Duras sospechas recaen sobre su cercanía al poder y la gran cantidad de licitaciones ganadas. Es uno de los apellidos implicados en la causa de las facturas truchas. Actualmente es la constructora más favorecida por el municipio capitalino. Una trama de relaciones con el poder municipal, el rugby, millonarias inversiones en franquicias en el Paseo Güemes y presuntos testaferros. Hasta la Auditoría de la Provincia los tiene en la mira por las continuas redeterminaciones de precios.

Por Alfredo Palacios

No caben dudas que la gran caja del Estado es la obra pública. Se trata del negocio donde se amasan las verdaderas fortunas y donde queda plasmada la monumental transferencia de recursos públicos a privados. Es el gran secreto a voces, del cual resulta complicado indagar y la mayoría de los conocedores se refiere, por obvias razones, sólo off the record.

Hablar de los nombres del atesorado botín es, por lo tanto, escarbar entre los beneficiados de las jugosas mieles del Presupuesto; sobre aquellos que no aparecen en los carteles en tiempos electorales pero que abrochan para sí los mejores contratos. Alonso Crespo, Incovi, Hidroconstrucciones, Norobras, Ingeniero Medina y Dal Borgo -con sus ramificaciones familiares- son emblemas de los grandes ganadores en medio de una era de perdedores en masa.

En ese sentido, la mención a Dal Borgo es ineludible. La familia de origen italiano, se encuentra unida por un puente de plata con el Estado. Hace varias décadas atrás comenzó de menor a mayor y con el paso de los años fueron ganando obras de envergadura.

El apogeo llegaría a principios del 2000: Peatonales, puentes, bacheos, plazas y pavimentación quedaron bajo su dominio y le permitieron una increíble acumulación. Esa dicha, que posibilitó la apertura de un enorme ducto de dinero estatal, no llegó de la noche a la mañana. El prolegómeno del éxito fue gracias al laborioso ingeniero Rino Dal Bargo, fundador de la constructora, que tras su muerte a fines de 2015, pasaría a manos de sus hijos. El trabajo acumulado de antaño, fortaleció a la empresa, aunque en rigor no fue solo eso, sino también la capacidad de sus directivos para establecer relaciones con el poder.

Mientras el volumen de trabajo se multiplicaba para los Dal Borgo y otros contratistas, el  municipio perdía notablemente capacidad de obra. Paralelamente resultaba imprescindible contratar servicios de terceros y casualmente solo un puñado de empresas estaban en condiciones.

En el año 2014, con un crecimiento difícil de emular, se conoció un movimiento que no pasó para nada inadvertido. Bajo el nombre de Norte Áridos, Augusto Dal Borgo, empezó a operar por fuera de la conocida firma, naturalmente heredando los formidables contactos.

Con poco más de 30 años y siempre dispuesto a colaborar con la gestión municipal, Augusto, le puso el moño a nuevos negocios sin despeinarse. Demostrando su capacidad para amoldarse a los cambios, ya con la fachada de constructora heredada entró en fina sintonía con el gobierno de Bettina Romero. El joven velocista, representante de la tercera generación de una tradicional familia en el mundo de la construcción, alcanzó fugazmente la cúspide y actualmente es quien se lleva la mayor tajada del presupuesto. Solo entre el 2020 y lo que va del 2021 recibió una transferencia de al menos $180 millones por parte de la gestión Romero.

Conocedores del tema, que prefieren la confidencialidad, afirman que el nexo imprescindible para que los negocios de Dal Borgo prosperen, obedece a la recomendación de un mítico allegado a la familia Romero.

 

Embarrados hasta el cuello

El meteórico crecimiento de una firma joven, comenzó a sorprender a propios y extraños, debido a la desigual transferencia de los escasos recursos públicos. Con su aparición en la causa de las facturas truchas,  la dimensión de lo supuesto se desplazó a la casi certeza total sobre sus presuntos negocios turbios. Tal vez como un escarmiento por su voracidad, tal vez para generar daños colaterales en la patria contratista local, el juez Julio Bavio le dedicó varias páginas en los documentos de la gigantesca causa de corrupción que generó un terremoto entre la clase política y el empresariado salteño.

Según aparece mentado en el expediente  Bavio, durante el año 2017, Norte Áridos tenía una facturación de casi 30 millones con apenas 4 empleados declarados. Tal como quedó documentado “la envergadura (de la empresa Norte Áridos) no sería consistente con el movimiento exteriorizado en el año 2017”.

Asimismo, la profusa investigación de la justicia federal, asegura que “se declaró 4 empleados en forma mensual habiendo emitido facturas electrónicas por $27.490.230. La actividad facturada corresponde a bacheo” y llamativamente, en el 2018, el expediente indica que casi la totalidad de su facturación fue emitida a la Municipalidad de Salta.

Siguiendo el documento judicial y de acuerdo al rastrillaje de los investigadores, el domicilio fiscal declarado es Deán Funes al 2500. Sorprendentemente, la AFIP detectó que tres empresas declaran el mismo domicilio: Dal Borgo construcciones SRL – INCOVI SRL; Norte Áridos SRL y Dal Borgo Construcciones SRL.

Dentro de la causa de facturas apócrifas, Norte Áridos aparece también en las escuchas telefónicas que demostraron una vinculación concreta entre Augusto Dal Borgo y el ex secretario de Hacienda Gauffin. Veamos: el 6 de marzo de 2018, la PSA, a partir de una intervención telefónica rescata lo siguiente: «Che, te va a llamar Pablo Gauffín, él nos va a hacer una factura igual a la que vos hiciste ayer de Dal Borgo para que no tengamos que pagar IVA».

A partir de estas conversaciones, la justicia concluyó que la mención a Dal Borgo Construcciones, en realidad, funcionó como pantalla para la firma Norte Áridos S.R.L. Como si esto fuera poco, la investigación detectó que la mayoría de las facturas de la empresa de Augusto Dal Borgo a la Municipalidad de Salta en el año mencionado fueron emitidas desde la I.P. del Centro Cívico Municipal.

Bao el nombre de Norte Aridos, Augusto Dal Borgo empezó a operar por fuera de la conocida firma

 

En la mira de la Auditoría

El número de obras, en algunos casos la tardanza en la concreción de muchas de ellas y el encarecimiento de los costos para su realización, no pasaron desapercibidos.

Hace poco fue la Auditoría General de la Provincia quien puso la lupa sobre las empresas Dal Borgo y Moncho Construcciones. El titular del organismo de control, Gustavo Ferraris, detalló un conocido modus operandi utilizado hasta el cansancio en el marco del Fondo de Reparación Histórica y detectado en obras realizadas en Tartagal en el 2016.

Con una inobjetable sinceridad, declaró en el programa de Daniel Murillo una brutal estafa, las constructoras ganan, según el funcionario, la “adjudicación de obra e inmediatamente a los siete u ocho días hacen redeterminaciónes (de precios) sin haber empezado”.

A partir de sus dichos, quedó al desnudo la fórmula éxito. Tal como lo precisó Ferraris, apenas pasados los ocho días ya cobran anticipos financieros puesto que los contratos de licitación prevén el pago del 30% del monto total de la obra para el inicio. Y desde que reciben el anticipo arranca una larga demora de hasta once meses para el inicio.

Amigos y socios de la ovalada 

Quiso el destino que Universitario Rugby, el club que echó raíces en el norte de la ciudad, fuera el espacio para el encuentro de hombres que posteriormente trascendieron los límites del deporte. Fue allí donde Augusto conoció amigos y eventuales socios comerciales.

La ruta del dinero siempre encuentra personas de estratos sociales más bajos dispuestas a encarar un proyecto sin preguntar el origen de los fondos. Raymundo Sosa, presidente de la U y abogado del clan Romero, supo seleccionar a los elementos más potables y los incorporó en el necesario movimiento del flujo económico.

Con el guiño de Ray (h), Raúl Maza, un joven de origen humilde, nacido en Castañares, a quien el rugby le sirvió para codearse con las altas esferas y tras varios años trabajando de barman, comenzó a ser representante y la cara de grandes emprendimientos.

Hoy la vida le sonríe a Maza. Pasó de vivir en las 200 viviendas del popular barrio al confort de una, para nada modesta, casa en las cercanías del monumento a Güemes. Su relación con Raymundo Sosa (h) y el mencionado vínculo con Augusto, lo colocaron como la cara visible de prácticamente la mitad del Paseo Güemes. El Club de la Milanesa, Sushi Club, Hells Pizzas, Peñón de Águila y Temple; quedaron bajo su representación, lógicamente, con el monitoreo celoso de los financistas mencionados anteriormente, los cuales prefieren el correspondiente disimulo.

El milagroso éxito económico, atrajo la dicha en el plano emocional y el representante de las franquicias, que cotizan arriba de los 10 millones de pesos, encontró su media naranja. Se trata de una funcionaria que ocupa un alto rango en el poder municipal: la carismática Valeria Capisano, actual secretaria de la intendenta de la capital y ex funcionaria de Aguas del Norte bajo la gestión de Lucio Paz Posse.

Un viaje pensado con mucha antelación se concretó esta semana. Luego de menos de 10 meses en su puesto de secretaria de Prensa, se tomó un merecido descanso con una distinguida comitiva que celebra, por cierto, un extraordinario año; además de Raúl, con quien mantiene un meloso romance, el grupo que disfrutó de la vibrante ciudad de New York, se completó con el talentoso líder de la obra pública municipal, Augusto Luciano, y Julián Matías Segura, hijo también de un referente del rubro, y socio en una de las tantas firmas del entramada societario.