George Orwell decía que “periodismo es publicar lo que alguien, sobre todo el gobierno, no quiere que publiques”…lo demás son relaciones públicas. Por Alejandro Saravia

Orwell es el autor de 1984,  una novela política de ficción distópica, escrita entre 1947 y 1948 y publicada el 8 de junio de 1949. La novela popularizó los conceptos del omnipresente y vigilante Gran Hermano o Hermano Mayor,  de la ubicua policía del Pensamiento y de la neolengua, en la que se reduce y se transforma el léxico con fines represivos, basándose en el principio de que lo que no forma parte de la lengua, no puede ser pensado. ¿Recuerdan cuando no se podía mencionar la palabra inflación o no se podía medir la pobreza? Bueno, algo así.

 

También escribió “Rebelión en la granja”, una sátira política, de la que sobresale una frase comúnmente citada. En la granja, decía, “…todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”. Pues bien, y sólo como para dar un ejemplo gráfico, en nuestra granja social los que son más iguales que otros son los que recibieron las vacunas en los vacunatorios VIP, es decir, por fuera de los turnos que se habían estipulado por razones de edad y/o trabajos de riesgo, los privilegiados. Está claro?

Y ya que estamos hablando de vacunas, concluyo con el tema diciendo que no entiendo mucho de ellas, en definitiva lo mismo que cualquiera persona común que no sea un científico, pero sé sumar porque en mi infancia no se cerraban las escuelas como ahora y me doy cuenta de que si sólo se vacunó al 6% de la población de riesgo, o miramos la letalidad existente en nuestro país a raíz de la pandemia, ello no es un éxito sino un fracaso. Máxime cuando fue el que mayores voluntarios aportó para probar la vacuna de Pfizer, 5800 personas, y también las de Oxford, Astrazeneca. Si a esa posición ventajosa objetivamente, sumamos las vacunas ofrecidas conforme al sistema COVAX, de las que sólo se aceptó el 10%, surge que pudimos disponer de 38 millones de dosis para principios de año como consecuencia de ello y hoy padecemos para conseguir una parte ínfima de ese monto, tardíamente. Malas decisiones, malas negociaciones, mala gestión, nos hicieron desaprovechar esa oportunidad, nos llenaron de muertos, de contagiados y de sucesivas olas.

 

¿O acaso ahora no recuerdan cuando lo hacían pasear por todos los canales de televisión como a una estrella al Dr. Federico Polack, quien trabajaba conjuntamente con ambos laboratorios y, después, cuando arreglaron con los rusos porque supuestamente esa vacuna era progresista, aun viniendo de un envenenador serial como Putin, lo hicieron desaparecer del mapa a nuestro crédito Polack, a nuestra gran esperanza blanca? No seamos hipócritas.

 

Estamos, como país, como sociedad, tan empantanados que alcanza, para mantener actualidad, con reiterar columnas escritas hace tiempo. Por ejemplo, para explicar el enamoramiento con la Sputnik de Putin podríamos reiterar aquella columna titulada ”Ni yanquis ni marxistas”. 

 

O bien, para explicar el fallo de la Corte Suprema de Justicia dado a conocer el martes pasado, podríamos remitirnos simplemente a la columna titulada “Razonabilidad”, en la que, a través del cuento infantil “El Principito”, explicaba que toda orden para ser obedecida tenía que ser razonable, como decía el Rey del cuento. 

 

La razonabilidad se vincula a la proporcionalidad que debe haber entre dos extremos, a la relación correcta entre causa y efecto. A la armonía entre medios y fines. A que cuando se da una orden ésta tiene que estar fundamentada, motivada, es decir, que se debe explicar esa relación, los motivos que la sustentan, y de qué modo esas medidas, esas causas, van a servir para producir esas consecuencias, esos efectos.

 

Pues bien, eso es lo que le dijo la Corte Suprema al titular del Poder Ejecutivo nacional al declarar inaplicable el DNU 241 de este año, en el que ordenaba que en el AMBA, ámbito inexistente administrativa e institucionalmente, como en aquella columna dijimos, las escuelas debían mantenerse cerradas. Todas las demás provincias podrían adoptar el criterio que creyesen conveniente, menos la CABA, Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el conurbano, es decir, parte de provincia de Buenos Aires.

 

Recordemos que la CABA, desde la reforma constitucional de 1994, goza de la misma entidad jurídica y política que todas las demás provincias federadas. Los que más insistieron con ese argumento fueron los jueces Rosatti y Maqueda, constituyentes de 1994 por el peronismo, al igual que la vicepresidenta, Cristina Fernández, que parece que cuando se trató ese tema en  la Convención Constituyente, pegó el faltazo.

 

En conclusión: cuando el pasado deje de ser nuestro futuro quizás tengamos una salida. Mientras tanto aquellas viejas columnas seguirán teniendo rigurosa actualidad…