Para hablar de dictadura y plan económico conviene recordar la carta que Rodolfo Walsh remitiera a la Junta Militar el día que fue secuestrado y desaparecido. Un discurso de Roberto Ulloa confirma la tesis de Walsh en la provincia. (D.A.)
La frase es la siguiente: “Estos hechos, que sacuden las conciencias del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino (…) En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.
A esa frase le antecede la larga descripción de los tipos de represión puestos en marcha en marzo de 1976 y que Walsh aseguraba que sólo podían explicarse por la necesidad de esa Junta de imponer un modelo económico profundamente antipopular.
Salta no fue ajena a ello. Las medidas anunciadas por El Tribuno días después del Golpe de Estado lo confirman. También los discursos del gobernador de facto Augusto Ulloa, que asumió en abril de 1977 y fue ratificado en el cargo en mayo de 1981.
Detengámonos ahora en uno de esos discursos que pueden leerse en una publicación de la Secretaría General de la Gobernación de aquel entonces. Emitido el 4 de octubre de 1980 en la provincia del Chaco y ante el mismísimo Leopoldo Fortunato Galtieri, Ulloa decía: “En Salta salimos a abrir caminos: 490 kilómetros de caminos pavimentados, nuevos; 700 enripiados. Salimos a invitar a los empresarios a jugarse junto a nosotros (…) Y ya más de 200.000 hectáreas incorporadas a la agricultura, desmontadas en tres años, nos están dando la idea de esa respuesta que recibimos de los hombres que son capaces de jugar su capital y de poner su tecnología y su trabajo al servicio de esta gran aventura que es conquistar la llanura chaqueña”.
Evitemos aquí la crítica ambiental porque el llamado “sentido histórico” aconseja no hacerlo en tanto, en aquel momento, se conocía poco y nada de la problemática ambiental. Lo que sí se conocía era eso que Rodolfo Walsh denunciara en su carta a la junta: que el programa económico tenía, entre otros pocos privilegiados, a la vieja oligarquía ganadera que se favoreció de un “aumento del 722% en los precios de la producción animal en 1976”, lo cual definía “la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda” quien se asombraba antes, como hoy se asombra el macrismo, de que hubiera gente insistiendo en que los alimentos debían ser baratos.
Pero hay un detalle aún más sorprendente que debiéramos remarcar: el modelo agrario que el gobernador de facto Roberto Ulloa reivindicaba entonces, goza hoy de excelente salud en provincias como la nuestra, donde viejos y nuevos terratenientes apelan a las nuevas tecnologías para arrasarlo todo y al Estado neoliberal para diagramar una ingeniería legal que hace de nuestra provincia una provincia insólita: explotar recursos naturales provinciales que se venden al mercado internacional en forma de alimentos que podrían saciar el hambre de millones, aunque acá los niños se mueran por no comer.