Por J. Valeriano Colque*

Algunos excompañeros de gabinete de Roberto Lavagna (76 años) aseguran todavía hoy que los últimos días de su relación con Néstor Kirchner fueron tensos y difíciles. No sólo por motivos de gestión, sino también por actitudes personales e irrespetuosas que el economista le atribuía al expresidente, inclusive a la vista de testigos.

El 24 de noviembre de 2005, Lavagna expuso en el Coloquio de Idea de Mar del Plata y allí, ante unos 600 ejecutivos y empresarios, se cumplió su último acto público como ministro de Economía de la Nación, el cargo más importante al que accedió en su carrera.

Minutos antes de que concluyera su discurso, entre los periodistas asistentes al evento ya circulaba la versión de que el funcionario había sido despedido por un Kirchner furioso tras el recalentamiento de la inflación y la falta de compromiso para reprender a los formadores de precios que, según el mandatario, eran los culpables de esa situación.

Aquel fue el último momento al frente de un cargo público. Que no había sido el primero. Ni el único. 

Es que, antes de acceder a ese ministerio, el ahora referente presidencial de una parte del peronismo no kirchnerista tuvo un pasado sinuoso que el economista liberal José Luis Espert recordó, en parte, días atrás en una entrevista.

Aunque en 2007 Lavagna fue candidato presidencial apoyado por algunos sectores del radicalismo y también fue funcionario de Raúl Alfonsín, su currículum está signado por un largo vínculo con el peronismo que nació en los ’70 y se prolonga hasta la actualidad.

Un joven Lavagna, de 31 años de edad, fue director nacional de Política de Precios de la Secretaría de Comercio de otro ministro no menos polémico, José Ber Gerbard, entre 1973 y 1974, durante la última presidencia del maduro Juan Domingo Perón.

Para contener la inflación, Gerbard impulsó un pacto sectorial (curiosamente, hace unas horas Lavagna habló de lo mismo) y el Plan 0. Otorgó un fuerte aumento salarial inicial, pero anuló por dos cualquier negociación posterior y obligó a las empresas a mantener congelado el precio de 300 productos de la canasta básica.

Lavagna era, precisamente, el funcionario encargado de mantener un férreo control sobre los precios y disponía las multas consecuentes para las empresas. Se entendía que de esa manera, con salarios más altos y precios “freezados”, se expandiría el mercado interno.

El pacto funcionó un año pero eclosionó cuando el viejo líder del justicialismo falleció. La idea terminó entonces chocada. Un fuerte mercado negro con precios más altos y desabastecimiento de productos esenciales, como el azúcar y el aceite, son todavía recordados en la Argentina.

Lavagna saltó entonces a la siderúrgica La Cantábrica, que venía muy marcada precisamente como consecuencia de aquella inestabilidad económica del golpe letal que significó el Rodrigazo. Llegó allí de la mano de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), comandada por el superpoderoso pope sindical Lorenzo Miguel.

Los historiadores económicos, como Marcelo Rougier (Conicet), afirman que el cuadro económico financiero de la compañía mejoró durante la gestión de Lavagna, en 1975 y principios de 1976, pero el plan de expansión diseñado por el economista quedó totalmente descartado a partir de la privatización en 1977 y luego la compañía caminó hacia su cierre definitivo.

Tras participar en la creación de la consultora Ecolatina (donde se mantuvo entre 1975 y 2000), Lavagna fue secretario de Industria y Comercio de la Nación en los dos primeros años del gobierno de Raúl Alfonsín, cargo con el cual encabezó la negociación de los acuerdos de integración entre Argentina y Brasil, el Mercosur.

Con ese expertise, fue designado durante un par de años embajador extraordinario y plenipotenciario ante organismos económicos internacionales y en abril de 2002 llegó al Ministerio de Economía de la Nación.

Puso un pie en el Palacio de Hacienda luego de que Jorge Remes Lenicov, el ministro de Eduardo Duhalde (hoy uno de los principales impulsores de su candidatura), materializó una devaluación de la moneda y la pesificación de la economía, es decir, la parte más complicada de aquel reseteo económico.

En estos días, Lavagna asegura que en realidad la parte más pesada de aquel proceso le tocó a él. “Íbamos camino a la hiperinflación”, consideró. También remarca que con los acreedores externos, tras el default, se llegó a un acuerdo para que por cada dólar percibieran 25 centavos. “Las dos terceras partes aceptaron”, sostiene.

El macrismo le espeta que justamente el tercio de acreedores que quedó marginado fue el que motorizó los juicios contra la Argentina que a la actual gestión le tocó pagar a 1,40 dólar.

También afirma Lavagna que, en su gestión, la economía creció a razón de 9% por año. Esa explicación resultaría más completa si recordara que coincidentemente la Argentina vivió entonces la etapa de precios internacionales de sus commodities más provechosa de su historia, a caballo del famoso “viento de cola” que en la actualidad sopla de frente.

*Economista