El 10 de Octubre del año 2.013 en ocasión de una sesión ordinaria del Consejo Superior de la UNSa que no se concretó porque los consejeros oficialistas no dieron quorum, se dio inicio a la Toma que duró 31 días. (F.H.)

Los memoriales ameritan balances, algunos nos posicionan en una reflexión de cara a una acción que continúa en proceso mientras que otros no hacen más que ataviar una nostalgia por lo que fue. Aquello que pareció tener potencial para seguir pero que lentamente fue pasando de lo evanescente a lo prácticamente inexistente.

El 10 de Octubre del año 2.013 en ocasión de una sesión ordinaria del Consejo Superior de la UNSa que no se concretó porque los consejeros oficialistas no dieron quorum, se dio inicio a la experiencia de lucha que se conoció como La Toma. Por otra parte, la maniobra de los consejeros cipayos del Rector Víctor Hugo Claros aunque deliberada, fue torpe; al enterarse que los consejeros de la Facultad de Humanidades pedirían la reconsideración, argumentada, de la resolución 340 dictada en un despacho doble -es decir que se tuvo que votar conjuntamente con la 339- pegaron el faltazo a sus obligaciones representativas.

Brevemente, la resolución 340 impedía el llamado a concursos docentes por parte de la Facultad por ser acusada de generar déficit, pérdida. La 339 a su vez respondía a una demanda de cuatro docentes de Humanidades que habían dejado de percibir sus haberes de manera inexplicable, de allí la animosidad que se detectaba en el despacho doble de ambas resoluciones, si se votaba en contra de la 340 también se iba en contra del pago del legítimo haber de las afectadas. El pedido de reconsideración que pacíficamente se intentaría aquel 10 de Octubre sólo se efectivizó poco más de un mes después, a través de la presión y desestabilización política que propició La Toma.

En primer lugar no hay mucho que decir sobre lo despótica que resultaba la medida, si la acusación en sí misma resulta no menos que irrisoria: tratar de deficitaria a una unidad educativa pública no tiene demasiado sentido, la educación no es una entidad con fines de lucro, claro que en términos económicos lineales generara “pérdida” pero no se trata de costos sino de inversiones.

El desparpajo político que caracteriza al Rector -funcionario del Romerismo hace lustros, Decano de la Facultad de Económicas como representante de la Franja Morada, amigo mediático del Gobernador Urtubey y aliado en las últimas elecciones de la agrupación del FPV provincial, FPU, como así también del radicalismo universitario- no distorsiona su determinación ideológica: un paladín del libre-mercado que más que concebir a la educación como un espacio de construcción de ciudadanía lo comprende como una firma empresarial.

Evidentemente la amabilidad que estrecha oportunamente a la gestión provincial del Gobernador con la de Víctor Claros en la Universidad tiene una misma matriz ideológica orientada al mercado. Así como el contador Claros ocupa el comando de la academia salteña, por voto calificado, Urtubey por decisión estratégica, le cede la titularidad de la cartera de Educación, Ciencia y Tecnología al contador Roberto Dib Ashur. Por eso se construyen más escuelas, se reparten más y mejores TIC`s y hasta se aumentan los indicadores de inscriptos, pero muy poco se hace en función de trabajar sobre las nuevas cogniciones que inspiran esas nuevas tecnologías, por diversificar los contenidos de la currícula o por terminar de instrumentar la jornada extendida que amplíe lo que ofrece el ámbito educativo.

Entonces la gestión de la educación grita a los cuatro vientos la importancia de la calidad educativa -aunque no invita a discutir sus parámetros- pero silba bajito cuando se le pregunta por la cualidad educativa.

Volvamos al terreno específico universitario, aún más localizado en nuestra Universidad Nacional de Salta y analicemos la gestión del Rector en sus propios términos eficientistas para ver cómo eso puede ser leído como el antagonismo al espíritu que caracterizó a La Toma.

Es la conducción que se jacta de llevar la universidad al pueblo con su política de abrir sedes en el interior provincial -Rosario de la Frontera por ejemplo-, pero la matrícula de alumnos en esos lugares -ampliando la calidad educativa, claro está- permite que haya más de un docente por cada alumno; eso no hace más que demostrar que mucho más redituable sería becar a los estudiantes en la sede central -con becas óptimas para su estadía y estudios- que abrir sedes en las que se brindan cargos para amigos de los amigos, o hijos de los amigos como es el caso de los Isola: el padre, Miguel,comparte cátedra con su hijo Nicolás, que por supuesto ganó su lugar en un concurso público que nada tuvo de arreglado a pesar que el menor de los Isola no acreditaba ninguna experiencia en docencia universitaria ni grandes titulaciones que le valieran el cargo que ocupa (Jefe de Trabajos Prácticos de la asignatura Administración Financiera en la sede Tartagal).

En otro orden de su gobierno, Claros ha determinado que era insoslayable construir en la puerta de ingreso de la UNSa un portal -estimado por encima de los $50.000- para hacer más atractivo el acceso al campus. Además el campus universitario también está cada vez más vistoso y moderno, no sólo se amplió la seguridad abarrotando de cámaras cada terminación angular de la infraestructura universitaria, sino que también se avanzó en pavimentaciones dentro de las calles internas que las utilizan sólo los que van en vehículo. Se nota cierta impericia en la gestión de los fondos, más si se tiene en cuenta que aún no se han inaugurado la segunda parte de las aulas norte -proyecto edilicio dilatado durante las dos gestiones de Claros, ya que los fondos para ejecutarlo fueron tramitados por la ex-Rectora Stella Bianchi-, o no sé ha ampliado el cupo y sitio del comedor estudiantil.

Esta impericia conjugada con una cuota bastante suntuosa de arbitrariedad y fetiche de poder suscitó que aquel pliego de reivindicaciones que se enarboló como bandera de La Toma, quede en el olvido a pesar de las promesas post-acto tomista que había vertido el Rector en una sucesión de medios afines. Sólo se derogó la 340, beneficiando el reclamo inmediato que afectaba principalmente -pero no exclusivamente- a los docentes. En la sesión que repuso las reuniones del Consejo Superior luego de la Toma no sólo se dejó sin efecto la 340 sino que se prometió atender a todo el pliego organizando comisiones de trabajo. Esto no se cumplió, algo a lo que Claros parece haberse acostumbrado dado que algunas de sus promesas de campaña como el albergue estudiantil o la obra social para alumnos nunca se avizoraron en acciones concretas.

Ciertamente la fuerza de La Toma, en tanto que movimiento de resistencia, ha caído dadas divergentes causas que sólo mencionarlas demandaría la prolongación innecesaria de este artículo. Más aún existe un espíritu de latencia que se atrinchera en los que se oponen a esta política mercantil de recorte. Ese espíritu está agazapado pero también desarticulado, diezmado por dinámicas de lo socio-político que debilitaron su efervescencia y re-posicionaron en este 2.014 la figura del Rector; de todos modos, tal y como las mitologías de regeneración adoctrinan, esa impronta puede recuperarse de un momento a otro y poner en jaque la continuidad del modelo de cara a las elecciones universitarias venideras a principios de 2.016.

En ese sentido no puede dejar de mencionarse que, en vísperas del aniversario de La Toma, todos los que fueron parte se preocuparon, se reunieron y en clara actitud de reminiscencia actualizaron su disconformidad organizando unas Jornadas en el Salón de Usos Múltiples de la Facultad de Humanidades; la sucesión del rectorado será una arena de disputa en la que mucho tendrá que ver qué tanto pueda re-establecerse de forma unificada ese movimiento de oposición, sea para que continúe el modelo de universidad neo-liberal o sea para que se establezcan modelos más cercanos a la democratización de la casa de altos estudios.