La reciente creación de un Colegio de Obstétricas de Salta y de un marco regulatorio para Obstetras que anteriormente se regía mediante una ley del gobierno de facto viene a revalorizar el rol histórico de las mujeres en el conocimiento de la medicina. (Andrea Sztychmasjter)

Los testimonios literarios y epigráficos confirman el hecho de que no pocas mujeres realizaron prácticas médicas y especialmente ginecológicas en el mundo antiguo. Existen registros de la primera mujer dedicada a la obstetricia en Atenas en la 2ª mitad del s. IV a. C, según relata Higino. Agnódice era una joven de la alta sociedad de Atenas que vivió durante el siglo IV a. C. Dado que no era fácil que las mujeres aprendieran o ejercieran la medicina en esa época, tuvo que utilizar un recurso inesperado para conseguir sus propósitos: se vistió de hombre y se fue a las clases de Herófilo –médico muy reputado y pionero en el estudio de la anatomía femenina- quien escribió un tratado sobre ginecología, citado por Sorano de Éfeso.

Excluidas del logos, las mujeres cumplían un papel importante con su presencia en determinados momentos de la vida: la procreación, el nacimiento, los ritos, las ceremonias. La salud femenina era una cuestión de mujeres, pues según los registros en la antigüedad las féminas no se dejaban “tocar” por otros hombres, es así que la tarea de recibir a recién nacidos era cuestión solamente de parteras.

Una de las más conocidas parteras es Fenareta la madre de Sócrates, según él mismo nos cuenta se trata de un oficio, una téchne y un arte. Sin embargo, describe que la ‘técnica’ no es suficiente, ya que para ejercer este oficio es necesario que la mujer haya pasado por un parto, es decir tener experiencia vivencial y haber cumplido cierta edad; sólo las mujeres que ya no pueden parir ayudan a parir a las otras. En el diálogo platónico entre Teeteto y Sócrates lo explica muy bien:

− Sócrates: Ten en cuenta lo que pasa con las parteras en general y entenderás fácilmente lo que quiero decir. Tú sabes que ninguna partera asiste a otras mujeres cuando ella misma está embarazada, sino cuando ya es incapaz de ello.

− Teeteto: Desde luego.− Sócrates: Dicen que la causante de esto es Ártemis porque, a pesar de no tener hijos, es la diosa de los nacimientos. Ella no concedió el arte de partear a las mujeres estériles, porque la naturaleza humana es muy débil como para adquirir un arte en asuntos de los que no tiene experiencia, pero sí lo encomendó a las que ya no pueden tener hijos a causa de su edad, para honrarlas por su semejanza con ellas.

Sorano de Éfeso en su tratado ginecológico -el primero que se conserva en Occidente-, Enfermedades de las mujeres, reúne las cualidades idóneas para convertirse en partera: instrucción elemental, vivacidad de espíritu, memoria, celo en el trabajo, discreción, sensibilidad, de miembros proporcionados, fortaleza y añade Sorano que algunos autores consideran también cualidad muy importante el hecho de tener dedos largos y finos y las uñas a ras.

En la antigua Grecia el status social de las parteras era alto. Entre sus funciones estaban la de controlar el embarazo, educar a las embarazadas sobre alimentación y hábitos, ayuda en el proceso del parto enseñando métodos de alivio del dolor como las respiraciones o asistiendo usando la silla obstétrica-

El conocimiento más antiguo del mundo

En la Grecia Clásica, las comadronas o “maiai”, gozaban de elevada reputación y eran reconocidas socialmente, en estrecha relación con los filósofos, lo mismo que el arte de la Partería, o Mayéutica. Las parteras atenienses sabían más sobre las mujeres y la reproducción que cualquier médico hipocrático, quien seguía quedando excluido de la atención al parto. Sin embargo poco a poco las mujeres fueron excluidas de este saber con claras intenciones de acallar sus conocimientos milenarios relacionados a lo sobrenatural y empírico. Así queda atestiguado de la propia teoría hipocrática basada en la observación de los hechos de donde surge la primera medicina científica. Como consecuencia la actitud respetuosa hacia las parteras fue cambiando para dar paso a los hombres de ciencia y proscribiendo de alguna manera los cuidados de las mujeres.

Esta medicina prehipocrática estaba basada como vemos, en los dos elementos de la medicina prehistórica: lo sobrenatural y lo empírico. Con el nacimiento de la medicina hipocrática como saber técnico, se sustituyó en la explicación de salud y enfermedad todo elemento mágico o sobrenatural por una teoría circunscrita a la esfera del hombre y de la naturaleza. La observación de los hechos, su interpretación racional, la relación entre ellos y su explicación podían predecir un estado de cosas. De aquí surge la primera medicina científica.

Con el despojo de las llamadas curanderas y parteras se expropió a las mujeres de un patrimonio de saber empírico, en relación con las hier­bas y los remedios curativos, que habían acumulado y transmitido de generación en generación, una pérdida que allanó el camino para una nueva forma de cercamiento: el ascenso de la medicina profesional que, a pesar de sus pretensiones curativas, erigió una muralla de conoci­miento científico indisputable, inasequible y extraño para ellas.