El discurso de Cristina y el acto. Discurso y apoyos políticos. Un gobierno que niega sus actos. La perplejidad de Marcos Peña. Los brazos abiertos de Prat-Gay. Comodoro Py y el PJ: geografías. (Por Mario Wainfeld)

La ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner transformó las frías vecindades de Comodoro Py. Congregó una multitud, pronunció un discurso con su marca, reafirmó liderazgo interno, convocó a un Frente Ciudadano opositor. La alegría y la pertenencia signaron el acto, cuyas proyecciones dependen de variables y desempeños futuros.

La Cámpora, el Nuevo Encuentro de Martín Sabbatella, el Movimiento Evita, la CTA de Hugo Yasky, un puñado de intendentes condujeron las columnas más bullangueras y numerosas. El orden de enunciación es, seguramente, un listado de mayor a menor en el número aportado. Magra la presencia gremial, aparte de la enunciada.

Dijeron presente, poniendo los cuerpos, personas del común, “sueltas”, llegando por su voluntad y por sus medios. Una marea humana y espontánea cuya desconcentración comprobó que casi todos lo hacían en transporte público.

Una mirada impresionista, no estadística, induce a pensar que todos los asistentes votaron al ex gobernador Daniel Scioli en las dos vueltas electorales y que hubieran metido con más gusto el sobre en la urna por Cristina.

La muchedumbre, entonces, expresa un capital político propio, forjado en doce años de gobierno. Con capacidad de calle, con núcleos organizados, una base social y juvenil notable.

Cristina se reposiciona como líder del espacio opositor nítido, en su vertiente más numerosa. Los partidos y sindicatos de izquierda también lo son, con sus banderas tradicionales y un peso electoral menor.

El Frente Ciudadano solo tendrá sentido si consigue atraer adhesiones fuera de esos colectivos. El Frente para la Victoria (FpV) perdió las elecciones nacionales y bonaerenses, sus nutridos bloques parlamentarios padecen divisiones. Es la primera minoría con implantación territorial confinada a municipios.

El objetivo que enunció Cristina exige recrearse y relegitimarse. Sumar, asumiendo que el pase al llano horizontaliza adentro y afuera. Sin los recursos materiales y simbólicos del Estado, la tarea es más ardua y novedosa.

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Bonadio y su ballet: Macristas moderados y periodistas del PRO enardecidos despotricaron contra el juez federal Claudio Bonadio, por un ratito. Le atribuyen haberle dado un pase gol a “ella” en la intimidad del off the record o en el furor del micrófono.

Claro que la causa por el dólar futuro es un disparate jurídico, que rezuma rencor e incompetencia. La creatividad de Su Señoría dibuja cargos y (todo lo indica) tenía escrito de antemano el auto de procesamiento, la acusación de asociación ilícita y hasta la prisión preventiva. En la Casa Rosada y zonas de influencia esperan con ansias que lo saque a la luz.

La denuncia original no fue obra del demonio de la botella o por alienígenas. Fue presentada por el senador macrista Federico Pinedo y Mario Negri, presidente del bloque de diputados del radicalismo. Esto es, la flor y nata parlamentaria del “equipo” del presidente Mauricio Macri, expresado en su partido dominante y su furgón de cola. Pinedo explica que no incluyeron a la ex mandataria en el libelo acusador. Excusa inverosímil de quien puso en movimiento la maquinaria de la gavilla de los federales. El Frankenstein no se les fue de la mano: le dieron de comer.

La conducta del oficialismo era previsible, Cristina decidió en su momento no ampararse en fueros, como estaba a su alcance. El temple y los riesgos de la decisión definen al kirchnerismo, en su identidad, con aciertos y errores.

La Cámara Federal denegó una recusación con argumentos que hablan más (y peor) de sus autores que del expediente. La prensa dominante cuenta que CFK no se defendió ante “la Justicia”. Si alguien quiere justicia, es errado acudir al Poder Judicial… La ex presidenta interpuso una nueva recusación (la parcialidad, como los cargos, son subjetivos y conciernen a cada litigante) y fundamentó largamente. Hablar o callar en la indagatoria es un derecho cuyo ejercicio no establece presunción alguna, detalle olvidado por los fiscales mediáticos. La Cámara cuenta con chance de mejorar su reputación, seguramente reincidirá en su narrativa farisea.

La argumentación de la oradora fue política, describiendo la ofensiva judicial como un eje de la estrategia oficialista.

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Coartadas débiles: El Gobierno conserva la iniciativa, hace agenda a diario. Define rumbos, implementa una política económica con antecedentes, pletórica de ideología.

El ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, festejó con una sonrisa de oreja a oreja y los brazos abiertos de par en par. No había llegado a la pobreza cero, había conseguido una sentencia “favorable” de la Cámara de Nueva York. La llave de un nuevo ciclo de endeudamiento externo, a niveles exorbitantes.

Contradictorio el alborozo porque uno de los pilares del relato macrista es que el Gobierno no hace política. Solo se mueve obligado por los condicionantes de la pesada herencia. La falacia se repiquetea porque los primeros resultados de la gestión son gloriosos para sectores muy concentrados. El rebusque de acusar a terceros de las consecuencias de los actos propios es típico aunque falaz.

Claro que cualquier gobierno encuentra límites en lo que llamaremos “realidad”, para abreviar malamente. Admitamos, solo para argumentar, que era imperiosa una devaluación. Los tres principales candidatos a la presidencia (Macri, Scioli y el diputado Sergio Massa) la tenían en su manual de herramientas. Una señal del desplazamiento a centroderecha de la oferta electoral, que no era homogénea. Las diferencias existen y son centrales.

La acción política elige dentro del abanico de lo disponible. Verdad válida por antonomasia en un sistema democrático. Ejemplifiquemos en números, sin aspirar a la precisión. El Gobierno podía llevar el dólar a una franja entre doce y veinte pesos, póngale. No tenía chances de replicar el “uno a uno” ni de triplicar la cotización. En esos márgenes, navega la decisión. Los buenos estadistas amplían los márgenes, sin suprimirlos plenamente.

El macrismo no estaba condenado a unir la devaluación con la baja o supresión de retenciones a productos agropecuarios, medida sin precedente alguno.

Nada lo compelía a talar las retenciones a la minería, ni siquiera sus promesas de campaña.

Los nuevos valores de las tarifas de servicios públicos y los boletos de transporte no estaban inscriptos en la piedra: se decidieron entre cuatro paredes. Dejar para más adelante la ampliación de la tarifa social (salvo para el nutrido número de beneficiarios heredados) fue potestad del Gobierno.

Los despidos, si se observa bien, ni siquiera se cobijan en la “necesidad” de reducir plantas o gasto (que se aumentan con nombramientos con suelos elevados). Menos aún el modo salvaje en que se notifican.

Quien conduce escoge manejar con las dos velocidades que separan los logros de las cerealeras, la banca y las multinacionales versus las carencias de las clases medias y populares. Lo advierten macristas bondadosos que le piden a su fuerza que tenga compasión y arbitre movidas compensatorias.

La palabra “compasión” es apropiada porque, en el paradigma de la derecha, esa es la relación de los patrones que mandan con los laburantes. No el resguardo o la promoción de derechos, sino variantes de la caridad.

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“Disfruten”: “Espero que lo puedan disfrutar”, ofreció Prat-Gay mientras abría los brazos de par en par y la sonrisa de oreja a oreja. No palmeaba a los buitres, que se arreglan solos para gozar, sino a potenciales inversores externos. La oferta y la gestualidad del ministro por ahí llegan a equiparar momentos imborrables de la Década Infame. Un parentesco la entronca con la expresión “relaciones carnales” que acuñó el canciller Guido Di Tella, un deslenguado con más ingenio y descaro.

“¿Cuál sería nuestro interés en beneficiar a los ricos?”, interpela a la audiencia el jefe de Gabinete Marcos Peña. Con respeto, la pregunta está mal formulada y el interlocutor, mal elegido. Sería más adecuado interrogar(se). “¿Por qué tenemos interés en beneficiarlos?” O “¿por qué los beneficiamos tanto?” Antes de recibirse de sofista, Peña podría vistear a sus compañeros de gabinete, percibir de dónde provienen y a qué intereses representan. O confesar que hay modelos económicos que parten de la premisa que lo primero es fortalecer a los ricos. La política económica neoconservadora preceptúa que la riqueza se distribuye con una secuencia enojosa para la legitimidad democrática. El consenso de ejercicio se difiere al futuro venturoso. El presente es para las corporaciones que entornan a Macri. Lo primero es “pagar la fiesta” cuya factura se distribuye de manera dispar.

Las fallas de gestión acentúan las consecuencias deseadas. Prat-Gay pronosticó que la devaluación no se trasladaría a precios porque los formadores ya la habían anticipado. Falló, feo.

Después vaticinó una lluvia de dólares en verano. La pifió, de nuevo. La pésima negociación con los buitres pagó tributo a la urgencia en cerrar trato, asediados por la inflación desbocada. Prat-Gay es hombre de fe: sigue empacado en que será del 25 por ciento anual, confundiendo doce meses con un semestre.

El Gobierno le endilga a su antecesor haber usado la inflación como instrumento de política económica. Algo de miga tiene la acusación: el kirchnerismo privilegió otras variables, dándose maña para mantener estable la inflación. La perduración acumulativa causó daños, en particular a los trabajadores no formalizados o sin empleo.

El punto actual es que el macrismo usará la recesión como instrumento para bajar la inflación que ya no es de consumo sino de precios. La pérdida de valor adquisitivo del salario no es una maldición bíblica, sino un instrumento para la “competitividad” que siempre exigen los inversores. Aborrecen al “costo laboral” argentino, un subterfugio sutil para no nombrar a las conquistas de los trabajadores.

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La imagen es todo: El macrismo apela a imágenes para que “la gente” no haga foco en el metro cuadrado en que vive, en su barrio o en su laburo. La transmisión en vivo de detenciones por corrupción, para entretener al soberano y recargar culpas en el otro.

La imagen del gobierno, que se exhibe con profesionalidad, es otro bastión. Por ahora, las encuestas son un oasis para quien las prefiere a los indicadores socio-laborales o al espejo. La valoración del Presidente se sostiene elevada. Las sugestivas fluctuaciones todavía no marcan una caída severa. Los porcentuales deben tomarse con pinzas. Miden la fiebre minuto a minuto, too much. A menudo dependen más del honorario de las consultoras que de los aciertos o fallas muestrales.

Se alega que una imagen vale más que mil palabras. Uno discrepa: las imágenes no desplazan a las palabras, que las anteceden y hacen legibles. Y los hechos son más potentes, caramba.

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La agenda social: Se anunció ayer el primer “paquete social” del macrismo. La mayor parte de las medidas debe pasar por el Congreso, habrá que conocer los proyectos para valorarlas mejor.

La disminución del IVA para artículos de primera necesidad es encomiable en su intención y rumbo. Podrá aplicarse velozmente para los jubilados y quienes cobran la Asignación Universal por Hijo (AUH). Están bancarizados, la operatoria es sencilla. No es trasladable a “los pobres” que son un universo menos preciso e identificado. La base está: la proveyeron las políticas públicas del kirchnerismo que creó la AUH y amplió hasta la universalidad la masa de jubilados. El Estado populista lo hizo… no fue una asociación ilícita.

La movida más ambiciosa es expandir la AUH, un objetivo deseable cuya “letra chica” será clave para evaluar el impacto.

Las penurias de los inundados, víctimas de un pseudo imprevisto cotidiano, motivaron a la gestión anterior a otorgar aumentos transitorios focalizados de las jubilaciones, pensiones graciables y AUH. La odiosa “caja” sirve, la voluntad política es otra condición necesaria. Macri las tiene a la mano, sería bueno que imitara el precedente.

La continuidad de prácticas e instituciones del kirchnerismo valdrá para mitigar las tendencias del “modelo” macrista. Enhorabuena, porque las necesidades de los argentinos están primero. Y será imposible contemplarlas sin valerse de parte de la pesada herencia.

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Búsquedas: Los gobernadores peronistas hurtaron el cuerpo al acto del Comodoro Py. Daniel Scioli se ausentó, con pobre aviso. Dirigentes kirchneristas se ceban añadiendo nombres a sus listas negras, mal comienzo para el Frente Ciudadano. En el llano, la tarea de sumar es exigente. Engordar con lealtades fingidas no funciona, como sucedía cuando se ocupaba el Palacio, pero atraer voluntades exige tolerancia, creatividad para proponer tareas comunes. La estricta verticalidad o la pertenencia a ultranza son imprescindibles para conservar el caudal propio y resistir el asedio, pero insuficientes para crecer. Las funciones y disfunciones son similares en las orgánicas muy cerradas. La apertura, la aceptación (e inducción) de experiencias “silvestres” exigen un nuevo aprendizaje, explorado en otras etapas. “Caminar” el llano arisco, otro imperativo.

Cristina corroboró que es la principal dirigente del fragmentado espacio opositor, lo que la ranquea sin unificar.

El gobernador salteño Juan Manuel Urtubey graba un cover anacrónico: remeda a Carlos Menem en su relación con el presidente Raúl Alfonsín. El riojano fue el más amistoso de los peronistas mientras duró la primavera y el más antagónico en el momento preciso. O aún antes, en Semana Santa. El timing le valió la presidencia. Claro que Menem era un caudillo plebeyo y entrador de carisma notable y que encontró un “nicho” de oportunidad. El Chango Urtubey, surfea en la ancha avenida del medio donde Massa tiene mayor capital acumulado: un partido, una cantidad envidiable de votos. La partida tampoco es sencilla para el tigrense porque su enjundia para vituperar al kirchnerismo siempre será menor que la de Macri. El diputado Felipe Solá se esmera en explotar la veta antimacrista. Se enamoró de una bonita metáfora organicista que desgrana, fatigando micrófonos y sets de tevé: “El macrismo mira con un solo ojo, a los ricos. Y no tiene corazón”.

Todos lo tenemos, algunos debajo de la frondosa billetera, precisión que vale para una fronda de compañeros peronistas.

El gobierno atravesó con incomodidad la semana, cuestionado por aliados que le pidieron que reprimiera la manifestación, reprochándole un acierto. Clarín zarandea al equipo económico ¿Qué te pasha? Es insaciable, la derogación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual se sumó a su patrimonio. Va por más.

De todos modos, el Gobierno se abrió a las inversiones extranjeras. Los convocó a disfrutar. Marcos Peña debería entender (Prat-Gay lo sabe de memoria) que los nuevos conquistadores son ricos. Esperar que vengan para invertir en actividades mano de obra intensivas roza con la quimera. Las bicicletas financieras, con la cooperación activa del Banco Central, quedan al alcance de cualquiera.

La recesión y el boom de inversiones son las barajas oficialistas para bajar la inflación. El Presidente prometió ayer que quiere mantener los puestos de trabajo. La contabilidad social lo desmiente con crudeza cuando se empieza a recorrer el gélido segundo trimestre.

Fuente: Página 12