De golpe el avión se empezó a mover. Las nubes de tormentas se veían demasiado cerca para que el piloto no las vea. ¿Pero las ve el piloto?

                                                                                       Por Elvira Ameal Paredes

Mientras comenzaron a sentirse efectos de fatiga por la cuarentena, y un plan de contingencia diseñado solo para el ciudadano común, la actividad política empezó a desperezarse rápidamente. No de la mejor manera por supuesto, sino con escándalo tras escándalo, de esos que no se pueden meter bajo la alfombra.

Todo empezó con el femicidio de la docente Rosa Sulca, y con una actitud incomprensible de parte del Ministro de Seguridad Juan Manuel Pulleiro a quien se lo vio más abocado a investigar  por dónde se filtró el anuncia grabado por el propio 911, que a determinar responsabilidades. En el espeluznante audio, la maestra dice ni más ni menos que la están matando mientras pide auxilio a quienes suponía debían acudir a salvarla. Pero desviando la importancia del caso, se prefirió echar manos de un diputado acusado de torturador con más de treinta procesos penales abiertos como Gustavo Orozco, para enfrentarse a los fiscales que investigan.

Al mismo tiempo, apareció una camioneta oficial con un empleado de Vialidad de la Provincia cargada de droga. Al director de Vialidad Gonzalo Macedo, esposo de la futura jueza de la Corte de Justicia Alejandra Gauffin y conocido como “torito cruzando el río”, no se le cayó una sola idea (ya se sabe que tiene pocas) para actuar rápida y eficientemente. Sólo atinó a echar al empleado. Aquí lo realmente importante, era conocer si dentro de Vialidad existe una organización dedicada al tráfico de drogas, pero ni siquiera ordenó un sumario administrativo. Dicho sea de paso (vale la mención), parece que en el Senado preguntar por los acuerdos para los nuevos jueces de Corte, viene a ser como nombrar el mismísimo diablo: nadie quiere oir hablar del tema. En el Poder Judicial menos, ahí dicen algunos, si tocas el tema te mandan a la «c…» de tu hermana.

Otra más: los asentamientos de la zona sur desnudaron una realidad que todos conocemos. Un funcionario tuvo el desparpajo de manifestar «estamos 72.000 abajo» y otro le contestó: che ¿pero no van a construir unas cuantitas por lo menos? Silencio de radio por respuesta. Capaz que los diputados Ameri y Caliva tienen la culpa. Lo peor es que el despelote empezó un jueves y recién el domingo se dieron cuenta que tenían seis asentamientos juntos con más de 1300 personas. Después fue el super ministro Pulleiro al Senado, y contó que desde enero hubo más de 40 asentamientos. Desde enero??? Un senador le dijo al otro al oido: ¿Este es, o se hace? Si sabían que desde enero hay cuarenta asentamientos, ¿no se les pasó por el mate que algo tenían que hacer?

Otra de antología, el cowboy diputado Héctor Chiban se presentó a lo macho al control de la ex Aunor a rescatar a su hijo que debía hacer la cuarentena. Como siempre fue de prepo, y se peleó con el médico que debía hacer el control más los policías. Cuando se le acabaron sus siempre cortos argumentos, le levantó el teléfono a la asesora plurigubernamental Pamela Calletti, quien impartió la orden de seguir. Así como leen. ¿Algún fiscal investiga esto, o se hicieron los desentendidos?

Una mas, al intendente de Orán, que según las  buenas y malas lenguas es médico, poco le importó rajarse el fin de semana a Tucumán, cuando su ciudad es un hervidero de dengue, y ahora parece que de coronavirus. Violó todos los controles y cuando volvió, debió ser protegido porque un grupo quería ir a lincharlo. Orán puede ser el foco que contagie la provincia por el total descontrol de quienes entran y salen. Mientras tanto, la mono transportista oficial, Silvia Magno, sigue amasando una inmensa fortuna con el monopolio de repatriados infectados, o por lo menos sospechosos. Nadie la controla ni la controlará, ni a ningún fiscal se le ocurrió investigarla.

La última (por ahora y con la esperanza de que en verdad sea la última) Un opa importante llamado Juan Adrián Medrano, más conocido como «el bicho”, hermano de la ministra de Salud y asesor del hombre del poncho sin lavar, Martín de los Ríos, que lo definió como un hombre de bien y apegado a la moral, fue controlado camino a Quijano. Como es de macho hacerse el fuerte con los débiles, les dijo a los policías que “eran unos negros de mierda” y luego se comunicó con el Ministro de Seguridad (Pulleiro de nuevo), para decirle que “cuatro pelotudos lo estaban haciendo perder el tiempo”. La única penitencia que recibió semejante engendro, fue que lo renuncien del cargo de asesor.

Si nos proyectamos con otras anécdotas estamos medio complicados los salteños, la única verdad es la realidad.