Tras dos derrotas parlamentarias, el Gobierno nacional revisa el vínculo con las provincias aliadas. Hablan de «punto de quiebre» y rediscuten el modo de relación y negociación con los jefes provinciales.
Dos derrotas empujaron a Mauricio Macri a poner en revisión un elemento vital de su gobierno: el modo de vincularse y negociar con los gobernadores. Para el presidente, el revés de Ganancias fue «un punto de quiebre» tras el cual, relatan a Clarín en Casa Rosada, el trato con las provincias tendrá otro formato.
¿Mienten los gobernadores? ¿Venden votos que no tienen? ¿Sobreestiman o malentienden los ministros? Un mix. Consecuencia: las cuentas que hacen en Balcarce 50 no se replican, luego, en Congreso.
Macri dice confiar en los mandatarios pero se prepara para revisar la relación. Hay un club de leales; otro de aliados y un tercer pelotón que, dice el Gobierno, optaron por ir al choque. Una cuarta categoría, sutil, junta a los amigables que carecen de manejo territorial y no sirven a la hora de juntar votos en el Congreso.
El porrazo con Ganancias, magnificado por la frustrada reforma electoral, hizo que Macri se choque con una realidad que estaba ahí pero -parecía- se negaba a ver.
Contexto. Con Rogelio Frigerio de viaje por China, Marcos Peña fue el interlocutor con los gobernadores para pedir por el proyecto PRO. Por eso, el jefe de Gabinete sintió en carne propia la derrota y midió como traición algunas conductas, dijeron a Clarín en Gobierno. De cara al pulseo en el Senado, se dibuja otra cartografía política.
# «¿En Córdoba con quien hay que hablar? Con Schiaretti o con De la Sota? En Entre Rios: con Bordet o con Urribari?» escarba, retórico, un funcionario en la dualidad provincial que Macri pagó cara. Con Ganancias, un solo diputado cordobés apoyó al gobierno lo que exteriorizó la riña De la Sota-Schiaretti y obliga a Macri a administrar otra realidad. El gobernador tiene empatía con Macri al punto que lo imaginan su socio electoral pero el que maneja los votos en el Congreso es De la Sota.
# Lo mismo con Gustavo Bordet (Entre Ríos) y Domingo Peppo (Chaco). El entrerriano choca con su antecesor Sergio Urribarri pero los legisladores no le obedecen. Los chaqueños reportan a Jorge Capitanich. Simple: el apoyo público de los caciques no se traduce en votos. Otro caso: Rosana Bertone, de Tierra del Fuego, apenas influye sobre un senador. Caso aparte es Juan Manuel Urtubey (Salta): él destrozó el proyecto unificado de la oposición pero sus diputados lo redactaron votaron.
# El sanjuanino Sergio Uñac forcejea con José Luis Gioja: mandó a dos suyos a votar en contra pero su antecesor apoyó. De los PJ amigables, el riojano Sergio Casas jugó en línea bajo la órbita de Luis Beder Herrera. Lo más leales, además de los 5 de Cambiemos, fueron Hugo Passalacqua (Misiones) y Omar Gutiérrez de Nequén, dos provinciales aliados de la Casa Rosada. Miguel Lifschitz, que no tiene senadores, acompañó con tibieza. «Perdonado» dicen.
# Los Zamora, la gobernadora Claudia y el senador Gerardo, fueron muy K y ahora parecen PRO friendly. Pero Zamora cuerpeó contra la boleta electrónica: en 2017 se elije gobernador y se niega a cambiar un sistema con el que gana, siempre, con más de 60%. «En suspenso: esperemos ver que hace en Senado» dicen en Casa Rosada antes de ponerle en el club de los aliados o los críticos.
# Con el tecno-voto y Ganancias, el gobierno terminó de ubicar a los «rivales»: Alicia Kirchner, con quien casi no hay diálogo, Gildo Insfrán (Formosa), Carlos Verna de La Pampa y el tucumano Juan Manzur. Esta semana, aunque había jugado «bien», a ese simbólico eje del mal agregaron a Mario Das Neves de Chubut. A Lucía Corpacci, de Catamarca, la incluyen porque, afirman, pidió quitar retenciones a la minería y mandó a votar Ganancias que las restituye.
Fuente: Clarín