Los fallecimientos en contextos laborales acarrean problemas entre ART’s, empleadores y familiares de los trabajadores. En esta oportunidad reseñamos el caso de Roberto Batallanes, un peón rural del tabaco que perdió la vida en febrero de 2016 y cuyo caso no sólo permanece impune sino también oculto.
Roberto Batallanes nació un 18 de julio hace ya casi 47 años y vivió su infancia en El Carril. Apenas logró caminar solo y desenvolver con habilidad los movimientos de sus brazos y manos, acompañó a su madre y hermana en el encañado de tabaco para las estufas a leña, una práctica de este proceso productivo que prácticamente ha quedado en desuso al ser sustituida por el “emperchado” en las estufas a gas.
Promediando la adolescencia junto a su familia migraron a otra importante localidad tabacalera: Rosario de Lerma. Allí curtió sus manos, piel y músculos al ritmo de la plantación, los desflores, la curación y las cosechas del tabaco Virginia en la finca “El Tymbo”. También su pasión por el fútbol, que le dio pasta para jugar como enganche en la Liga Rural.
Años más tarde la familia adquirió una propiedad en el centro de Rosario de Lerma y trasladó hasta allí su residencia. Tiempo después nuestro peón rural buscó trabajo en el Centro Comunitario de Estufado del Fideicomiso de la Cámara de Tabaco de Salta, con la intención de lograr mejores ingresos para recuperar ese hogar paterno, ahora endeudado y a punto de ser rematado.
Pero antes de pasar a ese importante momento de su vida en el que buscaba la forma de alcanzar una sencilla y genuina aspiración, detengámonos en algunos detalles no menores.
Roberto también conoció a Mabel Colque entre hojas de tabaco, mañanas húmedas, mediodías asfixiantes, estufas, tractores, patrones y los verdes paisajes del Valle de Lerma. Se eligieron como compañeros de vida, tuvieron cuatro hijos y tras un tiempo pudieron levantar una humilde casa en el barrio San Jorge, con techos de chapa, gas a garrafa, ladrillos a la vista y construida al final de la barriada entre dos calles de tierra, frente a un potrero, con las ventanas mirando al sur, un escudo de Central Norte pintado en el ladero del patio y una vista imponente del cordón montañoso que separa el Valle de Lerma de los Valles Calchaquíes.
Esa mujer
Mabel es de ojos marrones y oscuros, de estatura mediana, tiene el cabello semi largo, negro, y su tez es color tierra. El semblante de su rostro es el de alguien cansado, que arrastra una preocupación profunda a la que aún no le encuentra solución. Lleva una vida austera obligada por sus ingresos. Trabaja en negro cuidando personas mayores, y suma a su magro salario de 2 mil pesos la pensión de su marido fallecido, y la asignación universal por hijo, redondeando sus ingresos mensuales en 6 mil quinientos pesos.
Un sábado por la mañana, Mabel accedió a una entrevista con este semanario para esclarecer lo sucedido entre el 11 de febrero de 2016 y las dos primeras semanas de marzo del mismo año en el Centro Comunitario de Estufado de Rosario de Lerma en el barrio El Tránsito. Allí, siete peones rurales sufrieron una intoxicación con agro-fosforados y entre ellos se encontraba Batallanes, quien debió pagar con su vida.
Desidia patronal
Aquel jueves de verano su esposo se levantó de madrugada como todos los días laborables. A las cinco ya tenía que estar a las órdenes del capataz en las estufas; marcaría su salida doce o diez horas más tarde, dependiendo de la cantidad de tabaco que llevasen los productores de la zona. No había margen, nada debía quedar sin estufar.
Hacía solo cuatro meses que Roberto había entrado a trabajar en este Centro de Estufado. Por lo menos desde 2004, según indican los registros de sus aportes previsionales, trabajó en blanco en la finca El Tymbo, donde se crió junto a su familia. En octubre de 2015 renunció para luego incorporarse a las estufas del fideicomiso.
“Él en ningún momento estuvo enfermo, él era un hombre sano y bueno ese día se fue bien al trabajo como todos los días, todo normal”, asegura Mabel y luego detalla que entre las 8 y las 8:30 de la mañana su esposo empezó a manifestar síntomas de que algo no estaba bien: fiebre, frío y dolor de cabeza alertaron a sus compañeros, de inmediato pusieron al tanto al encargado, pero este se negó a detener la jornada para asistir a Batallanes, aludiendo que estarían “flojeando porque fueron a carnavalear”.
Los hechos sucedieron con extrema rapidez. Batallanes continuó trabajando y media hora más tarde, pálido y sin fuerzas, cayó bajo el peso de una de las “perchas” de metal con las que se ordenan las hojas de tabaco dentro de las cámaras de estufado. “Ahí los changos le dijeron que se vaya a sentar un rato afuera, lo sacaron un rato, y después salieron a ver y era como si él estuviese dormido, lo hablaron y le preguntaron si sentía bien, y él les dijo que un poco mejor, pero que tenía débil el cuerpo”; acto seguido, el peón intentó continuar sus labores pero perdió la conciencia y se sumergió en un sueño del que no volvería a despertar.
El encargado del lugar, bajo la presión de los trabajadores, llamó a una ambulancia; y como nunca llegó, condujo su vehículo personal hasta el hospital Joaquín Corbalán, desde donde Batallanes fue trasladado hasta al San Bernardo y en el que estuvo internado 5 días, sin recobrar la conciencia, con un cuadro agudo de intoxicación debido a la exposición al agro fosforado marca “Belt 48-SC”, que le provocó un “infarto respiratorio, alteración de la conciencia y una insuficiencia hepática fulminante”, según los registros de internación. Batallanes falleció el 16 de febrero a las 15:16 hs.
Todos responsables
La Cámara del Tabaco de Salta, cuyo actual presidente es el diputado provincial del PJ (Partido Justicialista) por el departamento La Viña, Esteban “Tuti” Amat Lacroix, contrató la ART “Latitud Sur”, con sede en Perico, Jujuy, para cubrir los riesgos laborales de los peones rurales del fideicomiso del Centro de Estufado Comunitario. Mabel se negó al pedido de la ART que pretendía trasladar a Roberto a una clínica privada, pues consideró que el hospital San Bernardo era la mejor opción para el tratamiento de su esposo. Opina que esto provocó la decisión de la empresa de no cubrir los gastos en medicamentos, ni las transfusiones de sangre.
No obstante, la indiferencia es un factor común en el fenecimiento de Batallanes, además de la negligencia de la ART, el ejemplo es la negativa de la Cámara de Tabaco de dar a conocer los registros donde se indica qué tabacalero llevó ese día y los días posteriores su producción para ser estufada. Información necesaria para conocer en qué condiciones fitosanitarias se encontraba la producción que Batallanes y sus compañeros cargaban aquel 11 de febrero de 2016.
Pero eso no fue todo, la ART hizo llegar el lunes 15 de febrero a la casa del barrio San Jorge un escueto comunicado donde afirmaba que “esta aseguradora procede a rechazar la denuncia de un supuesto accidente laboral efectuado por el Fideicomiso Centro de Estufado quién fuera el empleador del señor Batallanes Roberto (…) motivan los rechazos antes referidos que la muerte del señor Batallanes no es producto de un accidente o enfermedad laboral, objeto de la cobertura contratada, sino de un motivo ajeno al trabajo, ajeno del seguro contratado y por ende ajeno a cualquier responsabilidad de la aseguradora (…) De acuerdo con la investigación del accidente realizada por nuestros especialistas en seguridad e higiene, no existió accidente de trabajo alguno. De las evaluaciones médicas realizadas, la patología que padecía el señor Batallanes, hepatitis fulminante, no es de origen laboral por cuanto en la empresa donde desarrollaba sus labores no se manipulan agroquímicos ni agentes que puedan causar esa patología(…)”.
Como indicábamos más arriba, los seis compañeros de Batallanes fueron internados con el mismo cuadro sintomático durante los siguientes 28 días, quedando algunos de ellos con graves secuelas cardíacas, entre otras. Consultado al respecto, un médico salteño que ejerce funciones en el sector público, concluyó que, por las características de la situación, la muerte de Batallanes es un caso típico de intoxicación por agro-fosforados. Producto químico de extremada toxicidad y liposoluble, es decir, soluble en grasas y aceites orgánicos, por lo que la intoxicación con el mismo puede suceder por vías respiratorias, dérmicas o ingesta accidental. Conocido por una de sus marcas comerciales, el “Furadán” es utilizado para “curar” el tabaco en prácticamente todas las fases de su producción, incluido el estufado.
Con una mueca de impotencia, Mabel reflexiona: “¿Cómo me pueden decir ellos que no fue un accidente laboral si él lo único que hacía era cargar? Y es obvio que con el tabaco que llevaban, llegaba con químicos… y aparte de eso, los compañeros de él dijeron que sí usaban químicos, dentro del estufado… porque dice que ellos rociaban un químico ahí adentro y que con el mismo calor de la estufa, cuando la vaciaban, quedaba caliente y ahí no más volvían a “emperchar” las otras, entonces yo digo, ¿cómo pueden ellos decir que no?”.