Mientras los 730 comedores escolares que existen en la provincia perciben menos de $5 para alimentar a estudiantes carenciados, al programa encargado de distribuir el dinero a las escuelas se le escapa que a veces no le depositan el dinero, o gasta once millones menos de lo autorizado por el presupuesto. (DA)
El texto de la auditoria sobre el llamado “Plan Provincial de Nutrición Escolar” ya había sido objeto de análisis en este semanario un tiempo atrás. Aquella vez se enfatizó que destinado a niños de entre 5 y 12 años que concurren a escuelas estatales, el objetivo del programa era “lograr un impacto social asegurando el servicio de las prestaciones alimentarias adecuadas a los hábitos y pautas culturales de la población en edad escolar y priorizando aquellas escuelas con mayor vulnerabilidad socioeconómica, geográfica y alimentaria”. También en aquella oportunidad (“Comer con menos de $5 por día) se aclaró que había instituciones que debían arreglárselas para alimentar a sus alumnos con $103 por mes y siendo 21 los días hábiles, el monto mensual significaba un presupuesto de $4,90 pesos por beneficiario.
En enero de 2011 -que fue el año que examinaron los auditores para finalmente publicar el informe definitiva hace dos semanas- la escuela albergue “Sagrado Corazón de Jesús” de San Antonio de los Cobres recibió $ 5.651,25 para 55 chicos que para alimentarse en cada uno de los 21 días hábiles gastaron $4,89. La escuela de jornada completa “7 de Mayo” de Salar de Pocitos, recibió $825 para brindarle tres comidas a 18 chicos. Un presupuesto de $45,83 por chico que dividido por los 21 días produce un milagro estadístico que ni el mismísimo exsecretario de comercio de la nación, Guillermo Moreno, se habría atrevido a declarar: los niños debían comer con $2 por día. Esta situación explica otras situaciones que los auditores registraron: en General Güemes, una escuela de “Jornada Simple con Almuerzo”, que recibió $47 por mes para cada beneficiario tuvo que rebuscárselas de esta manera: “La Directora informó por nota 25-04-11 que a partir 31-3-2011 se brindó el servicio de té con leche con ALIMENTOS DONADOS”.
Ni siquiera saben
Tamañas penurias, sin embargo, podría haber sido menos adversas. Y es que lo increíble de esa auditoria también radica en dos puntos irritantes: al organismo provincial encargado de distribuir el dinero a los comedores suele pasársele por alto que a veces no le depositan lo que le corresponde y, pero aún, gastó once millones de pesos menos de lo que el presupuesto le autorizaba. Para demostrarlo, conviene precisar lo siguiente: el Plan Nacional de Nutrición Escolar depende del Ministerio de Educación y es comandado por una ingeniera: María Lorena Nallar Lemir; el informe que estamos usando para evaluarlo fue publicado el 20 de noviembre de este año en la web de la Auditoria General de la Provincia, aunque el periodo examinado fue el año 2011; y entre las cosas que los auditores examinaron se encontraba la de analizar cómo funcionaban los sistemas de control interno.
Lo último funciona poco. En la página 6 del informe, por ejemplo, los auditores concluyeron que “El sistema de control interno operante en el Plan (…) no detecto la falta de percepción de la cuota N° 12 del año 2011 por $2.916.666, correspondientes al programa de comedores escolares”. Para entender esto deberíamos constatar los canales por donde circula el dinero que se destina a los chicos: el estado nacional envía dinero a una cuenta del Ministerio de Educación de la provincia; este a su vez trasfiere a otra cuenta bancaria que corresponde al Plan Nacional de Nutrición Escolar que, sabiendo cuanto precisa por mes para destinar a las escuelas, pide el monto que sus superiores luego le depositan. Dicho esto, lo que los auditores descubrieron fue lo siguiente: que la ingeniera Nallar no se había dado cuenta que el dinero que correspondía distribuir entre las escuelas por diciembre del 2011 no le habían sido depositados. Potencial conclusión de este embrollo: la ingeniera no es corrupta, simplemente parece estar ahí, sin objetivos claros, esperando que las cosas sucedan.
Otro dato escandaloso descubierto por los técnicos de la auditoria confirmar lo último: el Estado presupuesta una cifra muy superior a lo que el programa efectivamente ejecuta. Si se tratara de gastos reservados en manos de la clase política, el dato sería auspiciante. Pero tratándose de la alimentación de niños/as de entre 5 y 12 años, que asisten a escuelas públicas de vulnerabilidad socioeconómica, geográfica y alimentaria y que, además, deben arreglárselas con menos de $5 diarios… el dato indigna. Y es que mientras la nación aportó para el año 2011 $22.784.272, la provincia gastó sólo $21.259.593, es decir $1.524.678 menos de lo que contaba. Si eso ya es un problema, el escándalo mayor viene con respecto a lo que aportó la provincia: en el presupuesto de ese año presupuestó 35 millones de pesos de los cuales se usaron sólo $23.303.184. Recurramos ahora a la suma operación matemática fácil: $11.696.815 que debían emplearse para la comida de los chicos no se usaron. Esa cifra mas el dinero que envió la nación y tampoco se usó ($1.524.678) hacen un total de $13.221.494.
Como corresponde en estos casos, el organismo que no gastó lo que debía gastar devolvió el dinero no usado a Rentas General de la Provincia, aunque sólo después de que el informe de la auditoria le advirtiera sobre la irregularidad. Eso explica que tal devolución se haya concretado un año después de lo que estipulan las leyes -el 23 de noviembre del 2012- cuando la Contaduría General de la Provincia dispone que “los fondos sobrantes al 31/12/11 y sujetos a rendición, deberán ser depositados el primer día hábil del ejercicio 2012 en la cuenta N° 41-40/7 Rentas Generales…”.
La ingeniera Nallar, entonces, no sólo no percibió que a veces no le mandan el dinero que le corresponde, también se olvido de gastar trece millones de los cuales once devolvió con un año de atraso aunque nadie, ni siquiera los auditores, sepan a donde va a parar aquellos que debería haber sido usados para alimentar a niños. Son los riesgos de estar ahí, sin rumbo ni objetivos claros, esperando, simplemente, que el tiempo arregle lo que las personas desarreglan.