Por A. Bogado

Dos declaraciones de Sandra Bonari causaron revuelo esta semana para continuar con la tensión en el Poder Judicial. A las dos las hizo luego de asumir como nueva presidenta del Consejo de la Magistratura, en una jura un tanto rara, con gestos adustos, inconformes, en la que irrisoriamente, el presidente suplente Fabián Vittar no puso la mano sobre la Biblia, por haberse ido de vacaciones el día antes. Todo esto, después de una semana con olor a batalla campal, en la que se sucedieron diferentes episodios poco comunes, en un lugar donde se suele simular y disimular con arte de magia. Lo cierto es que Bonari muy sueltita de cuerpo, dijo que la pésima imagen de la justicia es culpa de los medios, afirmación que en pleno siglo veintiuno, parece más de la época de las cavernas, que insultante.

En todo caso, la culpa podría ser del medio contratado para mejorar la imagen al Poder Judicial y al cual le abonan religiosamente. Pero lo que sucede, es que a esa dañada imagen no la pueden reparar, ni un equipo de expertos, ni un medio de comunicación con noticias favorables. La solución en todo caso sería que no haya más jueces como Claudia Güemes, Mariscal Astigueta, Sebastián Fuccio, Martín Martínez, Víctor Soria, Federico Diez, entre otros (a cuyas actuaciones o no actuaciones, ya le hemos dedicado bastantes páginas). Por las dudas también se renovó el Jurado de Enjuiciamiento, órgano integrado desde hace más de quince años por el presidente de la Corte Guillermo Catalano en diferentes funciones -pero quince años seguidos- como si fuese el tango: quince años no es nada, pareciera.

Esta vez se integró también Vittar, que entonces terminó de romper el equilibrio interno, porque ahora es vicepresidente segundo, presidente suplente del Consejo y miembro del Jurado. Algunos murmuran que se trata  de una retribución al desistimiento de la acción que -como bien dice Bonari- culpa de un medio que siempre dice la verdad como Cuarto Poder, fue tanto el cántaro a la fuente, que aparecieron finalmente los papeles. ¿Es culpa de la prensa que desde la cúspide del Poder Judicial se haya ocultado el expediente, sorteado jueces reemplazantes en forma incorrecta, no se haya mostrado el desistimiento de la acción cuando se anunció, sino diez días más tarde, etc…? Estamos hablando de gente que tiene que buscar la verdad para resolver conflictos y administrar justicia. Pero parece que a nadie le importa mucho.

Y como si no fuera poco, la blonda presidenta del Consejo mirando al presidente de la Corte y presidente suplente saliente, le espetó sin miramientos, que venía a buscar transparencia. Ahí sí que varios pegaron un respingo, porque nadie entendió bien a quien apuntaba. Si a los que se fueron, a los anteriores que se fueron o… a los que van llegando al baile, sin respetar la integración de las minorías y elegidos a piacere.

Tampoco hay que olvidarse de cómo fueron las elecciones previas para elegir jueces y abogados. Tal vez por eso, Gonzalo Mariño ponía cara de Dalmacio Vélez Sarsfield en un auditorio repleto pero con olor a incertidumbre. Quizás se refería a la anunciada y retirada renuncia de Ernesto Samson, otro episodio extraño que se dio en circunstancias límites cuando se elegían autoridades para el Consejo y que nunca se aclaró, ni se desmintió.

“En Salta naturalizamos lo raro”,  dijo alguno al pasar, en el enrarecido acto de asunción en el que se pudo ver que los pases de factura siguen al orden del día, incluyendo no saludar al juez Marcelo Domínguez que encima que perdió la elección lo eligieron como chivo expiatorio de lo que no debe hacerse: desafiar a los que detentan el poder. Domínguez fue al acto y los vencedores prefirieron esquivarlo o dejarlo con la mano tendida, no vaya a ser cosa que se le ocurra parar alguna otra lista en el futuro.