A dos días de haber sido inaugurados los nuevos puestos para la venta de libros en el parque San Martín, los comerciantes ya presentaron las primeras quejas: poco espacio para la exposición, también para guardar, el material con que se hicieron no sirve para proteger, etc. Los más de 3 millones y el año y medio que duró la obra parece que no sirvieron de mucho.
Uno de los grandes inconvenientes que señalan los vendedores de libros del parque es que jamás fueron consultados por las necesidades básicas de un puesto de estas características: espacio, durabilidad y protección. “Tenemos solo el 40% de los libros acá, el resto sigue en el otro puesto y en mi casa, así no los voy a vender. Lo que más nos molesta es que nos quieren venir a decir cómo tenemos que trabajar cuando llevamos más de 20 años en esto. Ellos nos tendrían que haber preguntado qué necesitamos y en base a eso armar los puestos. Al no poder exponer todos los libros que tenemos, no podemos venderlos. Esto nos perjudica muchísimo, sobre todo en esta época que los únicos que compran libro son los turistas porque las clases ya terminaron”, señaló uno de los libreros luego de la entrega que realizó la municipalidad días atrás del renovado segmento del parque que ganó en cemento y perdió en comodidad para los libreros. El otro problema es el material con el que fueron construidos, si recordamos los anteriores eran de metal, un color verde medio feo, pero metal al fin. En cambio los actuales están hechos con durlock, un material conocido no precisamente por su resistencia, sino por su practicidad a la hora de levantar edificaciones precarias. “Le pegás fuerte a la pared y le hacés un hueco, desde ahí te podés llevar todos los libros. Tenemos guardias de seguridad, pero no sabemos hasta cuándo y por eso estamos preocupados”, mencionó otro puestero tirando un dato para nada menospreciable. De los 3.162.000 pesos enviados por el gobierno nacional con que se realizó la obra del parque, que incluyó no solamente los nuevos y poco funcionales puestos, sino también remodelación de esculturas, mucho cemento en el piso y algunas flores por ahí, al parecer muy poco fue destinado a las necesidades de los vendedores de libros, quienes además exigieron se construya una galería para que la gente que asista al lugar pueda ver en exposición todos los libros, no sólo los pocos que entran en cada puesto. El problema radica en que el dinero de esta obra saldrá del bolsillo de los mismos puesteros, quienes ante las circunstancias se verán obligados a pagarla o ver disminuido su negocio. “No nos dejan poner mesas para exponer los libros y si no los mostrás no los vendés, sobre todo las novelas, los libros de autoayuda y los cuentos infantiles. El lector necesita el contacto directo con el libro, tocarlo, hojearlo, leer algunas partes, para después comprarlo”, dijo otra mujer decepcionada con esta nueva obra de la municipalidad que mejora la ciudad…