Considerado el fundador del pensamiento político moderno, a menudo se asocia su nombre a la acción de gobernantes cínicos y manipuladores. 

Andrea Sztychmasjter

 

Niccolò Macchiavelli (conocido en español simplemente como Maquiavelo) nació en Florencia el 3 de mayo de 1469, fue un diplomático, filósofo político y escritor italiano del Renacimiento. Entre sus obras más representativas se encuentra El príncipe.

Con Maquiavelo empieza a configurarse una fisiología del poder, surgen quiebres con los antiguos mecanismos ontológicos y la totalidad comienza a desmoronarse. Aparecen un principio de incertidumbre y la reflexión del sujeto y la Fortuna para explicar justamente la incertidumbre en el destino de los hombres. 

“No ignoro que muchos han creído y creen que las cosas del mundo están hasta cierto punto gobernadas por la fortuna y por Dios, que los hombres con su inteligencia no pueden modificarlas, ni siquiera remediarlas. De lo cual podrían deducir que no vale la pena fatigarse mucho en las cosas y que es mejor dejarse gobernar por la suerte.” (El príncipe, cap. XXV)

La idea de la Fortuna en Maquiavelo sustituirá la idea de la Providencia divina cristiana. Con Maquiavelo se configuran los mecanismos de gobierno para sostener ese poder y se percibe que a partir de la racionalidad de la acción política se constituye una ciencia política destinada a manejar ciertos métodos para perpetuar el poder y dominación. 

Será a través de la Virtud, que con su capacidad el hombre convertido en sujeto político podrá controlar ese destino. El libre albedrío, tal como lo estipula Maquiavelo al servicio de que cada hombre pueda ser dueño de al menos la mitad de sus acciones humanas. Pero, ¿quién es ese sujeto político?

“Considero que es preferible ser impetuoso y no cauto, porque la fortuna es como la mujer, y es preciso, si se la quiere tener sumisa, golpearla y maltratarla. Y se ve como se deja dominar por éstos, antes que por los que actúan con tibieza. Y, como mujer, es amiga de los jóvenes, porque son menos prudentes y más fogosos y se imponen con más audacia.” (El príncipe, cap. XXV)

La configuración de este sujeto político en busca de la Virtud se materializará en fuerza masculina y astucia ligada a la virilidad. Será un sujeto capaz de pensamiento, sujeto excepcional que deberá sortear las vicisitudes de la Fortuna y mostrar control, al igual que el hombre lo hace con la mujer. Será un varón joven que deberá mostrar capacidad para traspasar lo que el azar imponga. 

Dice Celia Amorós que si en la novela erótica el marido viejo de la dama objeto de conquista es burlado por la astucia, la inteligencia y la habilidad del varón joven, en política la Fortuna prefiere conceder sus favores a la pericia de los jóvenes y no de los viejos señores. 

“El dominio de la Fortuna en el ámbito de la simbólica, es signo de poder y de reconocimiento por parte de los propios varones, investidura de virtú, mientras que la incapacidad para el control de lo femenino denota déficit de virilidad: así el que no sujeta la feminidad no se sujeta a sí mismo, está a merced del azar y de la alteridad. No se constituye por tanto en sujeto”. (Celia Amorós)

Hanna Pitkin ha denunciado que la lucha de la Virtud maquiaveliana para doblegar a la Fortuna, revestida de rasgos femeninos y seducida por la virilidad, la osadía y demás cualidades pretendidamente masculinas, es una intolerable muestra de machismo, excluyente y brutal. Y que su uso de la fuerza y de la violencia podría considerarse «proto-fascista». 

En Maquiavelo la conservación de una cualidad moral para la permanencia del poder de un príncipe que gobierna un principado, será excepcional. A juicio de Maquiavelo el príncipe que confía ciegamente de la Fortuna perece en cuanto ella cambia, por eso debe saber moldearse a las circunstancias que se presentan, allí radica la habilidad de carácter.

 Hannah Arendt definió que abundan conceptos en la obra de Maquiavelo que podría llevar a interpretar erróneamente su doctrina como una ‘teoría del cambio político’, a diferencia, señala la autora existe en el autor de El Príncipe interés por lo inmutable, lo invariable y lo inalterable, es decir, lo permanente y lo perdurable.  Puesto que fue el primero que meditó sobre la posibilidad de fundar un cuerpo político permanente, duradero y perdurable. 

Si pensamos al planteamiento de este autor en función a nuestros presentes, podemos advertir que en el contexto político actual las ideas difundidas sobre cómo debe un hombre conservar el poder, siguen vigentes. Con Maquiavelo se podrá ver que la formación del poder tiene lugar en un terreno previo al de la política, existe una separación del aspecto moral de la política y surge posteriormente una profesionalización de la misma.

 En la actualidad esta profesionalización puede verse en los llamados “estadistas” o “tecnocráticos”, incluso “Ceos” que se encuentran a cargo de diferentes ministerios del gobierno nacional. Pero esta separación de lo moral y lo político, puede también analizarse desde otra arista: el modelo político propuesto por Maquiavelo incluiría en sí mismo una especie de moral. 

“El político apto no es visto, así como un amoral, sino como un ejecutor de iniciativas abastecidas por un código aceptable dentro del terreno de la conducción de los pueblos y funcional a la consecución de la teleología que rige particularmente ese ámbito. Digámoslo así. Atados a una moral tradicional, los gobernantes pueden causar más daños a los hombres que respondiendo a una ética que siendo relativa al resultado modifica para bien la historia real de cada comunidad”. (Filosofía de la corrupción. Nota publicada en Pagina12) 

En Argentina actualmente se investigan casi 2.200 causas por corrupción que tienen como protagonista a hombres y mujeres de la política. Entre los delitos más juzgados se encuentran la defraudación contra la administración pública, malversación de caudales públicos por robo de dinero, bienes o servicios del Estado, abuso de autoridad y violación de los deberes del funcionario público, malversación de caudales públicos destinados a otro fin del debido, negociaciones incompatibles, coimas, defraudación por administración fraudulenta, asociación ilícita y encubrimiento. Estos datos reflejan a las claras que la política es usada con diferentes fines que no necesariamente tienden al bien común, al contrario, buscan el enriquecimiento económico personal y la impunidad que les da el poder a quien detenta un cargo público.