El 24 de noviembre de 2020, perdió la vida de forma trágica, Richard Eduardo Farfán, conocido como «Colchón». Un trabajador del matadero municipal. Su tarea era la faena de animales, para su posterior distribución en carnicerías y comercios.

 

El día de su fallecimiento, Farfán estaba faenando un animal en una especie de andamio a dos metros del piso, resbaló en medio de la sangre que derivaba de su tarea y cayó, golpeándose de forma irreversible la cabeza. Su certificado de defunción dice que el motivo de su deceso fue «TEC (Traumatismo Encéfalo Craneano) grave», que derivó en la muerte cerebral del paciente, lo que precipitó su deceso en cuestión de horas.

Si bien dos metros es una distancia corta hacia el piso, este hombre de 120 kilos y 194 centímetros de altura, resbaló en medio de vestigios de carne y sangre que se tornaron fatales. Más aún si tenemos en cuenta que no existían barandas de seguridad, arneses ni casco para la protección de los trabajadores y esto, claramente fue un accidente de trabajo, con fallecimiento posterior.

El responsable del matadero municipal es el veterinario Hugo Correa, quien dio la cara por la Municipalidad de La Merced ante Gabriela Morales, esposa de Farfán. En el hospital le dijo «no se preocupe por nada, el municipio va a correr con todos los gastos, quédese tranquila», pero sus palabras se evaporaron en cuestión de días.
En una situación laboral normal, esto se daba por descontado, pero este no era el caso.

Richard Eduardo Farfán se desempeñó como faenador de matadero durante 30 años, pero nunca fue reconocido como empleado. Siempre trabajó en negro, por lo que nunca ganó el sueldo correspondiente a su labor, nunca tuvo beneficios sociales ni pudo dejarle ninguno a su esposa que, por una artrosis degenerativa en columna vertebral, no podía trabajar y lo tenía como sostén de familia, al no poder trabajar. Tampoco contaba con una ART que lo cubriera en caso de accidente.

El primer problema que tuvo que enfrentar Gabriela Morales, después del más importante que fue perder a su marido, fue el pago de la excavación y el terreno en donde enterraron a su marido. El segundo fue que nunca nadie fue por su casa a ver si necesitaba algo, ni siquiera por humanidad, que también hubiera sido bueno que lo tengan, sino por la obligación, como Estado- empleador, de «compensar» las irregularidades en que se mantiene esa estructura municipal.

Gabriela fue a ver al Intendente para decirle, básicamente que estaba pasando hambre y que le correspondía hacerse cargo de la negligencia que dejó sin vida a su compañero.

En una primera instancia no sólo la trataron mal, sino que le dieron un subsidio a modo de limosna, esto se repitió dos veces más y en la última le anticiparon que próximamente habría un acuerdo que firmarían para establecer las condiciones en que se resolvería esta situación. De esto ya pasaron tres meses y nunca se firmó.

La mujer buscó un abogado que la asista para iniciar las acciones legales correspondientes, después de un plazo razonable de espera.

Ante la situación vivida desde el fallecimiento de Farfán, los concejales mercedeños entendieron que un reconocimiento público al trabajador, como ponerle su nombre al Matadero Municipal, ayudaría de alguna manera, pero el receso de verano dejó pendiente el proyecto, para su tratamiento en estos días.

Esta sería una muestra clara, que daría legalidad y reconocimiento a un empleado que entrego 30 años de su vida a un trabajo que terminó quitandosela.

El Matadero Municipal de La Merced cuenta en este momento con seis faenadores en negro. Sólo uno se encuentra inscripto como monotributista, con lo que adquirió un seguro de vida colectivo con el que, en este caso, se le pagó a la viuda un monto de 300 mil pesos. Ese es el único beneficio legal que pudo tener obtener del trabajador.

Ante el fallecimiento de Farfán, la Municipalidad de La Merced intentó cubrirse y según dicen, a la semana de lo sucedido, el Matadero Municipal ya contaba con barandas, arneses y cascos. Si hubieran hecho esa inversión unos días antes, podrían haber evitado el deceso del trabajador.