Esta semana se conoció el despido de un periodista de Canal 10. La disposición no solo viola las normativas nacionales decretadas por el presidente Alberto Fernández, sino que alerta por los motivos que impulsaron la medida. La banalización y la pretendida modernidad que impera en los medios locales atenta directamente contra el derecho de la información de la población, contra el sentido común del periodismo y contra el buen gusto, lo que en la TV salteña parece un valor de antaño.

 

M.B.

 

El despido de Elio Daniel Rodríguez de Noticiero de 10 puso en jaque al periodismo salteño, que desde hace varios años ve alejarse sus mejores épocas, cuando Manuel J. Castilla, Cesar Fermín Perdiguero, Carlos Skaf y otros señores eran las voces y plumas de los medios locales.

La triste salida del colega fue informada por él mismo en un posteo en su cuenta personal de Facebook, titulada ADIOS (ver recuadro). En este posteo el periodista, quien se destacara en medios radiales y televisivos líderes de nuestra ciudad (Canal 11), denunció no solamente un despido totalmente ilegal, por encontrarse vigente el decreto presidencial de Nº 329/20, firmado el 31 de marzo por Alberto Fernández y por medio del cual se suspenden por 60 días los despidos en todo el país con motivo de la pandemia Covid-19, sino que además expone una aparente falta de compañerismo y -lo que es peor- exigencias contractuales que nada tienen que ver con el profesionalismo y la experticia periodística de quienes conducen el noticiero de Canal 10.

La denuncia pública de Rodríguez explica que fue despedido por ser «anticuado y estructurado” y por no transmitir “buena onda” con “bailes o risas injustificadas”. La triste exposición que Daniel hace de su despido (ver recuadro) si bien muestra una situación puntual, particular y personal, es una gráfica de los tiempos que vive el periodismo argentino en general y el salteño muy en particular. Lo que detalla el colega obviamente es parte de la TV basura que supimos engendrar. Una suerte de daño colateral de la cultura del ninguno, que semanas atrás este semanario señalaba en torno a la Secretaria de Cultura, Sabrina Sansone, máximo exponente del show berreta, devenido en cultura institucional. Así como la funcionaria saltó del ordinario programa “Bailando por un sueño” a la “cultura de buscas”, la realidad comunicacional de Salta está a un zapping de distancia.

En la última década al amparo de la publicidad urtubeycista proliferaron los canales televisivos de aire, como los hongos tras la lluvia. Lejos de traer esto mayor calidad y pluralidad a la oferta comunicacional salteña lo cierto es que la realidad se tornó en más patética, cuando no profundizo el discurso único que esa misma pauta oficial suele traer aparejado. Horas de programación folclórica, dibujos enlatados y mismas en vivo, pueblan hoy la programación salteña, dejando solo lugar a nacientes estrellas del calibre de Cecilia Daltamura o similares. Apenas unas caras bonitas sin mínima preparación intelectual, cuyo único rol es ponerle el micrófono a quien paga la publicidad oficial de turno. Imágenes dantescas donde presuntos periodistas bailan, cantan y divierten, como una forma de evitar informar lo que nos pasa. En este marco, y sin informar a la población lo que ocurre, lejos están estos canales y emisoras de formar al ciudadano en temas de cultura general o pensamiento crítico. Extensos informes sobre la caliente liga del interior o los goles que señores gordos y pelados anotan en el club Los Profesionales, son moneda corriente.

Este nuevo periodismo de felatio es común denominador en una pantalla que pareciera romperse si transmite un documental por error. Una frase del posteo de Daniel Rodríguez habla por si sola de nuestra realidad: “siempre busqué informarlos acerca de lo que pasaba, quise acercarme a sus padecimientos y angustias con mis comentarios, que siempre traté de estar cerca de la gente, más que con bailes y risas injustificadas, con opiniones que los ayuden y con el abrazo de mis palabras que buscaron comprenderlos y de alguna manera representarlos en sus problemas y sus pesares”. Tres líneas que denuncian ese vacío de contenido que tienen hoy la mayoría de los medios de comunicación salteños, meros cómplices de quienes someten a todo un pueblo, por no saber ocupar el lugar de barricada al que fueron llamados.

De más está decir que las carnestolendas entidades que representan a medios y periodistas locales ni emitieron comunicado u opinión alguna sobre el injustificado despedido de Rodríguez. Ojalá así lo hagan, para no ser más que convidados de piedra en las fotos del poder.  Desde la humildad de la trinchera, y alejados de toda soberbia, quienes componemos Cuarto Poder, queremos acercar nuestra solidaridad al colega despedido, recordando siempre para qué estamos aquí haciendo periodismo. Tal como nos enseñara el gran Albert Camus, creemos que “El periodista debe ser abogado del hombre común y fiscal del poder”

Dejaron a una familia sin trabajo y sin el sustento 

Carta

ADIÓS

Quiero informarles a mis amigos, a las personas que me conocen y que me quieren, que desde hoy ya no formo parte de Noticiero 10 (Canal 10). La desvinculación de ese programa, que me fue comunicada ayer, se tomó en virtud, según se me explicó, de las quejas por mi «falta de conexión con el equipo» que habrían denunciado varios de mis, ahora, ex-compañeros. También se me señaló que, según muchos, soy «anticuado y estructurado» a la hora de presentar noticias. De todos modos agradezco a las autoridades del canal el haberme convocado para hacer estos dos meses el informativo, tarea para la cual estudié y me formé durante gran parte de mi vida, y por haberme permitido, aunque ya no lo haré porque anímicamente no estoy en condiciones de hacerlo, despedirme de mis televidentes. A ellos, a las personas que me miraban en el noticiero, quisiera decirles que, más que trasmitirles «buena onda»», siempre busqué informarlos acerca de lo que pasaba, que quise acercarme a sus padecimientos y angustias con mis comentarios, que siempre traté de estar cerca de la gente, más que con bailes y risas injustificadas, con opiniones que los ayuden y con el abrazo de mis palabras que buscaron comprenderlos y de alguna manera representarlos en sus problemas y sus pesares. Esa es la manera en que concibo a los informativos. No pretendo divertir a la teleaudiencia con las noticias; para eso no sirven las noticias. Las noticias sirven para que sepamos qué pasa y qué podemos hacer para mejorar eso que nos pasa. Las noticias sirven para comprender, para cambiar para mejor, para hacer evolucionar nuestra sociedad. Pero eso no es lo que entienden todos, y mucho menos los que aparentemente se quejaron de un compañero al que dejaron sin trabajo, y a una familia sin el sustento económico necesario en un momento tan difícil, por un motivo tan abstracto como lo es una supuesta «falta de conexión con el equipo». Nunca le hice mal a nadie a propósito. Siempre traté de ayudar, nunca me quejé ante un jefe por la impericia, mala voluntad, distracción o ineptitud de un compañero de trabajo. Antes, siempre preferí hablarlo personalmente. Pero entiendo que no todos deben comportarse de la misma manera. Lo entiendo, pero no me gusta. Ahora vuelvo, una vez más, a dejar las noticias. Igualmente no pretendo con esto victimizarme. Siempre creí en el mañana, en el día después, en lo que surge cuando una puerta se cierra. Sé que la vida me espera con una bicicleta en la vereda para seguir paseando por sus maravillas. Solo quiero informarles que ya no estaré junto a ustedes a las 19 desde el noticiero como estos dos meses que pasaron y que me hicieron muy feliz. A los queridos amigos que acompañaron mis noticias, les mando un fuerte abrazo.