La puja presidencial, la historia reciente y el suspenso actual. El caudal político ya comprobado del kirchnerismo. Cómo quedaría el Congreso. Y un alerta sobre operaciones mediáticas.

Tras tres presidencias consecutivas el oficialismo es la primera minoría, lejos. Sólo un cataclismo bíblico impedirá que gobierne la mayoría de las provincias, tenga quórum propio en el Senado nacional, primera minoría cómoda en Diputados. Sus apoyos sociales mayores radican en la clase trabajadora y en los sectores más humildes. Tamaño capital político no es producto de la demencia o el masoquismo de millones de compatriotas ni se obtuvo al Loto. Es consecuencia de la acción estatal, que el padrón ciudadano evaluará hoy. En los sistemas democráticos estables (el nuestro ha llegado a serlo) las disputas por las presidencia son en buena medida oficialismo céntricas. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, líder del FpV e imposibilitada legalmente para competir, será evaluada por el conjunto de los argentinos. Llega con su imagen en ascenso, sin haber menguado poder ni centralidad… pero sin presencia en el cuarto oscuro. El peso de esa referencia se medirá, como tantas variables, en los próximos días.

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Historia y novedades: Los presidentes Raúl Alfonsín, Carlos Menem (dos veces), Fernando de la Rúa y Cristina Fernández de Kirchner (en dos ocasiones) se impusieron con totales muy amplios que, todo indica, no se repetirán hoy. La diferencia previsible entre el primero y el segundo, en cambio, no es novedad.

Casi todos los mandatarios ungidos desde el 83 superaron el 45 por ciento de los votos. Néstor Kirchner hizo excepción en un comicio atípico y único, con cinco contendientes en paridad. Menem llegó puntero con el 25 por ciento. Ese piso lindaba con su techo para la segunda ronda y se escapó del ballottage, en la única oportunidad en que se hizo necesario desde el 83.

El cuadro actual se insinúa diferente. Menor el gap entre primero y segundo, añadido a la perspectiva de que (acaso) por primera vez sea aplicable la regla del 40 por ciento. La falta de precedentes y la prudencia de los encuestadores hacen poco serio especular al respecto aquí y ahora.

Las ambiciones de quienes están en el podio, por así decir, son lógicamente disímiles. El mejor escenario para el FpV es revalidarse hoy. Claro que si así no ocurriera quedaría posicionado como favorito para noviembre, sin que medie término de comparación posible con Menem 2003.

Para Macri, en cambio, el objetivo es que haya partido en noviembre. No hace falta ser adivino para vaticinar que ese escenario sería celebrado como un triunfo definitivo.

Ambos presidenciables están en carrera desde 2011, ya que no tenían reelección en los distritos que gobiernan, “condenados” a competir en ligas mayores. La trayectoria de ambos trasunta un grado alto de previsibilidad del sistema político. Los dos van en pos de respectivos records, excluyentes entre sí.

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Pretensiones variadas: Si Scioli recibiera la banda presidencial de Cristina el FpV superaría todos los precedentes. Hay que remontarse a la primera mitad del siglo pasado para dar con una serie de tres triunfos al hilo de un mismo partido: el radicalismo con Hipólito Yrigoyen-Marcelo Torcuato de Alvear e Yrigoyen. Es el único hat trick y acá hablamos de cuaterno.

La comparación con todos los trances anteriores a 1983 es siempre imperfecta porque la calidad institucional desde la asunción de Alfonsín es otra: un estadio superior, incomparable cualitativamente.

El pase de un líder político a otra figura que no es de su propia línea interna, sería otra primicia. No valen a este efecto, las transiciones Perón-Perón, Menem-Menem, Néstor-Cristina-Cristina por motivos palpables. Un liderazgo carismático que aúpa un traspaso de mando sin ripios a un compañero es exótico en la historia nacional, y ya que estamos en la experiencia comparada (doméstica o internacional) de los liderazgos de ese jaez.

Los records que ansía el macrismo son varios. El primero está, pongamos, al alcance de su mano. Es ser el primer partido de centro derecha que dispute la presidencia con pretensiones firmes en una votación libre y el que más sufragios cosecharía si queda en el 30 por ciento o cerca.

Podría conseguir ser la primera fuerza nacida en esta etapa que llegue a un ballotage (y eventualmente al gobierno). El Frepaso con la fórmula José Octavio Bordón-Carlos Chacho Alvarez quedó segundo en 1995 pero sin acceder a una segunda vuelta.

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Congreso, gobernabilidad, su ruta: Si se calcaran los guarismos de las PASO, el FpV quedaría muy bien posicionado en el Congreso Nacional.

En Diputados su primera minoría se haría más estrecha pues se retiran los legisladores elegidos en 2011, con el 54 por ciento irrepetible de la presidenta Cristina. De cualquier manera el bloque sería, por mucho, el más numeroso. Y lo distinguiría la presencia de muchos dirigentes kirchneristas puros, ya que la intervención presidencial se concentró y limitó a esas boletas. El candidato Scioli viene nombrando a los componentes de su gabinete sin interferencias, probando su voluntad y exponiéndose a críticas o evaluaciones que ya se están desgranando.

La apodada “Cámara alta” se renueva por tercios y los legisladores duran seis años. Ocho provincias renuevan senadores: Catamarca, Córdoba, Corrientes, Chubut, La Pampa, Mendoza, Santa Fe y Tucumán. El FpV dispone de óptimas perspectivas para ampliar su bancada. Si se calcaran los resultados de agosto podría disponer de mayoría propia (más de 37 bancas). Y hasta podría aspirar a juntar dos tercios roscando y articulando con aliados estables, peronistas federales y otros parlamentarios.

Así las cosas, fuera quien fuera el presidente electo, el kirchnerismo tendrá la llave de las leyes a debatirse. Y podría armar una mayoría contingente de dos tercios para dar acuerdo a los jueces que deberían completar a la casi desbaratada Corte Suprema de Justicia. Claro que es el Ejecutivo quien propone a los aspirantes a ese cuerpo en pos del acuerdo, lo que sería sencillo para Scioli y un embrollo para cualquier otro.

Fuente: Página 12