La escuela destruida por el temblor del 17 de octubre en El Galpón sigue inutilizada mientras el edificio que debe reemplazarla no se termina. Cerca de  500 estudiantes primarios seguirán apretujándose con los 300 secundarios de la escuela Técnica. (D.A.)

El temblor ocurrió justo cuando los peronistas se aprestaban a celebrar el Día de la Lealtad: el 17 de octubre del 2015. A cuatro meses de la tragedia que se cobró la vida  una mujer y docenas de construcciones, una visita rápida a la localidad de El Galpón evidencia que el ideal de comunidad organizada que pregonaba el fundador del justicialismo es sólo peronismo imaginario en la provincia.

Así lo refleja la actual situación de la escuela primaria Magdalena Guemes de Tejada que sólo por el esfuerzo de la comunidad que accionan encuentra respuestas a los problemas ocasionados por el sismo. El gobierno y el Estado, mientras tanto, planifica poco y ejecuta a destiempo. Justo al revés de lo que la máxima peronista exigía para el logro de una comunidad organizada.

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Clausurada tras el temblor que derrumbo varias aulas, cerca de 500 estudiantes primarios debieron tomar clase en una “escuela prestada”. La situación se presentó como transitoria porque el gobierno prometía culminar antes del inicio de clases la construcción del edificio escolar que habían empezado a construirse antes del temblor. Los trabajos, sin embargo, no terminan. “Calculo que en dos meses esto ya se puede abrir”, declaraba a Cuarto Poder, hace una semana, uno de los seis obreros que realizaban tareas en el interior de la obra.

“Si hubieran trabajado a destajo, la escuela ya habría estado terminada. Pero dicen que el gobierno adeudaba dinero a la empresa”, opina Martín Gímenez, un joven que adquirió protagonismo al organizar brigadas vecinales que tras el sacudón de la tierra, se encargaron de remover escombros, apuntalar construcciones afectadas, reciclar materiales para levantar medianeras destruidas, instalar carpas de urgencias para familias afectadas, gestionar cinco casas prefabricadas y ayudar con las mudanzas obligadas. El reconocimiento les llegó incluso desde el Vaticano: Cristian Gallardo, el sacerdote del lugar hasta hace cinco años, volvió de Roma con un rosario bendecido enviado por el Papa Francisco.

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El estudiante ideal

La solidaridad también caracterizó a los directivos y estudiantes de la escuela técnica Juan Domingo Perón. Un moderno establecimiento que se levanta al frente del cementerio local y que fue inaugurado en agosto del 2007. El mismo fue literalmente dividido en dos para que los niños de la escuela Tejada tomaran clases y sintieran, además, que la parte del edificio que ocuparon les era de uso exclusivo.

Las aulas que antes de la mañana fatídica eran utilizadas por estudiantes secundarios, cobijaron luego a los niños de primaria, tal como lo prueban las cartulinas con inscripciones propias de tareas pedagógicas de ese nivel. Un portón prolijamente improvisado en octubre del 2015, separa esa parte del predio del ala donde antes funcionaban los talleres técnicos en donde ahora se montaron aulas y oficinas donde directivos y docentes cumplen tareas administrativas.

Lo que era la sala de industrialización, por ejemplo, ahora es la preceptoría, secretaria y dirección; la sala de agricultura hace ahora de aula. La falta de espacio es tal, que hasta los albergues destinados a los estudiantes que permanecen en el lugar durante la semana devinieron en lugares de estudio. Situación que obligó a los jóvenes albergados a apretujarse en espacios más reducidos que carecen de las comodidades que el clima de El Galpón hace necesario: aire acondicionado. Eso explicaría un hecho a priori paradójico: muchos de los 300 estudiantes secundarios celebran, al decir de los docentes, tomar clases en los tráiler dispuestos por el Ministerio de Educación de la nación que cuentan con aire acondicionado.

El calor agobiante y la certeza de estar abandonados a su suerte, imprime a los docentes entrevistados una sensación de abatimiento y mal humor. Aceptan que un hecho excepcional como lo fue el sismo del 17 de octubre obligaba a todos a tolerar con solidaridad y alegría las condiciones excepcionales para las tareas educativas. Pero la rabieta les estalla cuando piensan que ni ese hecho excepcional modifica el poco compromiso del gobierno con las problemáticas ocasionadas por el sismo.

Para el colmo, el pasado reciente les refuerza cierta convicción de que nada cambiara en el corto plazo. “Antes del temblor las condiciones de la escuela primaria ya eran precarias. Hace tres años hicimos una marcha pidiendo que la pongan en condiciones porque es una escuela de casi cien años. Vino un tal licenciado Barrios. Escucho los reclamos pero lo único que hicieron es revocarla en algunos lados y darle un toque de pintura. Por eso el temblor la dejó como está. Menos mal que era sábado y a las 8 de la mañana. Lo primero porque no había chicos, y lo segundo porque a partir de las 9 de la mañana de los sábados ahí se imparten talleres de oficios y esas cosas”, declara una docente que por razones obvias pide reservar su identidad.

A ella y muchos otros, sólo les queda una esperanza: que la típica somnolencia gubernamental se tome descanso al menos en esta cuestión.