Con escasa evidencia, pero con indiscutible credibilidad, el diputado por Rosario de la Frontera acusó a la décima parte de la policía provincial de formar parte del narcotráfico. ¿Qué tanto sabe del tema el ex-uniformado investigado por torturas y por qué ningún fiscal lo convocó hasta ahora a respaldar sus dichos? ¿Confesión de parte?
Jerson De Cecco
Las conexiones del delito organizado con el poder político irrumpen recurrentemente en el debate público provincial, aunque rara vez hegemonizan la agenda como en las últimas dos semanas. La reciente detención del juez Claudio Parisi por entorpecer investigaciones judiciales en contra de narcos le dio un cierre simétrico a las actuaciones del Ministerio Público Fiscal, pero está lejos de ser el capítulo final de esta historia.
El entramado político-judicial asociado al narcotráfico representa apenas una ínfima porción de la participación estatal en el negocio. El grueso de la connivencia institucional con el tráfico de estupefacientes, aseguran los que saben, pasa por las fuerzas de seguridad.
En esa línea fueron las declaraciones del diputado por Rosario de la Frontera y ex jefe de la brigada de investigaciones de esa jurisdicción, Gustavo Orozco. En una seguidilla de autorreferencias, en las que se describió a si mismo como una suerte de Nostradamus o Parravicini, el legislador aseguró haber anticipado la crisis institucional que derivó en la intervención de Aguas Blancas y en las citadas detenciones.
Sin embargo, el punto más álgido de su alocución fue una resonante denuncia que, aunque floja de papeles, reviste una gravedad institucional inédita. “Más del 10% de la policía ya es parte del narcotráfico”, esbozó el ex-uniformado.
Siguiendo los guarismos de Orozco, y considerando que la fuerza policial de la provincia está compuesta por más de 11.000 agentes, según datos del Ministerio de Seguridad, al menos 1.100 uniformados estarían vinculados directa o indirectamente al narcotráfico. Una reflexión aparte merece el hecho de que Salta tenga casi el doble de policías cada mil habitantes de lo que recomienda la ONU (5,8 frente a 3), sin que eso redunde en mayor seguridad.
Para Orozco la conformación cada vez más evidente de un narcoestado paralelo en la provincia obedece a que “los narcotraficantes ya no solo quieren ayudar a candidatos a ganar elecciones para obtener protección, sino que buscan sentarse en la mesa del poder y discutir el control de la provincia”. La reflexión del diputado abre una serie de interrogantes respecto de su paso por la fuerza policial: ¿Es posible semejante descripción de la problemática sin haberla vivido en carne propia? De ser así, ¿qué hizo en su momento?, ¿Cuánto más sabe Orozco del tema y por qué?
Tipo que sabe
Si de comportamientos policíacos reñidos con la ley se trata, el diputado por Rosario de la Frontera tiene mucho para enseñar. En el año 2021, La Unidad Fiscal conformada por Verónica Simesen de Bielke y Gabriel Alejandro González, lo imputó provisionalmente por los delitos de coacción agravada por el uso de arma de fuego, en perjuicio de una víctima, en concurso real con el delito de amenazas, en perjuicio de otra.
El 1 de julio de ese año, cerca de las 15, mientras la primera víctima circulaba con su moto por Avenida Palau, esquina Juan Carlos Dávalos de Rosario de la Frontera, fue interceptado por varios pegatineros, por lo que frenó su marcha.
En ese momento, Orozco junto con el efectivo policial Sergio Gustavo Guzmán, se le acercaron y le anunciaron un mal futuro, cierto y posible con el fin de obligar a hacer algo en contra de su voluntad, al expresarle que “iban a meterle un tiro si no levantaba las denuncias”, radicadas previamente.
En aquella oportunidad, ambos exhibieron un arma de fuego, por lo que la fiscalía entendió que “menoscabaron la libertad o tranquilidad de espíritu al procurar crear una sensación de inseguridad en la víctima”.
El 21 de noviembre del mismo año, Orozco fue imputado por amenazas en carácter de autor. Meses atrás se había presentado en el domicilio de una persona, ubicado en barrio Arturo Menú de Rosario de la Frontera. Allí le formuló expresiones tales como “te voy a hacer cagar, no te vas a salvar, te voy a encontrar en la calle y te voy a matar”, mientras introducía la mano en la cintura y se levantaba la remera con el ademán de sacar un arma”.
Patotero en banda
En 2019, la madre de un joven víctima de Orozco hizo público su testimonio junto a otras personas que fueron abusadas por el expolicía. “A mi hijo le sacó la piel. Tuvo problemas con el vecino y por eso rompió todo en mi casa, lo rameó y lo ahogó en el río. Le sacó la piel de tanto arrastrarlo. Mi hijo estuvo internado a escondidas”, contó la mujer.
El episodio sucedió en 2014 y la fiscalía dio a conocer los detalles de la denuncia varios años después. En la actuación se lee: “una persona expresa que fue detenido aproximadamente por seis policías vestidos de civil, reconociendo a dos, como Orozco y Ale Luna. Señala que, en la Brigada, le pegaron con la mano y lo ahorcaban con el cinto. Después lo llevaron al río y lo ahogaban, lo desnudaron y le pegaban con un palo por el cuerpo y que el palo estaba envuelto con un trapo para que no se noten los golpes. Luego, en el baño del destacamento le metieron la cabeza en el inodoro y también le hacían dar la cabeza contra la pared. Que lo amenazaban con matarlo a él y su familia”.
Tras torturar al joven, según relató su madre tiempo después, Orozco lo llevó al hospital a escondidas, diciéndole a la familia que el joven se encontraba incomunicado en la brigada. Luego de un tiempo, el Juez dijo que jamás ordenó la detención del chico y lo soltaron, pero continuó internado ya que siguieron golpeándolo.
Uno de sus arranque violentos le valió, incluso, una inhabilitación por parte del Tribunal de Disciplina del Consejo Federal de Fútbol Argentino. Como presidente del club Progreso, agredió brutalmente a un árbitro a trompadas, lo que consta en el expediente 347/16 de Tribunal de Disciplina Deportiva.
“No puede ser que nos hayas cagado el partido de esta manera”, le dijo Orozco al juez del partido y lo amenazó a los gritos: “Esto no va a quedar así”. Luego le ordenó a uno de sus ayudantes: “Núñez, pagáles vos a estos muertos de hambre”, y dirigiéndose a otro de sus acompañantes indicó: “acompañálos vos hasta la ruta y tiralos ahí a estos hijos de puta”. Lo último que cobró el infortunado árbitro fue una piña en el estómago.