Si la presidente de la Nación les pidió a sus referentes un baño de humildad, los números de las elecciones generales en Salta expresaron para la izquierda un baño de realidad. 

La polarización Urtubey – Romero persistió este domingo y en Capital la disputa entre ambos se hizo más encarnizada. A nivel provincial la izquierda (Partido Obrero + MST + Frente Popular) anda rondando el 10% y en la Capital casi el 15% dependiendo la categoría. Aunque el PO mantiene la primacía en relación a las otras dos fuerzas es notable el estancamiento o la pérdida de votos en todas las categorías. La pregunta es si efectivamente Juan Carlos Romero está tan muerto como se pronosticaba o aún tiene la capacidad de resurgir o hacer andar a sus crías.

Pero el tema en cuestión es la anemia persistente de aquello que se denomina izquierda, centroizquierda o progresismo. A pesar de los escasos números se escuchará a algún dirigente de este espacio regodearse con las cifras obtenidas, su crecimiento famélico pero siempre progresivo y voluntarista que abre las puertas a una opción de izquierda a un futuro aún más incierto y las inevitables invocaciones a unir fuerzas, etc., etc.

Desgranando la cuestión, el Partido Obrero que (no) supo tener la primera minoría del Concejo Deliberante del distrito más importante de la provincia vuelve lentamente a la modorra política de ser lo que mejor sabe hacer: oposición. Pudo ser una fuerza dirigente, legisladora de sus proyectos pero en los dos años más importantes de su historia política pasó con mucha pena y nula gloria. Quizás allí comenzó a grabarse el futuro de esta fuerza y para los grupos dominantes la oportunidad cierta de estigmatizar a la izquierda como un espacio diletante, ineficiente.

Por debajo del trotskismo aparecen el Movimiento de Trabajadores al Socialismo (MST) y el Frente Popular. Con dato curioso: el Frente Popular en las PASO consiguió más votos que el MST pero en las generales se invirtió. No se puede desconocer que la campaña propagandística de Cecilia Gómez tuvo una llegada mucho más eficaz, basada en un discurso simple, directo y contundente. La diferencia es mínima pero suficiente como para despertar expectativas en la otra fuerza trotskista de Salta.

En el caso del Frente Popular, con Edmundo Falú a la cabeza, la alianza de Unidad Popular con el PTP (el partido del PCR – CCC) debutante absoluto, ya que ambos partidos fueron legalizados recientemente, los resultados tienen un sabor agridulce: pasaron las PASO pero esperaban crecer en votantes, más aun con determinados municipios como Campo Quijano donde salieron terceros, al igual que Cafayate y Urundel. Como nueva fuerza política tiene por delante la posibilidad de mantener ese piso y crecer sobre la base de los errores de las otras izquierdas. O sea, ser un espacio efectivamente político, o políticamente efectivo.

¿Es solo una cuestión de lucha desigual en términos proselitistas? ¿Hay una lectura sobrevaluada de la sociedad que luego deviene en análisis superficiales de aparatos y recursos? No, la desigualdad política es parte del sistema, nada novedoso. La cuestión es si es la sociedad quien no comprende a la izquierda o ésta persiste en su alienación discursiva sin penetrar en los lenguajes de los sectores sociales múltiples que componen la sociedad salteña.

Pareció que algo así comenzaba a suceder, se desanduvo ese trayecto, y si bien no hablamos de una izquierda sino de diversas identidades, este 17 de mayo vuelve a dejar la sensación de haber retrocedido algunos pasos. No está mal, si así se lo reconoce. Siempre se aprende y se vuelve a insistir.