acerca de los motivos de la decadencia argentina, país que hace un siglo prometía, en palabras de Ortega y Gasset, un destino peraltado. Ese destino se vio frustrado por los golpes militares que impidieron el fruto mejor de la democracia republicana que es su autodepuración. Y se vio frustrado por nuestro desapego a la ley cuya peor manifestación es, precisamente, la corrupción. Atentar en contra del orden institucional y enriquecerse ilícitamente con dineros públicos, los dos delitos constitucionales previstos en el artículo 36 de la Constitución, son los motivos, las causas de la decadencia argentina.

Todos somos iguales ante la ley. Todos, sin excepción. Ese es el valor simbólico del fallo del tribunal oral federal cuya lectura de la parte resolutiva se produjera el pasado 6 de diciembre de 2022. Y ese debería ser nuestro punto de apoyo para reorganizarnos, para recrear nuestra comunidad.