El balotaje inclinó a fuerzas y dirigentes al voto en blanco. Conviene ensayar explicaciones sobre las razones: posturas divorciadas de los matices políticos y apegados a esquemas y prejuicios ajenos a los intereses populares. (Daniel Escotorin)

El balotaje está previsto en nuestra Constitución Nacional desde la reforma de 1994 tras el acuerdo del Pacto de Olivos entre el entonces presidente Carlos Menem y su opositor radical Raúl Alfonsín. Esto junto a la modificación de la ley de Partidos Políticos del kirchnerismo que implementó las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), son dos acuerdos básicos que buscan la permanencia y estabilidad del sistema político pero también del económico, en la medida que ambas medidas tienden a forjar un modelo electoral bipartidista.

Los resultados ya se observaban cuando las PASO dejaron en el camino, cual eliminatorias futboleras, a varias fuerzas políticas que previamente se habían visto forzadas a formar frentes políticos como forma de subsistencia (efecto buscado también) con el resultado de que a las generales de octubre llegaron solo seis frentes: la menor cantidad en toda la historia del proceso democrático desde 1983.

Entonces la primera conclusión es el “proceso embudo” al que son sometidos los partidos: primero empujándolos a Frentes; tras ello los que superan las PASO deben seguir luchando contra recursos desiguales e inequitativos y una tendencia a la polarización; el balotaje finalmente legitima esto último y les brinda una exposición que va asegurando sus permanencias a futuro.

¿El dilema es Macri o Scioli?

Desde lo periodístico o desde enfoques proselitistas, dependiendo claro de los intereses de cada uno, pareciera que la cuestión es Macri o Scioli (o Scioli – Macri) reduciendo todo a nombres y personajes políticos. Este enfoque es el que prefieren los partidos y dirigentes excluidos de la definición, entre otros motivos porque ambos tienen una raíz política medianamente similar: noventista. Pero resulta que detrás de ellos es donde aparecen los matices; a la dualidad de los nombres personales se les suma obligatoriamente sus fuerzas y espacios políticos. Macri es el PRO, la UCR, la CC. Scioli es el Frente Para la Victoria (FPV) y allí las cosas cambian. En efecto, esos matices o cuestiones más claras, marcan las diferencias entre uno y otro.

Economía y política

El escenario 2016 y posterior marca la continuidad de la crisis tanto en el plano mundial como en el nacional que se relacionan con causas endógenas: freno del crecimiento de la economía, devaluación de la moneda china, caída de los precios de los commodities, caída de las reservas del Banco Central, profundización del extractivismo, etc.

Esto plantea la casi obligación del futuro gobierno a realizar ajustes y correcciones en la economía, pero en el discurso de ambos candidatos y en el de sus respectivos asesores económicos quedan claras las diferencias. Mientras Scioli apelará a medidas gradualistas y heterodoxas se espera que el Estado mantenga una presencia concreta que sin llegar a los niveles del viejo Estado de Bienestar, si recuperó espacios que el liberalismo salvaje de los noventa se los había arrancado.

El discurso de Macri es netamente populista y de clase media; apela a valores vacuos, discurso postmoderno despolitizado (buena onda, diálogo, alegría y otras operías que la clase media compra y consume al mejor estilo “shopping, fast food”) y llegó a declarar que “el modelo económico no es el eje ni el corazón de lo que necesitamos”. Simultáneamente y tras las PASO sufrió de un repentino ataque de “peronititis” (no confundir con peritonitis) escondiendo su verdadero perfil liberal ortodoxo aunque alcance con escuchar a sus asesores (Melconian, Broda, Sturzenneger) para descorrer rápidamente el velo de las dudas. El ajuste es inevitable, se lo plantea como urgente casi en la misma modalidad de los noventa “cirugía sin anestesia”. Pero hay más, su política es el libre mercado sin Estado, y esto remite a un bloque de alianzas con Estados Unidos y su nuevo esquema planteado a través del TTIP, Alianza del Pacífico, etc.

¿Es demasiado obvio decir que el PRO no es lo mismo que el FPV? Para los que creen que no es obvio, algunas diferencias: el PRO es un partido netamente porteño, sin desarrollo político en las provincias salvo a través de referentes personales (Del Sel, de los Ríos, de Angelis, etc.) es un partido de ideología definida pero no expresada (liberal en lo económico, conservador en lo político) mientras el FPV es la conjunción de identidades peronistas, progresistas, movimientistas. Esto de alguna manera habla de un espacio heterogéneo que garantiza la necesidad un equilibrio en las políticas pero también la presencia de un ala contestaría, que si bien no fue visible y más bien débil en la gestión de Cristina Fernández, ahora puede tener una voz más fuerte en aras de mantener la “memoria K”.

Los matices externos

Entonces ¿Qué dicen los que no llegaron? ¿Y por qué? Los argumentos son parecidos, casi idénticos: “los dos son lo mismo”. Ya vimos que no, pero ellos insisten. Intentemos descubrir algunas razones reales. El Frente Renovador (Massa) es una alianza que mezcla peronismo ortodoxo (De la Sota, Facundo Moyano) con sectores conservadores (Olmedo) y allí tiene un problema; tercera fuerza con cinco millones de votos, los peronistas de alguna manera le marcaron la cancha ante un eventual apoyo a Macri, pero no definió por ninguno, su asesor económico Roberto Lavagna se inclina por Macri. Massa especula con una derrota K para posicionarse como referente del PJ.

El caso de “Progresistas” es particular. Podríamos llamarlo “silencio vergonzante” ya que puestos a elegir les queda más cómodo el liberalismo que su eterno enemigo: el “populismo”. Stolbitzer no lo dice pero queda claro que una parte de sus votantes responden al perfil del “progre” antiperonista, ese socialismo argentino con Binner a la cabeza que hizo un apoyo explícito al candidato opositor de derecha venezolano Henrique Capriles. El recorrido desde Capriles a Macri no es lejano aunque pueda darle un poco de vergüenza expresarlo.

Un caso que escapa a los análisis políticos es el de Libres del Sur: su referente nacional Victoria Donda declaró que no se sienten representados por ninguno de los dos. Quizás debió decir que se sienten representados por los dos (o por todos) dado que no tuvieron problema en aliarse a la Coalición Cívica de Carrió – Prat Gay (economista neoliberal). Libres del Sur en Salta fue en alianza con el FPV (Urtubey, es romerista). Alegaban que el dilema salteño era derrotar al romerismo, la expresión de los noventa. Se ve que Romero es más neoliberal que Macri, pero resulta que en Mendoza fueron en frente con el PRO y con el Partido Demócrata que es el conservadurismo provincial, entre otros, contra el peronismo. Quizás los amarillos mendocinos son progresistas.

El Frente Popular (Unidad Popular y PTP) no tienen una postura única. Mientras los primeros le escapan a la neutralidad y expresan “Macri es de la derecha y sus políticas son las de los 90, políticas neoliberales, una historia que ya hemos vivido. Aunque tenemos enormes diferencias con lo que representa Scioli, pueden ser cuatro años menos duros”. El PTP, vuelve a su raíz maoísta (PCR) y llamaron a votar en blanco.

En el campo de la izquierda la hasta hoy principal fuerza el trotskista Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) llama también a votar en blanco. El caso del trotskismo no es extraño. Detrás de su eslogan denunciando que todos son de derecha aparece un caso de reduccionismo tan extremo como absurdo, sobre todo proviniendo de un sector que hace gala de una refinada capacidad de análisis. El FIT (Partido Obrero y Partido de los Trabajadores Socialistas) recurre a la misma táctica de posicionarse a la izquierda de todos y desde allí acusarlos de derechistas, reformistas, burgueses, traidores, etc., mientras apuesta deliberadamente al infantilismo político del “tanto peor, mejor”. Suponen que un gobierno macrista extremará la resistencia, habrá un auge de la lucha de clases y ellos serán la vanguardia derrotando definitivamente al bonapartismo peronista.

La Historia es más compleja. Los procesos sociales y la conciencia popular son poco proclives a seguir recetas y fórmulas. Los matices no son sutilezas, marcan los trazos de una decisión que afectará en uno u otro sentido a la sociedad argentina y sobre todo a las clases populares.