En el fragor de la problemática de género, la ministra Pamela Calletti habló con Cuarto Poder. Defendió su gestión, niega ser parte del sector gubernamental que contiene el avance de derechos en Salta y asegura que el repudio por su presencia en la marcha del 8M fue protagonizado por sectores minoritarios. (Daniel Avalos)

Cuando allegados al Ministerio que conduce Pamela Calletti sugirieron la posibilidad de entrevistar a la ministra, la respuesta positiva no se hizo esperar al menos por dos razones: la curiosidad que al entrevistador le producen las figuras políticas y, fundamentalmente, por el hecho de que Calletti lidia con un movimiento de mujeres que se intensifica a fuerza de hechos traumáticos que bajo la forma de femicidios abofetean con macabra regularidad a la provincia.

La ministra es dueña de ademanes sobrios, propios de tecnócratas que hoy abundan y proclaman un pluralismo según el cual todas las verdades son más o menos equivalentes y que por lo tanto -interpreta uno- igualmente poco importantes. De lo que no caben dudas es que domina un campo de saberes específico que el jueves 16 de marzo, durante la entrevista, desenfundó cada vez que lo creyó necesario. Cuarto Poder, no obstante, sugirió hablar de política, indagar hacia dónde va la gestión provincial en materia de género cuando la problemática parece exigir que se revea todo mientras la provincia parece empeñada en querer resolver el tema apelando a valores muchas veces arcaicos.

Aclarado el punto, el grabador se activa y la pregunta se dispara sin rodeos: ¿forma ella parte de la fracción patricia del gabinete provincial que reclutado por fallecido padre del gobernador -Rodolfo Urtubey- y comandado por el secretario de la Gobernación, Ramiro Simón Padrós, resguardan a una “salteñidad” que ante cada avance de derechos creen ver el triunfo del demonio? Pamela Calletti escucha y  responde:

“No tengo lazos con familias salteñas. Llego muy chiquita a Salta, con cinco años. Primero al ingenio El Tabacal, luego a Orán y después a la Capital. Estudié derecho en la Universidad Católica y efectivamente Rodolfo Urtubey padre fue profesor mío de Derecho Político. Lo conocí en segundo año de la facultad rindiendo un examen. A mí las Ciencias Políticas siempre me apasionaron y lo recuerdo como una persona con mucha formación en términos de saber jurídico. Obviamente tenía una determinada concepción de la vida, del Estado y del sistema de derecho que no necesariamente uno comparte.

Si le estoy agradecida por la oportunidad que me dio para formarme. De hecho en el año 98’ ingreso en su cátedra como ayudante. Después ingreso como administrativa en la Fiscalía de Estado, me recibo de abogada y fui asistente letrado del Fiscal, Procuradora del Fiscal, Coordinadora de un área y hago un master en Derecho Administrativo con un grupo de abogados donde conozco a Simón Padrós. Pero eso no tiene que ver con una visión como vos la interpretas: de ser un grupo que contiene avances de derechos. Es más, creo que en materia de derecho en este tiempo hubo un gran avance y yo soy de esta generación.

C.P.: Insisto. Usted se formó, como Padrós, en Derecho Administrativo en la Universidad Austral fundada por la prelatura del Opus Dei; el derecho Administrativo se especializa en generar argumentos jurídicos que en los 90 justificaron la Reforma del Estado o frenaron avances en otras dimensiones. El caso del aborto no punible en Salta es un ejemplo con la sanción del protocolo que muchos repudian, sin olvidar que este gobierno le dio rango constitucional a la obligatoriedad de la enseñanza religiosa. Entonces, ¿hay vínculos entre grupos del gobierno formado en determinados saberes y ámbitos con la generación de políticas que el movimiento de mujeres critica con razón? 

Rodolfo Urtubey (padre).

No lo considero así. Es más, una de mis grandes obsesiones y que estamos trabajando en el ministerio es la de impulsar una profundización y visibilización de la educación sexual integral en las escuelas. También creo que hay que respetar las creencias tanto de quienes son religiosos como los que no lo son. No pertenezco al Opus Dei. Estudie en la Universidad Católica porque me quedé en Salta que era donde quería vivir. Soy cristiana, pero una cosa no tiene que ver con la otra y mi formación en la Universidad Austral es porque en Derecho Administrativo -la maestría que hice- es una de las mejores del país.

Además creo que hay un movimiento de reconocimiento de derechos muy grande. También que las mujeres hemos ganado muchísimos espacios en el Poder y en el Derecho aunque nos falte muchísimo. Yo digo que el famoso techo de cristal es una loza de cemento y no sólo hablo del sector público, también del empresarial. Si uno ve la cantidad de CEO’s empresariales de alto rango la presencia de mujeres es mínimo en el mundo. En eso comparto que el rol de las ONG’s y del movimiento de mujeres fue fundamental por haber empezado el movimiento. Lo que no comparto es el ejercicio de la violencia y del agravio.

C.P.: Volvió a la agenda el tema de la educación religiosa ante el dictamen del procurador fiscal ante la Corte de Justicia, Víctor Abramovich, quien consideró que la misma es discriminatoria y por ello debe cesar. ¿Cómo reaccionará el gobierno ante un pronunciamiento en ese sentido?       

Primero debo decir que el impacto va a ser muy importante pero hay que esperar el pronunciamiento de la Corte y creo que lo mejor sería que tengamos ese pronunciamiento cuanto antes. Obviamente que la conducta del gobierno será acatar el pronunciamiento del máximo tribunal aunque a partir del dictamen de la procuración tenemos pendiente una reunión con la ministra de Educación para analizar el panorama y las respuestas posibles. Pero no tenemos que dejarnos llevar por la ansiedad y debemos esperar que nuestro máximo tribunal se pronuncie.

C.P.: Las organizaciones de mujeres a las que usted hacía referencia critican no sólo las políticas del gobierno, también la poca gestión de las mismas. ¿Son desmesuradas esas críticas?

Soy respetuosa de la visión de esas organizaciones. Yo también quisiera que las respuestas se den en los tiempos que ellas desean pero si alguien sabe cuán difícil es esta problemática son las que viene reclamando al respecto durante años. Sí creo que Salta avanzo mucho en la materia. Si me preguntas si es suficiente te respondo que no; sí me preguntas si el Estado es responsable de las políticas en materia de género te digo que sí. Sino no hubiéramos declarado la emergencia de género. Lo peor que podés hacer es esconder el problema y el problema es grave en Salta, Argentina y el mundo. No existe ni existió sociedad en la que haya habido igualdad real. Todos nosotros nacimos y crecimos en una sociedad que es patriarcal y machista, aunque estamos en un momento en el que ese tema puede y debe ser puesto en la agenda social y política.

También creo que es tiempo que las mujeres sumemos esfuerzos y trabajo. Si nosotras seguimos divididas porque algunas ven sólo aquello que falta y el gobierno hace oídos sordos a los reclamos, no vamos a resolver el problema. Desde el ministerio estamos abiertos al diálogo y a escuchar. Si ellas entienden que la solución no es la que trabajamos, entonces nos sentemos.

Ahora bien, si uno saca una foto antes de la declaración de la emergencia de género y otra ahora veremos que avanzamos. Antes no teníamos refugios, juzgados de género, fiscalías especializadas para investigar delitos de género. No teníamos la cantidad de capacitaciones en la materia que hoy sí brindamos, tampoco equipos interdisciplinarios para abordajes en esa materia, botones anti pánico o el programa SUMA que inauguramos hace poco y cuya ventaja es la de monitorear al agresor no sólo a la víctima, o el Polo Integral de Mujeres.

Sabemos que hay cantidad de mujeres que sufren violencia en todos sus aspectos, incluido el más extremo de todos que es el femicidio, aunque estos son la punta del iceberg de un fenómeno mucho más complejo y extendido que incluye violencia física, económica, psicológica, mediática, obstétrica. Ante ello, las medidas que enumeré son herramientas que deben servir para un abordaje más sistémico. Desde el Estado lo abordamos en tres dimensiones: prevención; asistencia y contención; y represión. Sin olvidar que hay que trabajar en el corto, el mediano y el largo plazo.

No te olvides que esta problemática atraviesa transversalmente a la sociedad. Hoy tenemos  algo de la lucha ganada en términos formales pero en los hechos nos falta mucho. Soy la primera preocupada por ello pero la resolución de una temática tan profunda lleva tiempo y cuando las mujeres decimos basta, el sistema machista y patriarcal en todos sus sentidos reacciona. Así como la mujer individual que se resiste a la violencia de su pareja experimenta que su agresor intensifica su nivel de violencia contra ella, cuando el “basta” es colectivo el sistema patriarcal y machista se resiente y reacciona aún más.

C.P: Puedo suscribir a su última explicación pero también al reclamo de las organizaciones que denuncian los femicidios evitables. No me refiero a que se pueda convencer a un violento que no ejecute su acto brutal, me refiero a casos en donde los mecanismos del estado fallan y posibilitan el acto atroz. El caso Andrea Neri en la cárcel de Villas las Rosas es el más representativo.

Andrea Neri.

En el caso que nombras coincido. Por eso yo y el gobierno no negamos la responsabilidad. De hecho hay una unidad creada en el Ministerio Público en la que se analiza en cada femicidio qué es lo que falla en el sistema y qué medidas se deben tomar para evitar que vuelva a ocurrir. Concretamente en ese caso hay una causa judicial en la que nosotros hemos aportado pruebas independientemente de que el fiscal puede actuar. Lo hicimos con un escrito para que se vaya más a fondo que simplemente sindicar a una o dos personas. Somos los principales interesados en ese sentido.

Pero además estamos interesados en generar cambios estructurales. El Servicio Penitenciario desde que existe estaba en el área de seguridad y su personal fue formado con conceptos militares. Ahora el desafío es el de poder formarlo como un sistema de justicia y derechos humanos, lo cual implica un cambio de paradigma que no se produce en un año. Este año, por ejemplo, una de las medidas que se tomó es que el examen de ingreso no lo realizara el propio Servicio Penitenciario sino la U.N.Sa, fue el ministerio el que elaboró la currícula en la que se formaran los agentes y en la que introdujimos la perspectiva de género. También trabajamos para extenderlo a la policía.

C.P: ¿Se arrepiente de haber ido a la marcha del 8 de marzo?  

Y con el diario del lunes uno lo piensa pero de todos modos te digo que no. No se trata de soberbia o voluntad de afrenta. Soy mujer y como tal he vivido en carne propia lo que es la desigualdad, la discriminación y la violencia pero lejos de victimizarme ello me da fuerza para cambiar la realidad. Entonces decidí trabajar por las mujeres y hacerlo desde un rol institucional. Cada uno elige como hacerlo: desde un ONG, desde tu casa educando a tus hijos o nosotros desde el ministerio que es un camino muy difícil porque es más fácil acusar y reclamar. Pero bueno, son importantes las dos cosas: ONG’s que marquen la necesidad de políticas públicas mientras nosotras desde este lado estamos dispuestas a escuchar.

Yo participé siempre en manifestaciones de este tipo y el 8 de marzo es una marcha de reconocimiento de los derechos que conseguimos. Hay otras marchas importantes como las de junio por Ni Una Menos, pero el 8 de marzo es especial. De hecho nosotras en esa mañana estuvimos trabajando en sensibilización en el Grand Bourg, entregando folletos y cintas en los semáforos porque es un día de reconocimiento y lucha por todo el camino andado, por todo lo que queda por recorrer y para que los hombres reconozcan su posición de ventaja patriarcal y estén dispuestos a renunciar a ella.

C.P: Pero además de mujer usted es una funcionaria y se supone que un cuadro político que tras analizar el escenario de esos días podría haber concluido lo que ya muchos sugerían: que su presencia se consideraría una provocación.       

Algunas lo tomaron de esa manera pero el grueso de las mujeres no. Hay que decir también que sólo se puso el énfasis en ello y no está bueno que la imagen de las mujeres que reclaman por sus derechos terminen asociadas a la violencia. Fue un grupo minoritario. La marcha ocupaba muchísimas cuadras y hubo un grupo minoritario e intolerante que reclamaba el cese de la violencia con violencia. Pero no fueron todas. De la enorme mayoría, muchas no desaprobaban nuestra presencia y muchas eran indiferentes a la misma porque respetan que cada uno trabaje según la visión de cómo tiene que ser.

Entonces creo que tenemos mucho que crecer en nuestra calidad ciudadana, democrática, de tolerancia y respeto al otro porque la violencia, en esencia, es la reacción frustrada de alguien que siente que el otro no hace o piensa lo que el violento cree que debe hacer o pensar. El violento es aquel que no puede manejar su propia frustración. El conflicto no está mal porque el mismo genera puja y reconocimiento pero en la medida que no rompa el consenso y acá tenemos uno: trabajar para que no haya ningún femicidio más.