El embate mediático y político en contra de la Ley de Humedales se hizo sentir esta semana a pesar de que la iniciativa no representa amenaza alguna para los proyectos litíferos de la puna. Una respuesta desde la ciencia al fundamentalismo pro-empresarial. 

Nicolás Bignante

La arremetida propagandística del sector minero en contra de la Ley de Humedales carece no sólo de escrúpulos, sino también de fundamentos. La supuesta paralización de los proyectos vinculados al litio en la puna salteña y la consecuente pérdida de puestos de trabajo resultan amenazas incongruentes con el contenido del mentado proyecto.

Para ser claros, ninguno de los 38 artículos del texto apunta a la prohibición y/o paralización de actividades productivas en áreas de humedales. Por el contrario, se fija como objeto el «uso racional y sostenible» de los mismos, asegurando la integridad de los servicios ecosistémicos que brindan y entendiendo que la enorme mayoría de las actividades industriales precisan de recursos hídricos.

Yendo todavía más al grano, el artículo 11 del bosquejo plantea que «podrán realizarse en los humedales todos aquellos usos racionales y sostenibles compatibles, que no afecten negativamente la provisión de servicios ecosistémicos a la sociedad ni su valor inherente». De allí que la repentina preocupación del empresariado y buena parte del arco político por el tratamiento de la ley se parezca mucho a un reconocimiento tácito de que las intervenciones en la puna no eran tan amigables con el ambiente como se venía diciendo. 

Para el doctor en Ciencias Biológicas, Enrique Derlindati, «cuando se analiza la ley a fondo no hay ningún elemento ni cláusula que hable puntualmente de paralizar la producción. No existe la amenaza de cierre de minas o de impedir el desarrollo siempre y cuando sea sustentable. La ley habla de conservación y uso de los humedales».

El interrogante que inmediatamente sobreviene es si la extracción de litio es posible de llevar a cabo sin afectar, al menos parcialmente, los humedales. Para Derlindati, existen las herramientas que permiten hacerlo, el tema es si existe la voluntad. «Uno se basa en la idea de que las cosas se van a hacer bien. Las mineras tienen que cumplir con estándares internacionales. Es de suponer que no tendrían inconvenientes en hacerlo en un marco de sustentabilidad. El punto es cuáles son los controles y las políticas estatales que acompañan esa gestión. Me sorprende el temor, porque si todo se hace en el marco de la sustentabilidad no representaría ningún inconveniente», resaltó.

Atajándose de antemano

A grandes rasgos, el proceso para la extracción del preciado mineral consiste en bombear salmuera con alta concentración de litio. Eso se vuelca luego en piletones de evaporación hasta que se alcanza una determinada concentración a partir de la cual se genera el cloruro de litio. Otras metodologías implican también la reinyección del agua en los salares para garantizar el equilibrio hidrológico de los mismos. 

Algunos antecedentes en Chile dan cuenta de que cuando no se mantiene ese equilibrio, se produce un desbalance hidrológico que puede llevar al colapso del sistema. «No todos los salares funcionan de la misma forma. Se está tratando de entender en algunos salares cómo funciona la recarga de agua. Si eso no se sabe, difícilmente se pueda calcular cuánta agua se tiene que extraer. Ese balance tiene que estar bien calculada para que sea sustentable a largo plazo», añade el profesional. 

Enrique Derlindati

A esos riesgos deben sumarse otros, como el impacto de la realización de obras, por la construcción de caminos o por el corte de flujos de agua dentro de los salares. En algunos casos, se registraron también vuelcos de efluentes o accidentes por acciones negligentes. El procesado de transformación del litio en cloruro de litio, explican, implica la utilización de ácidos y otros compuestos químicos.  

Vida en los salares

Enorme revuelo causaron las declaraciones de la vicepresidenta de la Cámara de Minería de Salta, Fernanda Fraga, para quien “no hay vida” en los salares. El postulado, aclaran los que saben, es una falacia de la primera hora.

«Cuando hablamos de humedales hablamos no sólo del ciclo de nutrientes inorgánicos, sino que sostienen una enorme biodiversidad en términos relativos. Si pensamos en la puna como un gran desierto, los salares y sus sistemas asociados soportan una gran biodiversidad. De hecho, hay mucha diversidad microscópica, pero también organismos denominados complejos. Hay tres especies de flamencos sudamericanos que dependen exclusivamente de estos sistemas para su alimentación y reproducción. Son organismos que filtran en el agua de los salares gran parte de este sistema microbiano», resalta Derlindati. 

Y agrega: «Hace más de 20 años que trabajo en humedales altoandinos con flamencos. También hay gaviotas, hay grupos de mamíferos, en algunos hay crustáceos y reptiles asociados a los salares. El único lugar hasta ahora en el que no se encontró vida fue en el planeta Marte». Por si aún quedaran dudas, hasta la web oficial del ministerio de Turismo informa que en la zona «Se destaca la presencia de especies como vicuña, gato andino, flamenco austral, parina chica y grande, gallareta cornuda y guayata».

«Toda esa base productiva del sistema microbiano fija carbono, entonces los humedales funcionan como reguladores del clima desde el momento en que fijan dióxido de carbono, que es uno de los gases de efecto invernadero», resume el académico en diálogo con Cuarto Poder. 

Impacto en la vida humana

En muchos salares, donde existen formas de explotación artesanal de determinados minerales, las comunidades dependen de los sistemas hidrológicos. El pastoreo de llamas es una de las actividades productivas de bajo impacto asociadas a los humedales. 

Las salinas fueron utilizadas por las comunidades originarias desde siempre. Antiguamente la sal cumplía un rol crucial en la articulación y comunicación entre las comunidades ya que se intercambiaba mediante el trueque por otros elementos. En la actualidad las comunidades han creado cooperativas ligadas a la explotación de la sal o trabajan como asalariados en pequeñas empresas, por lo cual la destrucción del salar significa la pérdida de su fuente laboral.

Las estimaciones realizadas calculan que por cada tonelada de litio extraída se evaporan alrededor de dos millones de litros de agua, una clara evidencia de que la minería del litio en salares es una minería del agua. Además, la perforación de los salares, implica la posibilidad de que se mezclen aguas dulces (que se encuentran a niveles profundos) con aguas saladas, lo que ocasionaría un doble daño ya que se salinizarían las aguas dulces impidiendo su consumo y se destruiría el salar, lo que significaría la perdida de estas culturas de siglos.

Así y todo, la prohibición de proyectos mineros no se encuentra ni por asomo en el espíritu de la ley. «Si con bases técnicas se plantea que determinados salares no pueden ser explotados, se tiene que justificar el por qué. Pero al margen de esto, parece que todo el mundo se está olvidando de que la gran mayoría de los salares en Salta ya está en una zona protegida: La Reserva Provincial de Flora y Fauna Andina de Los Andes, que es una reserva de usos múltiples con cerca de un millón cuatrocientas mil hectáreas. Todos los proyectos mineros ya están dentro del área. Hasta la provincia lo promueve como destino turístico. Esto demuestra que un área protegida no necesariamente es prohibitiva», resumió Derlindati.