Este espacio se destina a reproducir testimonios de mujeres que sufrieron la violencia machista. Hoy habla Rocío de 27 años. Vive en zona oeste Barrio El Rosedal, es estudiante de Comunicaciones y madre de dos niños de 6 y 1 año y medio.

Soy hija de laburantes, siempre me manejé de forma independiente, cuando terminé el colegio a los 18 años decidí buscar trabajo para ayudar económicamente en mi casa. Era el año 2007 y vi un aviso en el diario de que un conocido local de comidas rápidas de la peatonal Alberdi y San Martín que buscaba mozas. Me presenté a la entrevista con el dueño que me hizo un par de preguntas y para mi alegría me dijo que podía comenzar el próximo viernes.

El primer día noté que el ambiente laboral era hostil; los dueños y hasta los mismos empleados no me trataban muy bien. Al día siguiente, el sábado, uno de los dueños se acercó y me hizo preguntas más personales. Al final me preguntó si yo estaba dispuesta a tener relaciones con él y que ahí todas las chicas habían pasado por él o su socio. No sabía bien cómo reaccionar pero mi respuesta fue un NO, yo no soy así le dije, a lo que contestó “vos ya vas a ver que vas a querer”… no hice caso al comentario y seguí con mis cosas. Al otro día, domingo, el dueño con el que había tenido la charla llegó y me pidió que no fuera más porque no servía para el trabajo.

Después de ese momento sentí mucha vergüenza porque pensé que de verdad había sido por mi culpa y ya no salí a buscar más trabajo, tenía miedo de volver a vivir una experiencia similar; tenía la idea de que si me contrataban era porque “me tenían ganas” o iban a pedirme algo que no quería hacer.

No se lo conté a mi familia y pasó mucho tiempo hasta que lo hice medio como al pasar. Un tiempo más tarde comencé a trabajar de nuevo en un servicio de catering y si bien ahí las cosas fueron mejor tuve algunos problemas con personas, varias de ellas mujeres, que decían que yo iba a presumir y que me vestía para provocar. Me pasaron muchas cosas relacionadas a mi apariencia y eso hace que sientas vergüenza por como sos cuando son los demás los que tienen el problema.

Mi expareja, el padre de mi hija más chica, me decía que era una puta por cómo me vestía y que yo me la pasaba provocando. Viví con él un poco más de 8 meses, desde finales del 2014 hasta mediados del 2015 y por supuesto mientras estábamos de novios fue todo perfecto pero sí me daba cuenta que era muy celoso.

Cuando me mudé con él las cosas cambiaron totalmente, primero me hacía sentir culpable de cómo me veía, decía que yo aprovechaba cualquier excusa para salir con otros tipos y con el tiempo cualquier cosa le comenzó a molestar. No le gustaba que tuviera amigas o que fuera a visitar a mi familia. Un día cuando volví de ver a mi madre se encerró en la cocina y abrió las llaves de gas, amenazaba con cortarse con un cuchillo porque pensaba que yo no quería estar con él, mi hijo más grande entró al rato y vio la escena con el charco de sangre.

Vivía en un estado de completo sometimiento físico y mental; todos los días se iba y me dejaba encerrada con llave. A veces no me dejaba salir ni para comer, no me daba plata para mis gastos y no quería que trabaje ni estudie. Yo no me defendía porque tenía miedo de que le haga algo a la bebé que en ese momento estaba en la panza; me llegué a creer que todo era mi culpa aunque yo en el fondo sabía que era él el que estaba mal. Él decía que me pegaba porque yo lo provocaba, incluso cambié mi apariencia para parecer una “mujer de bien” como él quería.

Sin la ayuda y apoyo de mis amigas no sé qué hubiera pasado. Mi ex decía que todas eran una “feministas de mierda” y después se iba sacar fotos en las marchas de #Niunamenos para subirlas al Facebook pero yo sabía que era falso, una careteada.

Un día de los peores me golpeó la cabeza una y otra vez contra la pared del baño mientras me ahorcaba y gritaba que era una puta.

Con el tiempo comencé a leer notas sobre violencia a la mujer, también una amiga me llevó a consultar a una abogada especializada en estos temas. Yo me daba cuenta que todo lo que estaba viviendo era terrible pero no encontraba la forma de salir. Un día le inventé una excusa y conseguí que me dejara la llave entonces me armé de valor, llamé a una amiga que pasó a buscarme y me escapé a la casa de mis padres.

Hoy no quiere hacerse cargo de la manutención de su hija y estamos en juicio. Me cuesta mucho recuperarme e intentar sobreponerme por mi misma y por mis hijos. Yo que decía que ningún hombre me iba tratar así nunca no solo dejé que pase sino que además lo naturalicé.