Natalia tiene 28 años y viene de una cuna militante. Estudiante avanzada de la UNSA, madre de un nene, funcionaria pública y militante de un espacio político cultural llamado “Seamos Libres”. (Gastón Iñiguez)
Un rato antes de comenzar la nota, Natalia habla con un par de colaboradores del espacio “Seamos Libres” mientras se fuma un pucho y termina de definir la agenda de trabajo de la semana. De espíritu inquieto y hablar rápido arremete mostrando que sabe bien donde está parada y cuál es el juego dentro de la política provincial: “Me gusta la política; vengo de cuna militante, mis viejos fueron montoneros y tuvieron que vivir un tiempo en el exilio; así que la militancia la llevo en la sangre”.
La organización “Seamos Libres”, en Salta, funciona en el centro cultural “PataPila”, ubicado sobre calle Urquiza 1.453. Se formó con la idea de crear espacios culturales en lugar de armar una unidad básica como es característico de los partidos políticos. “A través de la cultura buscamos concientizar y generar un lugar para el debate en estos tiempos tan revueltos ya que la política nos afecta en todos los aspectos de nuestras vidas”, nos comenta.
El espacio participó junto a otras organizaciones -como el colectivo “Las Otras”- por el pedido de justicia y liberación para Higui, quien fuera injustamente encarcelada por cometer un homicidio cuando intentaba defenderse de diez “machitos” que querían someterla y violarla en grupo. También colaboraron en la búsqueda de Gala Cancinos, quien permanece desparecida desde el 16 de mayo.
“Mi aporte a la lucha de género viene por el lado de las instituciones; he trabajado en barrios dando talleres y colaborando con organizaciones feministas que han hecho una labor muy profunda en nuestra provincia, al punto tal de que hoy si una mujer recibe un golpe puede hacer una denuncia; pero el problema ahora es que las instituciones no dan respuestas. Es responsabilidad del estado generar políticas públicas inclusivas que apunten a la igualdad de oportunidades y derechos, que condenen los crímenes y brinden seguridad pero si los funcionarios a cargo de tomar decisiones no son conscientes de que a las mujeres las violan y las matan todos los días, nunca podremos avanzar”.
La revolución de la mujer está consiguiendo de a poco grandes victorias, con las marchas, la visibilización de los micromachismos y evidenciando cada día la enorme desigualdad de género tan arraigada en nuestra cultura patriarcal, aunque todavía falta que las instituciones tomen verdaderas cartas sobre el asunto y asuman la situación que vivimos no como una forma de hacer propaganda sino como una verdadera cruzada contra el machismo.
Natalia reflexiona sobre la problemática enfatizando que en Salta el principal obstáculo es la religiosidad. No sólo el 98% de los salteños dice practicar la religión católica sino que esa misma doctrina ampara la desigualdad entre géneros: el cura que da la misa es hombre y hasta el mismísimo dios lo es, mientras que la mujer es la que da de probar la manzana, la culpable del pecado y siempre puta.
“Avalamos que la provincia salga a marchar para la procesión del milagro pero estigmatizamos a la mujer que lucha, sale a trabajar y marcha por sus derechos”, comenta Natalia, y agrega: “Cuando le preguntas a un tipo si tiene problemas con que su mujer trabaje te va decir que no, que está todo bien, pero en el fondo le molesta que la mujer pueda acceder a puestos importantes o que gane más que él; un hombre desempleado hoy es alguien que no puede ser proveedor de familia y eso es una doble carga que impone el patriarcado para garantizar la producción y el consumo desmedido”.
Natalia cuenta que comparte el cuidado de su hijo de forma igualitaria con su pareja aunque ella prefiere estar en la calle, militando, trabajando y hablando con la gente mientras que a él le gusta estar en la casa; por más que eso debiera ser lo más normal del mundo todavía genera miradas de extrañeza en nuestra sociedad.
“Cuando en algunas oportunidades me reúno con políticos importantes no me dan bola porque soy mujer y encima joven y no se me está permitido querer y poder participar de otros espacios que no sean los hogareños, me tengo que esforzar doblemente para lograr que me presten atención y si resulta que voy acompañada de mi pareja lo miran solamente a él como si la política fuera sólo cosa de hombres y el lugar de la mujer es la cocina o el cuidado de los niños”.
Además de su militancia en el espacio Seamos Libres Natalia trabaja en Grand Bourg dentro de un área llamada Coordinación de políticas públicas para estados modernos que depende de Vicegobernación, donde el equipo interdisciplinario está conformado únicamente por mujeres que buscan generar un cambio en la sociedad implementando un trabajo concentrado sobre tres ejes puntuales: desarrollo integral del niño, juventud y tercer sector; a través de ellos están por lograr que se incluyan cambiadores para bebés en baños de hombres en todas las delegaciones de la administración pública con vistas a que se transforme en un requisito obligatorio para la habilitación también de espacios privados y en el interior de la provincia abriendo encuentros de debate y reflexión conjunta para enseñar a las familias la responsabilidad compartida de papá y mamá en el cuidado de los niños.
Esta coordinación está trabajando de manera conjunta con los ministerios de primera infancia, ministerio derechos humanos, distintas secretarias y organizaciones sociales.
¿Qué significa ser feminista en Salta?
“Para la sociedad salteña ser feminista es ser la piba que muestra las tetas y que esa teta este caída y sea poco atractiva. Es pintar una pared porque se me ocurre o marchar porque soy una vaga y no tengo nada que hacer. Hay que hablar de feminismo y patriarcado en todos los espacios de nuestras vidas; en el trabajo, en la mesa, en la cama y con todos y todas porque esto nos toca y por eso genera rechazo, porque nos mueve fibras internas y sabemos que nos atraviesa de punta a punta. El feminismo es más que una ideología; es creer que todos somos iguales y tenemos los mismos derechos, que podemos vivir sin tener miedo de ir por la calle y que me toquen el culo o de que me violen y me maten por ser mujer”.
¿Si alguien se quiere interiorizar sobre el feminismo, qué le dirías?
“Yo soy una mujer política así que lo llevaría por el lado de entender lo que fue y significa aún hoy la lucha de las mujeres por conseguir los mismos derechos que los hombres, como por ejemplo la lucha de las primeras sufragistas en Estados Unidos que salieron a la calle incansablemente (como hacemos hoy aquí para pedir que no nos sigan matando) hasta que consiguieron que las mujeres puedan votar y todas las conquistas sociales que fuimos obteniendo, los espacios de poder ganados y la importancia de un mundo igualitario sin machismo ni patriarcado. Yo iría por el lado de la organización, la lucha y por nuestro derecho de salir a la calle, porque eso no lo vamos a dejar de hacer nunca”.