¿Es oportuno el momento en que se propone la reforma constitucional? ¿Es acertado su temario, su pretendido contenido?
Por Alejandro Saravia
Respecto de la oportunidad de la misma, creemos que no es oportuno por lo siguiente: tal como lo dijimos, estamos en el cierre de un ciclo político de 24 años, que, como también lo dijimos, no es poco. De tal modo que los protagonistas de estos 24 años dejen el paso a nuevos protagonistas políticos. De lo contrario se corre el riesgo de lo que podríamos denominar ultraactividad política y que sigan los mismos actores de antes y todo concluya en una farsa. Reformar todo para no reformar nada: es decir, gatopardismo.
Se va a elegir Presidente y vice; Gobernador y vice; Senadores y Diputados nacionales; Senadores y Diputados provinciales; Intendentes y Concejales, de modo que sumar a esa panoplia los convencionales constituyentes, quienes deberían explicitar los motivos de la reforma y sus propuestas, llevaría a una confusión tal que se diluiría la trascendencia de lo que se está votando y no creo que esa sea la finalidad perseguida…
La reforma de una constitución es una cuestión trascendental que no puede quedar sumergida en un marasmo electoral tan complejo. Es la reelaboración del pacto de convivencia. Por eso no puede, de modo alguno, perder centralidad.
Otra cuestión son los contenidos.
Se habla de no tantas reelecciones. Limitarlas, por ejemplo, a dos mandatos consecutivos y nada más. Para lograr eso bastaría con un compromiso de todos los partidos en tal sentido sin reforma constitucional. Sería una forma de cultivar algo perdido en el tiempo y el espacio sideral: las virtudes.
¿Qué es una virtud?… pues, es la cualidad humana de quien se caracteriza por obrar bien y correctamente. Para poseer una virtud hay que actuar como si se la tuviera. Al hacerse carne ese comportamiento, al ser reiterado muchas veces, se transforma en una virtud. Logrado eso, se lo vuelca recién en una Constitución y se evita así su incumplimiento o sus reformas sucesivas. Y todos seremos mejores y más buenos.
Pero como eso no existe, será necesario el rechazo constitucional de las eternas reelecciones para hacer virtuosos, a la fuerza, a los que debieron ser motu proprio, es decir, a los pretendan y ejerzan cargos electivos.
En cuanto a la inamovilidad de los jueces para darles independencia, es algo, al menos discutible. Hay jueces que sin inamovilidad son independientes.
Por otro lado, hay jueces que con inamovilidad no son independientes. Los 12 jueces federales de Comodoro Py tienen estabilidad. ¿Ello los hace virtuosos? No. No creo necesario dar ejemplos, pero Oyarbide era inamovible y no era independiente y menos virtuoso… ¿Saben por qué? Porque la virtud, la independencia, se vincula con la madera de la que los jueces están hechos. Es una cuestión personal. De dignidad personal.
Si hay buena madera, serán independientes aunque duren un año. Si no tienen buena madera no serán independientes a pesar de su eternidad. Con un agravante, a esos de mala madera va a ser muy difícil sacarlos después. No en vano los ingleses, que nombran jueces como fin de una respetable carrera profesional, suelen decir que para ser un buen juez se debe ser un señor, si se sabe derecho, mejor. En lo de señor está contemplada la parte virtuosa.
Si proponen la inamovilidad de los jueces para que ellos sean independientes, les digo: están equivocando el camino. Es al revés: pongan como jueces personas dignas, eso basta para que sean independientes.
Sin embargo, hay algo que sí hay que modificar: todo el sistema de controles al Poder Ejecutivo, ardua y esencial cuestión que pasa por modificar la representación e integración de las cámaras legislativas; por la forma de designación de jueces en la Corte de Justicia; por la cuestión del control de legalidad que corresponde al Ministerio Público y por la correcta integración y funcionalidad de la Auditoría General de la Provincia. Pero de eso hablaremos más adelante.