Un informe reveló que desde el año pasado hubo un femicidio por mes en nuestra provincia, ubicándola entre las más violentas a nivel nacional. Desde distintos organismos de derechos humanos se le exige al gobierno de Urtubey que declare la “Emergencia Provincial en materia de Violencia de Género”. (Garrik)

La violencia física, sexual y psicológica hacia las mujeres está en franco ascenso, y los feminicidios, que son la manifestación más extrema de violencia, también. Actualmente se está hablando casi de un caso por día de mujeres muertas por razón de su género en el país, frecuentemente en manos de su pareja o ex pareja. También los denominados “feminicidios vinculados” que son los asesinatos cometidos contra terceras personas (en general niños) para dañar “indirectamente” a la mujer.

De acuerdo con las estadísticas de la Justicia local, desde el mes de enero del 2013 hasta abril de este año, 20 mujeres fueron víctimas de femicidios, es decir homicidios por razones de género. Sin contar la muerte de Paola Rodríguez,  la adolescente de 16 años estrangulada a diez kilómetros del peaje Aunor, o la desaparición de Noelia Rodríguez, una chica de 22 años ausente desde el 4 de mayo.

La cuestión de violencia de género, o más precisamente de femicidios, se torna preocupante si tenemos en cuenta, además, que el año pasado nuestra provincia estuvo en el cuarto lugar del país con más víctimas fatales. Recordemos que, según la Asociación Civil la Casa del Encuentro de los 295 asesinatos sucedidos durante el 2013, la provincia de Buenos Aires se llevó el primer puesto con 89 Femicidios, seguida por Córdoba (31), Santa Fe (28), Salta (16) y Chaco (16).

Emergencia provincial

Aun no tuvo respuesta oficial el pedido, formulado por organizaciones defensoras de los derechos de las mujeres,  al gobernador Urtubey para que declare la Emergencia Provincial en materia de Violencia de Género, tras haber sido solicitada por distintas agrupaciones sociales y políticas, ante el aumento de casos registrados en nuestra provincia. La declaración de la emergencia tiene por objeto visibilizar el problema  y efectuar una amplia convocatoria a todos los sectores para analizar cuáles serán las acciones a seguir.

Como propuestas urgentes se pidió la creación de juzgados específicos de violencia de género para evitar las demoras por la cantidad de causas existentes en los tribunales penales comunes y encarar con el Ministerio de Educación programas de enseñanza para modificar la cultura machista existente en la provincia, causante de esas situaciones. Toda vez que, por ejemplo, aun no se aplica la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral y no se conocen campañas masivas de prevención de la violencia, ni de erradicación de los patrones culturales que le dan origen, y esto permite la naturalización de la violencia, ya sea física, psicológica o sexual.

Finalmente, se debe dar prioridad al tratamiento de los organismos provinciales y municipales, asignar partidas presupuestarias específicas y suficientes; incorporar la perspectiva de género en el abordaje de las problemáticas sociales y entender que no se trata sólo de un asunto de salud, educación, justicia, o seguridad, sino que es un tema transversal a todos los ámbitos, recordando que tomar medidas para la prevención, asistencia y erradicación de la violencia es un mandato de la “Convención de Belem do Pará”, y leyes nacional 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales y provincial 7.403 de protección de víctimas de la violencia familiar.

El problema

La violencia hacia las mujeres se basa en una relación desigual de poder, y se magnifica cuando se desarrolla en lo que conocemos como patriarcado, que es el sistema social de valores, creencias y costumbres en el que el hombre subordina a la mujer. En este sistema las relaciones de género son jerárquicas y desiguales, y es el que, lamentablemente, impera en nuestra región.

La agresión puede ser ejercida física, psicológica, sexual, económica y hasta simbólicamente. Este tipo de violencia la perpetra el grupo social dominante sobre el dominado sin hacer uso de la fuerza física, para imponer determinados valores, idiosincrasias y así condicionar las relaciones sociales. El grupo dominado usualmente desconoce o consiente esta imposición, por esto se dice que es la más peligrosa, ya que no siempre se percibe.

Este tipo de violencia se disemina como un virus, que si no es atacado a tiempo infecta a toda la sociedad y aparece en todos los ámbitos de nuestras vidas: en la escuela, en la familia, en el trabajo, etc. Y una de sus “vías de transmisión” más eficaces es la propaganda y los mensajes que se difunden en los medios masivos de comunicación, principalmente los audiovisuales.

A través de estos mensajes se suele difamar, injuriar, discriminar, humillar, y hasta promover, directa o indirectamente, la explotación de las mujeres, atentado contra la dignidad de las mismas. En todos estos casos se empieza a legitimar y a construir patrones socioculturales reproductores de la desigualdad lo que deriva en un ejercicio de poder agresivo hacia ellas.

La violencia es una sola, aunque pueda presentar distintos rostros, ya sea de género, política, económica, bélica, etc. De nada sirve maquillar su rostro sino se la extirpa de raíz. Solo atacando y extirpando de raíz la violencia social, a través de una buena educación (no castrense, ni religiosa, ni negando la educación sexual en las escuelas), podremos disminuir sus formas diversas de manifestación, como en este caso la de género. Y para todo esto hará falta mucho compromiso social, desde todos los sectores y ámbitos de la comunidad, empezando por preguntarnos cada de uno si hay violencia en nosotros y contra quien la ejercemos.