La remodelación del Monumento a Güemes provocó polémica durante la última semana. La parquización del lugar mantiene intacta la obra realizada por el escultor Víctor Garino, e inaugurada en 1931. Historia de un símbolo salteño que tardó décadas en concretarse definitivamente. (F.A.)
El lunes pasado estalló la discusión: el Monumento al General Güemes ya no será un lugar rodeado de pasto, nadie más podrá ir a reposar a su lado una tarde de sábado. Las críticas llovieron. Luego, llegó la calma: no era así. Sólo se trabajaría la explanada. “Están haciendo lo que se ha solicitado que se haga, una accesibilidad para poder subir en todas las épocas. Esto es un pedido que nos hacían los turistas. En una oportunidad estuve aquí y vinieron dos delegaciones en temporadas de invierno, con llovizna, y no se podía transitar por el paso peatonal de acceso al monumento”, explicaba el intendente Miguel Isa. Al final de la semana, obreros de la Secretaría de Obras Públicas de la Municipalidad habían colocado paneles de césped sobre la explanada.
La demora inicial
El proyecto para realizar un monumento en honor al General Martín Miguel de Güemes en la ciudad de Salta comenzó el 14 de abril de 1877. Ese día se realizó la segunda exhumación de los restos del prócer (la primera había sido en 1823). Se los trasladó desde la antigua catedral hasta el mausoleo que tenía su familia en el cementerio local. En ese entonces se comenzó a hablar de su creación entre políticos, historiadores y otros personajes de la época.
Ocho años después, en 1885, el gobernador salteño, Coronel Juan Solá, impulsó el proyecto, de la mano del historiador porteño Ángel Justiniano Carranza, quien estaba interesado en lograr que Güemes obtuviera un reconocimiento a nivel nacional. Para ello se realizó la “Velada Conmemorativa del histórico 17 de junio de 1821”.
Además, se formaron dos comisiones, una en Salta y otra en Buenos Aires, para elegir el lugar donde emplazar el monumento, que ya era un proyecto concreto. En 1898 se fusionaron. En un principio, la plaza 9 de Julio sumaba la mayor cantidad de adherentes.
El 25 de noviembre de 1904, otro historiador, Adolfo P. Carranza, fundador del Museo Histórico Nacional, y sobrino de Ángel Justiniano, propone la creación de un monumento a Güemes en Buenos Aires.
En esos años, el prócer era honrado por diferentes frentes, lo que fortalecía el proyecto de un monumento en Salta: se habían creado medallas conmemorativas y había aparecido “La guerra gaucha”, de Leopoldo Lugones.
En 1909, el Congreso Nacional sancionó la Ley 6.285, que ordenaba la creación oficial de la Comisión Nacional del Centenario de la Revolución de Mayo. Su artículo 14 decía: “Erigir en la Ciudad de Salta una estatua ecuestre al Gral. Güemes”. Los gastos debían “costearse con emolumentos de la suma general de $ 6.500.000, otorgados por la misma Ley a dicha Comisión”.
Fue entonces cuando empezó el debate en serio entre los notables de nuestra provincia, que, curiosamente, llevaban apellidos muy similares a los notables de la actualidad.
La plaza 9 de Julio continuaba como el lugar favorito para emplazar el monumento. Gozaba del apoyo de muchos sectores. Pero las oposiciones no se hicieron esperar. Y tras largas discusiones se acordó no colocar la obra en la plaza. La creación del Monumento a la Independencia Argentina, coronado con la estatua del General Arenales tuvo mucho que ver.
La segunda opción fuerte que apareció entonces fue la Plaza Güemes, que todavía no se encontraba urbanizada. Teniendo esto en cuenta, en 1909 el Congreso Nacional le envió al gobierno provincial la suma de $50 mil de la época para el “arreglo y embellecimiento” del lugar.
El 20 de febrero de 1910, la Plaza Güemes ya estaba lista. Fue entonces cuando el gobernador Luis Linares, miembro de una familia de larga tradición anti Güemes, colocó la piedra fundamental del Monumento, en una ceremonia realizada en el centro de la plaza. Luego se realizaron diversos modelos de bronce, buscando el que pudiera ser perfecto para realizar el homenaje.
Pero diez años más tarde, en 1920, todavía no se había construido el Monumento. Al estar tan cerca del centenario de la muerte del prócer, el gobierno de Hipólito Yrigoyen designó la Comisión Nacional de Homenaje al Gral. Güemes. Mediante el Congreso se entregaron $ 30 mil más.
El 17 de junio del 21, el gobernador de entonces, Joaquín Castellanos, colocó la piedra fundamental del Monumento en la Plaza Güemes, pero esta vez “definitivamente”. También mandó a construir el Monolito de la Plaza Belgrano.
Al otro día, el 18 de junio, el diario La Nación informaba: “Los diputados nacionales Ernesto E. Padilla, Alberto Méndez Casariego y otros, han presentado un proyecto de ley ampliando hasta la cantidad de 200.000 pesos, la suma destinada a la erección del Monumento al Gral. Güemes, para que lo emplace en el sitio más conveniente de la ciudad de Salta o de sus alrededores”. De esta manera se modificaba la ley anterior, que hablaba de ubicar el homenaje sólo en la ciudad.
Garino, el artista
La elección del escultor que se hiciera cargo de la creación de la estatua de Güemes se realizó vía concurso. Resultó designado Víctor Juan Garino, nacido en 1878, quien ya poseía en ese momento una larga trayectoria muy prestigiosa.
El proyecto presentado por Garino se inspiraba en la evocación güemesiana trazada por Leopoldo Lugones en “La guerra gaucha”. Obtuvo el primer premio del concurso en 1922.
Durante su preparación, los que podían apreciar los avances de la obra que llevaba adelante Garino hablaban de “una originalidad que reside en su propia sencillez”, una representación del “espíritu de la tradición criolla” que conservaba “su dignidad legendaria”.
El escultor incluso estudió distintas razas de caballos, hasta decidirse por uno criollo, basándose en las sugerencias y consejos que le brindaron amigos especialistas, como el diputado David Zambrano, conocedor del tema por una juventud rural en la provincia. Garino, incluso, estudió minuciosamente la anatomía y los movimientos de este tipo de caballos, en una estancia de la provincia de Buenos Aires.
La inauguración
Fue el General Pablo Riccheri quien, en 1923, sugirió la idea de colocar el Monumento a Güemes en lo alto de algunos de los cerros cercanos a Salta. Las opiniones en contra de esa iniciativa ahondaban en que, de instalarlo en un lugar de esas características, el homenaje quedaría lejos de la ciudad.
Un año más tarde, el tucumano Ernesto E. Padilla, miembro de la Comisión Nacional que estaba encargada del Monumento, encontró un argumento que convenció definitivamente a los que no estaban de acuerdo con la sugerencia de Riccheri.
La historia asegura que Padilla llevó a los miembros de la Comisión hasta el lugar donde se encuentra actualmente el Monumento, tras un almuerzo en el Bar del Plata, ubicado en la zona de la plaza 9 de Julio. Una vez allí, refutando las palabras en contra, que insistían con que era alejado de la ciudad, Padilla explicó que la expansión inevitable de Salta provocaría que en esa zona se construyeran viviendas. Con la instalación del Monumento allí, dijo, se podría crear un barrio “moderno, floreciente, higiénico y de vista espléndida”. Todos estuvieron de acuerdo.
Faltaba aún un escollo a saltar: la ley nacional 6.288 establecía que el Monumento debía estar en una plaza de la ciudad, y el lugar elegido no estaba urbanizado. Se dispuso, entonces, un truco legal: en 1926, el intendente Adolfo García Pinto firmó la ordenanza que nombraba esa zona “Plaza de Suburbio Gral. Güemes”.
El 20 de febrero de 1931, el Monumento a Güemes fue finalmente inaugurado. No formó parte de la ciudad hasta después de 1940. Víctor Garino falleció en 1958. El Monumento a Güemes de Buenos Aires recién fue inaugurado en marzo de 1981.
*La información de esta nota fue extraída del artículo “Orígenes y ejecución del Monumento al General Güemes en la ciudad de Salta”, escrito por el Profesor Carlos Gregorio Romero Sosa, y publicado en el Boletín Nº 6 del Instituto Güemesiano de Salta, en 1982.