La falta de efectivo genera tensiones entre funcionarios. Pamela Calletti pidió dinero para dinamizar a su gigantesco ministerio y recibió un “no” del Jefe de Gabinete. Renunciar o cursos de perfeccionamiento, esa es la cuestión. (Gonzalo Teruel)

Todavía enojado por la brutal forma -un mensaje de Twitter enviado al presidente Mauricio Macri- con que el intendente Gustavo Sáenz expuso la precariedad de la infraestructura urbana que él administró durante años como responsable de las Obras Públicas, el ahora jefe de Gabinete, Carlos Parodi, siguió renegando hasta el mediodía del miércoles.

En la oficina que todavía ocupa hasta que estén terminadas las obras de remodelación (por más de $320 mil) en el espacio que le quitó al Ministerio de Educación, recibió a la ministra de Derechos Humanos y Justicia, Pamela Calletti, que fue a exigir más fondos para el enorme organismo que debe conducir.

En efecto, surgido de la fusión de dos ministerios en diciembre del año último, Derechos Humanos y Justicia es una gran estructura con más de 20 oficinas: 5 secretarías, 7 subsecretarías, 5 direcciones y otros 5 despachos adicionales. Justicia, Métodos Alternativos de Resolución de Conflictos, Derechos Humanos, Discapacidad y Políticas Inclusivas, Políticas Penales, Género, Asistencia Integral a Víctimas de Delitos, Justicia Penal Juvenil, y Políticas Criminales y Asuntos Penitenciarios son algunas de sus áreas de intervención.

La reunión del miércoles comenzó sin mayores rodeos. Calletti pidió plata porque, según sus propias palabras, “el ministerio es enorme” y sobre todo porque no piensa correr la misma suerte que Marianela Cansino quien por falta de recursos (además de su inocultable incapacidad) no pudo sostener la siempre sensible cartera de Derechos Humanos. La respuesta no fue grosera pero si terminante. “No” dijo Parodi y en poquísimas palabras explicó que al menos por ahora “no hay más plata para nadie”.

Mujer de fuerte carácter, Calletti aceptó la negativa con un inaudible “bueno” pero redobló la apuesta y avisó que no va a exponer su figura y a arriesgar su carrera política por falta de dineros. Entonces informó que aceptará la invitación para participar en las próximas semanas de un par de cursos de capacitación y actualización en Estados Unidos. Sin más por decir, el encuentro terminó.

La ministra bajó del Centro Cívico a sus oficinas en calle Santiago del Estero y de inmediato convocó a algunos de sus funcionarios de mayor confianza a los que les blanqueó el difícil escenario. Utilizó expresiones preocupantes y, de acuerdo a fuentes confiables, mientras su voz casi se quebraba reconoció que analizó renunciar porque “la situación es crítica”. Frente a la cara de estupor de sus colaboradores avisó que no lo hará y que, en cambio, se irá a Estados Unidos para participar de un par de actividades que organizan la DEA y el FBI (la Administración para el Control de Drogas y la Oficina Federal de Investigación, organismos mundialmente influyentes en materia de justicia y seguridad) en las próximas semanas.

De concretarse, este no será el primer viaje de Calletti al extranjero y en “comisión oficial”. Entre el 27 de octubre y el 3 de noviembre de 2013 participó del XII Congreso Internacional de Derecho Administrativo en las ciudades peruanas de Arequipa y Lima; un año después, del 20 al 29 de septiembre de 2014, disertó en el X Congreso Mundial de Mediación en la italiana ciudad de Génova; y el año pasado asistió, entre el 11 y el 26 de julio en Washington, al Programa sobre Reforma Judicial en América Latina y los Estados Unidos, invitada por la directora de la Oficina de Programas Especiales de la American University Washington College of Law, Aurora Carmichael.

Estas nuevas gestiones en América del Norte, previstas durante casi un mes entre marzo y abril, ocuparán un buen tiempo a la ministra. El suficiente, tal vez, como para aminorar la tensión que vive (al igual que otros ministros) con el jefe de Gabinete y gobernador en las sombras, Carlos Parodi.