En la repartija de beneficios derivados del vitoreado «Boom del litio», cada vez son más los que sienten que van quedando afuera de la fiesta. (Nicolás Bignante)

 

A esta altura a nadie escapa que el preciado recurso que brota de los salares puneños se encuentra entre los más cotizados por su extendida utilidad en la fabricación de baterías, piezas eléctricas y otros productos con demanda en alza. Tampoco pasa inadvertido el hecho de que Salta, junto a otras provincias de la región como Catamarca y Jujuy, concentra una buena parte de las reservas litíferas del mundo. Se estima que un 13% del material se encuentra en estas tres provincias argentinas. Si se extiende la mirada hacia Bolivia, Perú y Chile, hablamos ya del 85% de las provisiones mundiales.

Lo que quizás quede fuera del la óptica de las mayorías es que el tan aclamado «Boom del litio» tiene fecha de caducidad y, por tanto, la panacea extractivista del «oro blanco» comienza a exhibir cierta premura por llegar. Según un informe de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, la perspectiva del litio como insumo dominante en el mercado energético es relativamente corta. Actualmente, hay una gran cantidad de actores, tanto en el ámbito privado como en el académico que, en distintos países del mundo, están desarrollando nuevas tecnologías que apuntan a mejorar sustancialmente la eficiencia y a reducir drásticamente los costos y los tiempos requeridos actualmente para extraer y producir carbonato o hidróxido  de litio, principales insumos del material activo de los electrodos de baterías. El reciclaje y la difusión de nuevas alternativas tecnológicas harán también su contribución. Lo cierto es que la esperanza de vida de ese mercado en crecimiento difícilmente se extienda más de 20 años, y eso considerando que el proceso previo a la extracción del recurso en los salares puede estirarse hasta una década.

De allí que las urgencias del nuevo mundo por suplantar las formas de consumo y abastecimiento energético hayan cobrado notorio énfasis en los últimos años. En esto eclipsan convenientemente ambientalistas de la primera línea y capitalistas de toda monta: La energía basada en combustibles fósiles no va más. No obstante, como siempre, la síntesis aparente de la problemática tecnológico-ambiental no termina de resolver las contradicciones originales que derivan en conflictos de toda índole dentro de los territorios donde abunda el mineral. Esto es: la imposibilidad real de esos países de competir seriamente en el proceso de producción. El informe anteriormente citado lo expresa de la siguiente forma: «la teoría económica que se ocupa de las relaciones entre recursos naturales y desarrollo y la evidencia internacional de países de altos ingresos ricos en recursos extractivos, sugieren que este no es necesariamente el camino más apropiado para aprovechar  al litio como plataforma de una transformación estructural de las provincias dueñas del recurso. Desde un punto de vista general, los países ricos en recursos naturales y con experiencia y conocimiento en las industrias primarias no necesariamente (y, más bien, se podría decir raramente) cuentan con las capacidades necesarias para competir».

En pocas palabras, los contrastes notorios entre países con economías primarias y aquellos con capacidad productiva industrial persisten irresolutos, pese a los beneficios del cambio de paradigma. Tomemos algunos datos como perspectiva.

En el territorio provincial hay casi 900.000 hectáreas para la extracción de litio que explotan varios emprendimientos mineros de capitales foráneos. Los tres principales con presencia en la puna salteña proyectan una extracción anual de 95.000 toneladas de mineral. Se trata de la canadiense Enirgi Group, la francesa Eramet y la surcoreana Posco. La inversión estimada de estas dos últimas firmas roza los mil millones de dólares. Las revistas especializadas y los partes oficiales ofrecen -en un contexto de creciente demanda global- básicamente dos cosas: empleo y desarrollo de las zonas involucradas, e ingresos por regalías mineras. Respecto de lo primero, desde las esferas del estado evitan hablar de puestos de trabajo y, en cambio, mencionan porcentajes de mano de obra local. Entre un 70% y un 75% de los trabajadores, aseguran, son salteños. Sin embargo, la base sobre la cual se realiza el cálculo es verdaderamente acotada. En la puna salteña hay plantas de extracción que tienen entre 5 y 20 operarios. El impacto y el dinamismo que tales números pueden aportar a municipios estancos como Tolar Grande -donde el empleo público abarca al 85% de la población- es francamente nulo. Además, la posibilidad de diversificar la producción y avanzar en la fabricación de baterías y otros productos en la provincia, no se contempla ni por asomo. En los 19 salares distribuidos por todo el territorio provincial hay al menos una empresa foránea realizando algún tipo de actividad; la mayoría de ellos, aún están en la etapa primaria.

A pesar del optimismo empalagante, actualmente, con precios que han alcanzado su máximo histórico, las exportaciones de carbonato y cloruro de litio no llegan a representar el 0,4% de las exportaciones locales según la secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Para alcanzar apenas el 1% de las exportaciones debería,  más  que  duplicarse  la  producción,  lo  cual,  considerando  el  ritmo  de exploración, de puesta en marcha y evolución de los proyectos durante sus primeros años de funcionamiento, no parece factible en los próximos 5 años.

Si de marcos regulatorios se trata, de las provincias argentinas que integran la gran extensión de litio, Salta es la que mayor flexibilidad ostenta en sus políticas frente a las empresas extranjeras. Esto engloba, además del aspecto tributario, el costado ambiental. Los estudios e informes sobre el impacto de la extracción de litio han proliferado en los últimos años, al mismo ritmo en que lo hicieron los emprendimientos mineros dedicados a esa actividad. Según se desprende del informe “Megaminería en el altiplano de Catamarca” -Marconi, Clark, Arengo y Genovese; 2017- para la obtención de una tonelada de este material en el llamado “triángulo del litio” -que comprende áreas de Salta, Jujuy, Catamarca y Chile- se necesitan 2.000.000 litros de agua. Si tomamos como referencia los tres proyectos citados anteriormente y la producción anual proyectada por las empresas, el cálculo es estratosférico: 95 mil toneladas anuales de litio, sólo en tres emprendimientos.