Una estudiante de la Universidad impulsó el encuentro de muralistas para cambiar la fachada de la misma pero las autoridades la boicotearon. Tras un acuerdo con Central Norte el evento se hizo igual y pintaron toda la manzana del club. Un gran suceso cultural que los cráneos de la universidad no entendieron. (Daniel Medina)
Uno de los grandes problemas del campo cultural salteño en general está en los mismos hacedores: cierta idea “romántica” que los hace incapaces para promover y difundir sus actividades, gestionar plata, generar contactos. Escriben, pintan, filman y componen casi en secreto. Así quedan novelas sin publicar, guiones de comics o cortometrajes que nunca verán la luz o bandas que tocarán ante un puñado de amigos una o dos veces, en un garaje, antes de disolverse.
Lo que se necesita, a veces, es un gestor cultural. Y eso es Florencia Cortez a sus 22 años. No es una artista, pero es la que consigue que las cosas se hagan. Su gestión hizo realidad un evento cultural de gran importancia que los cráneos a cargo de conducir la Universidad Nacional de Salta no visualizaron a tiempo como tantas otras cosas: la pintada de murales alrededor de toda la manzana del club Central Norte, en mano de enormes artistas de distintos países.
La idea
Están los que hacen y los que hacen hacer. Florencia Cortez estudia Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional de Salta y la idea de una intervención artística de esta magnitud surgió como un plan estratégico de comunicación cooperativa, en la materia de Diseño y Gestión de Políticas en Comunicación, que es del tercer año de esta carrera. La estaba cursando el año pasado y le pedían hacer un proyecto de intervención comunicacional y ella eligió la UNSa.
El proyecto se denominó “LATE UNSa 2013 Latinoamérica se cuenta”. Esto fue lo que propuso: una intervención artística a partir de la percepción que tienen los estudiantes de la UNSa acerca de la realidad mundial. Los artistas de distintas universidades de Latinoamérica (e independientes), son invitados a documentar, por medio de murales, las ideas de los alumnos de la Universidad Nacional de Salta. Los estudiantes intervienen directamente en la creación de los mensajes e ideas que luego se materializan en dibujo y pintura sobre los muros. Participan en la formulación de consignas estudiantes de: Agronomía, Ciencias Exactas, Ingeniera, Antropología, Ciencias de la Comunicación, entre otros.
Florencia especificó en ese proyecto por qué había pensado que las paredes de la Universidad debían ser las protagonistas (y beneficiadas) del trabajo de los artistas: “gran parte de la estructura del edificio (de la Universidad) conserva el color blanco y la estética de un periodo de oscuridad de la historia argentina. La UNSa tiene un aspecto de dejadez y opacidad que se refleja en las percepciones de los estudiantes, en relación a las representaciones que tienen de sí mismos como actores científicos”. Entre los objetivos, indicó: “Este proyecto beneficia el aspecto ético y estético de la Universidad Nacional de Salta, ante su comunidad…”
Este proyecto es su tesis de grado. Entrevistada por Cuarto Poder, insistió: “mi tesis inicial era implementar una idea que se genera dentro de la universidad y que no quede guardada en un box o en una oficina. Y es como que siempre pasa eso: tenemos científicos, expertos, que son impresionantes, pero los trabajos de los chicos quedan en la universidad y es porque no tienen un buen plan de comunicación. Y está esto de la universidad asilada”.
Pero, las paredes de la UNSa no se pintaron, sino las del club Central Norte.
Concretar una idea
No sólo hay que tener una idea; hace falta, sobre todo, la fuerza y la obstinación para sortear los obstáculos y concretarla. Para esto repacemos la génesis del proyecto: Florencia, en una materia de tercer año, piensa en un plan estratégico de comunicación, piensa que el arte urbano, la pintura en el espacio público, pueden modificar la percepción que tiene el estudiante de sí mismo como actor social real, con la capacidad de generar realmente una intervención en el espacio social, que sea tangible. Presentó el proyecto en la materia, luego a Extensión universitaria -que lo aprobó- y después consiguió que se lo declarara de interés provincial y cultural por la Cámara de Diputados, mediante el Partido Obrero (“viste, siempre necesitás que un diputado, que una fuerza política ingrese ese documento para que se haga el decreto , el dictamen”, explica). Se declaró luego de interés académico, luego, por la universidad Nacional de Salta.
“Yo sostenía el evento a través de la venta de publicidad. Entonces fui a ofrecerle al Ministerio de Gobierno publicidad y les dije que yo necesitaba que me ayuden con la compra de la pintura para el evento. Me dijeron que sí, pero que necesitaban una factura. Obviamente el evento es sin fines de lucro y yo no soy monotributista y hasta ese entonces no tenía ni idea de cómo se manejaban las cosas. Me dijeron que la universidad podía facturar ese dinero que me daba el ministerio. Entonces fui a la universidad y me empezaron a dar muchísimas vueltas burocráticas, me hacían ir, esperar, estar sentada horas, días; estuve prácticamente dos meses yendo todos los días a sentarme a esperar que alguien me atienda y nadie me atendía”, narró Florencia a Cuarto Poder.
Finalmente un día la atendieron, pero para poner trabas: “Salieron con que no me podían facturar primero porque la Universidad no vendía pintura y después me sacaron una resolución del año 91, por la cual me censuraban parte de nuestro trabajo: ellos me proponían que bueno, se va a pintar pero les vamos a hacer firmar a los artistas un documento que diga que si algo sucede con la pintura, si tiene una rajadura, algo, se puede volver a pintar de blanco”, dijo. ¿Se entiende? Las autoridades universitarias querían el derecho de volver a dejar blanca la pared en cuanto quisieran. El derecho a censurar. Inclusive le rechazaron el proyecto de extensión universitaria, después de haberlo declaro de interés.
Cuando esto pasó, la primera reacción de Florencia fue dejar el proyecto. Ya había contactado con 50 artistas de distintos países latinoamericanos, pero les mandó un mail diciendo que había decidido dejarlo.
Afortunadamente, al día siguiente la Secretaría de Cultura le avisó que era ganadora del fondo de desarrollo cultural, que había solicitado algunos meses antes. Pero como aún no podía conseguir cómo facturar, fue a devolverle esa plata al Ministerio. “Bueno, cuando fui a devolver el dinero del fondo, la Directora de Gestión Cultural dice este proyecto está muy bueno, lo que podés hacer es participar en el segundo llamado, pidiendo esa cantidad de dinero y por las paredes no te preocupes, porque fijate que la gente de Central Norte (la Comisión a cargo de las inferiores del club) está ahora con un proyecto y tienen las paredes del club que son bastante grandes)”.
Ahí el proyecto se encaminó. El mayor gasto que tenía el evento era la pintura y recibieron un a mano. “Tuvimos una ayuda muy grande de Pinturerías América, un descuento grandísimo. De 94 mil pesos que había presupuestado pinturerías Martel, América nos bajó a 30 mil pesos. Fue toda la pintura que utilizamos en el evento, más 600 aerosoles que también cubrió un sponsor”, dijo.
Así cobró vida Late UNSa, lejos de la UNSa.
Pasión Cuerva
La Asociación Pro Centenario (Aprocen), a cargo el fútbol amateur de Central Norte, se reunió con Florencia. La idea les gustó y así dieron el visto bueno al que pasó a llamarse “Festival por la conciencia. Latinoamérica se cuenta en muros”. La única condición que pusieron es que sobre la calle Martín Cornejo se pinte la historia del club. Los chicos del Tomás Cabrera fueron los que participaron plasmando en los muros los momentos más importantes de la familia cuerva.
“Buscamos que los chicos comiencen a tomar conciencia de que Central Norte se topó con grandes del fútbol en esta cancha, que llegó a tener capacidad para 20 mil personas. Que sepan de dónde venimos y así puedan generar sentido de pertenencia; si no vamos a seguir condenados a que nuestros chicos no tengan condiciones de igualdad con los de otros lados, vamos a seguir condenados a ver fútbol por televisión y a no poder llenar el Martearena en un clásico entre Central Norte y Juventud”, dijo a El Tribuno Gabriel Savino, integrante de Aprocen. “Buscamos que esto no se quede solo en murales que ilustren historia; nos gustaría que este sea un paseo dinámico, con mesas y aparatos de gimnasio. Así, lo que era algo oscuro para actividades poco sanas se va transformando en un espacio urbano, cultural, artístico”, añadió.
Entre el 25 y el 27 de setiembre se reunieron los artistas. Había varios de Salta y de otras provincias. También de Uruguay, Venezuela, Colombia, Perú y Francia, entre otros. La calidad de los murales es prueba suficiente de la calidad de las personas que vinieron y le cambiaron el rostro a un barrio.
¿Y la universidad? Bueno, parece que algún burócrata se avivó: faltando un mes para la llegada de los artistas, llamaron a Florencia. Levantaban todas las trabas. Para este año ya era tarde, pero si ningún funcionario se arrepiente, el año que viene los artistas podrán desparramar arte por la Universidad.
Democratizar el arte
La esquizofrenia de la ciudad de Salta se hace visible en sus paredes. Entre publicidades y afiches políticos, manchas de humedad y mugre, irrumpen murales y esténcils de una manera que desgarran la realidad, porque parece que no deberían estar ahí; pero están. Y son, además, insoslayables.El caso del muralismo tiene un matiz especial. Propone imágenes públicas, en lugares públicos, a la vista de cualquier transeúnte: arte para todos.
En los últimos dos años, han proliferado de una manera insoslayable en la capital salteña. Jesús Flores y el grupo conocido como Muralistas A impusieron una nueva temática: el indigenismo, que hasta entonces sólo había tenido un acercamiento turístico y mediocre. Pero los muralistas A impusieron composiciones modernas, se alejaron de técnicas arcaicas y mostraron un indigenismo complejo, violento y contaminado: si antes los murales mostraban a indígenas quietos, pacíficos, en Flores vemos a una Pachamama destrozando cadenas, o a unos indígenas peleando con una topadora.
El francés Julien Guinet es otro de los artistas que sacude Salta desde hace un buen tiempo. Y alguien que se ha vuelto insoslayable es Javier Cook. Guinet y Cook introducen una variante inédita en el muralismo salteño: el pop. Y es el contenido humorístico del pop lo que le da un gran potencial subversivo: ahí está Güemes, o su fantasma, lanzando rayos superpoderosos o una llama en una puna rosa.
La proliferación de murales (ver el caso de Acción Poética Salta, por dar otro ejemplo) y esténcils puede leerse como un síntoma. O por lo menos como una necesidad de mostrar que hay una gran complejidad identitaria, que por lo general desde el gobierno se trata de negar.