Las personas que no cuentan con servicios básicos en sus domicilios ahora piden poder vivir dignamente; esta es la imagen que se repite en varias zonas de la capital salteña. Crecimiento poblacional, falta de planificación y ordenamiento urbano son las constantes locales. (Andrea Sz)
A 15 minutos del casco céntrico de la ciudad, Jesús y su familia no tienen ni agua ni cloacas, tampoco luz. Cae la noche en el barrio “Nuestra Señora del Luján” y Jesús prende una vela para poder verles las caras a su esposa e hijo. En un balde, junta un poco de agua desde la manguera que pusieron clandestinamente en la entrada del barrio “Aunque sólo sirva para lavarnos un poco”, dice. Así no solamente vive Jesús, también lo hacen varias de las familias que habitan las 7 manzanas que tiene el asentamiento.
Hace 5 años más o menos que las familias empezaron a instalarse en lo que hoy es el barrio “Nuestra Señora del Luján”ubicado en la zona este de la capital salteña, cerca del predio de la empresa La Veloz del Norte y de barrio La Fama. Por la zona además se encuentra el predio de la Cerámica Del Norte, es por eso que se hace más fácil reconocerlo como “barrio ex Cerámica”, los paredones construidos por la empresa dan cuenta de esa cercanía: “La Cerámica que ahora está haciendo otro paredón más, no se da cuenta que esa especie de polvillo se viene para el barrio y contamina todo”, menciona Jesús señalando el lugar donde obreros levantan otro paredón que limitará el barrio de la planta industrial.
El asentamiento empezó a resonar en los medios 2 años atrás cuando en pedido de energía eléctrica y cloacas los vecinos cortaron las calles y salieron a manifestarse. De esa fecha hasta ahora lograron que a las casas de las manzanas más cercanas a la avenida Yrigoyen les llegue el servicio eléctrico, sin embargo la lucha por el agua continúa “En la entrada, sobre la avenida, pusimos una manguera que se enganchó de una boca y de ahí nos abastecemos de agua, pero sólo de noche llega, a mí y a las familias que vivimos en las manzanas de atrás del barrio no nos llega por la poca presión, estamos con baldes y tachos de aquí para allá”, cuenta a Cuarto Poder Jesús Valdez, vecino del barrio.
“No nos llega ni la luz del agua, menos el enripiado” dice Jesús y agrega “hace dos años que venimos luchando por esto. En estos días los concejales del PO, estuvieron viniendo al barrio y nos han ayudado sacando partes de prensa. Ahora vamos a tener una entrevista con el Secretario de Obras Públicas, el Ingeniero García para discutir soluciones a nuestros pedidos”, recalca el vecino.
Sin ripio no pasa nadie
Las casas del barrio son pequeñas, casi todas en pleno proceso de construcción. Por las puertas y ventanas se ven asomarse mangueras, afuera en las no veredas, vecinos con baldes van y vienen buscando el líquido elemento.
Ninguna de las calles que forman parte del barrio en donde habitan cerca de 350 personas, está pavimentada. Se ve afuera de las viviendas agua y barro, por ahí intentan pasar mujeres y niños con delantales, también, las muchas motos que logran sortear los pozos. “Aquí viven muchos policías, trabajadores del servicio penitenciario, albañiles, hay de todo” comenta Jesús, que trabaja especialmente con su moto, “trabajo en una mensajería, pero todo el día trato de moverme, trabajo de lo que puedo”, dice, y agrega “en el barrio hay mucha gente trabajadora, gente que quiere tener su propia tierra con todos los servicios como corresponde. Nosotros antes vivíamos en un lugar alquilado, por aquí cerca en Villa Soledad y después con algunos vecinos nos dimos con que estas tierras estaban vacías y nos fuimos viniendo para aquí. Hablamos en un primer momento con Barreto a cargo en ese entonces de Tierra y Hábitat y nos dijo que nos quedemos, después desde Obras Públicas vinieron e hicieron una especie de planeamiento del barrio, se pudo conseguir el tendido eléctrico sólo hasta algunas manzanas del barrio y que por ejemplo pueda entrar el basurero porque ya éramos muchos y la basura demasiada”, manifestó Jesús.
Aparte del agua y de la luz, servicios fundamentales para poder vivir, en el barrio también necesitan el enripiado. Los vecinos tienen que salir de sus casas con bolsas envueltas en los pies para no pisar el barro. “Más complicado para las mujeres y niños, que terminan cayéndose. Nosotros contratamos camiones que ponen tierra en los lugares más peligrosos y más profundos, pero con la lluvia se termina haciendo barro. Así como está nadie quiere entrar al barrio, ni siquiera las ambulancias” dijo el vecino.
La casa de Jesús se encuentra en una de las últimas manzanas del barrio, una de las más perjudicadas, ya que se hace más difícil el acceso. Antes de que se asienten en esos terrenos cuenta Jesús, en el lugar había una laguna que después con tierra se fue tapando para ser habitada, sin embargo, los rastros de ella aparecen seguido “hay muchos pozos y lugares directamente inaccesibles, yo al igual que casi la mayoría que andamos con moto, se nos hace complicado pasar. Nosotros necesitamos respuestas ahora, no queremos seguir esperando más años”, finaliza Jesús.
Un pedido urgente y justo, mientras el IPV sigue entregando casas a dedo a gente que tal vez ni la necesita.