Por Karla Lobos

Salta nunca dejó de participar del desarrollo capitalista de la Argentina moderna y de las principales transformaciones políticas que se registraron a nivel nacional. A pesar de ser considerada una de las provincias más conservadoras de la Argentina, rasgo, forjado durante la época colonial bajo la influencia de la Iglesia católica, que sigue hasta hoy.

Las primeras luchas obreras del siglo XX se produjeron en la región norte de la provincia. La primera Asamblea Popular fue importante y distintos sectores de izquierda jugaron un papel central, al igual que La Frontera, un periódico creado en 1932, que reunía un conjunto de voces heterogéneas de la zona. De hecho, fue la única publicación conocida, que se editó en la zona durante la década del ‘30. Es sólo por esta publicación que podemos conocer el papel que tuvieron los diferentes sectores, ya que nada de lo que se dice, aparece con claridad en los documentos oficiales de ese momento.

Recordemos que, desde la década de 1920, Tartagal se transformó en el polo petrolero de la zona norte. Sabemos también que el avance urbano y social que se registra es inversamente proporcional a los grandes beneficios e inversiones de capital de las empresas petroleras y a las regalías percibidas por la provincia y la nación.

La municipalidad de Tartagal fue creada durante esa década, en 1924. Desde esa época existieron sectores de la población que impulsaron debates y reivindicaciones en torno a las condiciones de vida y a los intereses del conjunto de la comunidad y uno de los primeros canales de expresión de esos planteos fue el semanario La Frontera, ofreció su visión del conflicto que enfrentó en esos momentos a la Standard Oíl con YPF por el control de los recursos petrolíferos: “El gobierno de la Nación con el muy laudable proyecto de nacionalizar el petróleo, inició la controversia con la Provincia de Salta, que defendía o defiende, los derechos que le acuerda la Constitución. Pero después, un flamante Gobierno Provisional, se hace solidario con el de la Nación y entorpece a más no poder la acción de la compañía, merced a cuya obra (confesémoslo honradamente) se formó este pueblo y se horadó el primer pozo productivo”.

Es decir que, el público local no se encolumnaba tras la defensa del gobierno provincial frente a la Nación, sino que reivindicaba, por ese entonces, la acción de la Standard Oíl, que era prácticamente la única entidad que había volcado recursos en la zona, en un contexto caracterizado por el aumento de la población, la carencia de servicios urbanos, la precariedad de los asentamientos y la ausencia del ejecutivo provincial.

Esa situación, favoreció la reunión de un conjunto heterogéneo de grupos e individuos que procuraron defender los intereses de la comunidad y se enfrentaron al poder oligárquico provincial. Era lógico que las ideas de izquierda estuvieroa presentes en ese contexto y ejercieran su influencia, lo que también quedó registrado en La Frontera del 1° de mayo de 1932, donde el periódico dedicó una página entera al discurso de apertura que pronunció un orador que aparece con el nombre de Carlos Ocampo: “El Primero de Mayo, señores, no es un día de fiesta, sino de justicia para las clases abatidas, que más de una vez tuvieron que sacrificar su libertad o su vida en favor de la justicia social ya que la justicia divina parece perpetuar su desamparo […] El precepto cristiano de ‘amaos los unos a los otros, pues los hombres sois hermanos’ fue reafirmado por Carlos Marx al decirles: ‘trabajadores de todos los países, uníos’ […] Esta unión de las fuerzas productoras evitará las guerras entre las naciones, dominando los egoísmos que ciertos capitalistas fomentan […] El 1° de Mayo camaradas, representa el nacimiento de una nueva aurora; es la estrella que viene de oriente conduciendo a la humanidad hacia un nuevo porvenir”.

El artículo no consigna cuántas personas asistieron al acto, pero el orador aclara al principio de su intervención que la iniciativa se debe a “un grupo de jóvenes entusiastas de esta localidad”, que lo designaron para ese fin, lo que indica la ascendencia del orador y de su discurso, en el que se puede leer una crítica a la Iglesia, cita la célebre frase de Marx que funde el clasismo con el internacionalismo, ubica a esta última como continuidad y reafirmación de las palabras de Cristo, se dirige al público como “camaradas”, y entre sutil y lírico, reivindica a la Unión Soviética y la extensión del comunismo a nivel mundial, cuando habla de la estrella que viene de oriente conduciendo a la humanidad hacia un nuevo porvenir. Un discurso totalmente fuera de lugar para la Salta de esa época, clerical y conservadora.

Para el 1° de mayo del año siguiente, La Frontera publicó una nota que tiene muchos aspectos similares a la del año anterior, aunque aparecen nuevos elementos: “Cada primero de mayo es una nueva afirmación del consejo de Marx: proletarios del mundo ‘uníos’, o de Bakunin, el oso siberiano, presentando al mundo una nueva bandera que señalará el camino de su redención. Y desde la primera internacional, desde Chicago (1886) la ‘rebelión de los esclavos’ fue sofocada pero también respetada”. A diferencia del primer texto, en éste aparece la referencia anarquista de Bakunin, lo cual parece indicar la presencia de comunistas y anarquistas, la base del sindicalismo internacional.

A pesar de que La Frontera no era un periódico vinculado a una corriente política en particular, Martínez Fresco, su creador, se proclamaba anarquista y ateo.

La actividad anarquista, se registra en Salta, desde 1901, cuando se fundó en la capital provincial, el Club Libertad. En ese momento surgieron los intentos tempranos de organización sindical en la que intervinieron activistas anarquistas, como la Federación Obrera de Salta, fundada en 1904 y dirigida por anarquistas y socialistas, que nucleó albañiles, zapateros, carpinteros y tipógrafos y del Sindicato de Oficios Varios, fundado en 1923 con una fuerte influencia ácrata. A Tartagal, la influencia del anarquismo llegó un poco mas tarde, en la década de 1930.

La persecución estatal impactó en las organizaciones debilitándolas en algunos casos y forzando a encubrir la actividad de sus militantes, en la gran mayoría. Es importante recordar la vigencia ininterrumpida de la Ley 7029, de Defensa Social, sancionada en 1910, que prohíbe la entrada de los condenados por delitos comunes, “anarquistas y demás personas que profesen o preconicen el ataque contra las instituciones”. Establece la necesidad de autorización para cualquier reunión pública, proscribe las reuniones anarquistas y fija las penas para los delitos contra el orden social. Tal como la Ley de Residencia, coloca al Poder Ejecutivo como la institución encargada de acusar, juzgar, detener y expulsar a los extranjeros, sustrayéndolos por completo de la esfera judicial. A partir de su aplicación se suspenden la libertad de imprenta, el derecho de manifestación, de asociación, de reunión y se ordenan deportaciones.

El Partido Comunista también se vio forzado a asumir un carácter clandestino, ya en 1926, un documento interno planteaba la necesidad de ocultar la filiación comunista de sus militantes a fin de esquivar la persecución estatal y patronal. Sin embargo, el clima represivo de la década de 1930, no parece haber afectado al progresivo despliegue de artículos periodísticos vinculados a temáticas como “La vida literaria en Rusia”, “La tierra a quien la trabaja”, “Tartagal no necesita Iglesia”, “Conversión a la izquierda”.

En noviembre de 1933, el semanario local dirigía una fuerte crítica al gobierno provincial. En esos momentos cobraba impulso la reivindicación por el acceso a la propiedad de la tierra y el reclamo para que se instale el agua corriente: “Tartagal es una fuente de recursos; el Gobierno percibe ingentes sumas por producción petrolífera; otras sumas ingentes percibe sobre patentes al comercio, sobre impuesto al consumo, pero el pueblo de Tartagal sólo tiene obligación de contribuir a la riqueza fiscal; trabajar, pagar, callarse la boca ¿Hasta cuándo? El pueblo de Tartagal, en su totalidad, sin distinción de personas, clases o categorías, quiere que esta situación se resuelva antes de fin de año; quiere que la expropiación y el agua corriente sea una realidad dentro de dos meses. Si ello no se realiza será perdida toda esperanza y la indisciplina ha de cundir”.

En septiembre de 1933, se conformaba el Centro Comercial de Tartagal, que agrupó a los comerciantes locales y jugó un papel central en la organización de las primeras luchas que se registran en la zona. En 1935, La Frontera publicó un editorial que bien podría titularse “Para el momento en que la lea”, porque no ha perdido vigencia: “… la propiedad de las tierras es para nosotros un cuento chino; el agua corriente cuyo presupuesto se aprobó hace rato en las cámaras legislativas de la provincia es otro cuento chino, y cuento chino es y será por mucho tiempo si no nos llamamos al desengaño, el mejoramiento de las escuelas, la creación de una modestísima sala de primeros auxilios o un dispensario. No se concibe que aquí en Tartagal, pueblo rico y progresista de la República Argentina, un obrero deba carecer de una pastilla de quinina para prevenirse del paludismo; que una visita médica, por simple que ella sea, deba costarle cinco pesos; vale decir, el jornal de toda una semana cuando esta clase de asistencia social debe correr por cuenta del Estado a quien le costaría una miseria si se preocupara de organizar su servicio”.

No faltaron en el periódico las denuncias contra “la oligarquía latifundista y contra el imperialismo extranjero, cuyos espurios intereses están íntimamente ligados”. Tengamos presente la importante participación que tuvo en el gobierno nacional, la oligarquía salteña, conformada por un conjunto de apellidos relacionados entre sí por estrechos vínculos familiares y comerciales.

En 1918, un comisionado del gobierno de Hipólito Yrigoyen que vino a observar la elección de diputados nacionales en la provincia describía así la situación: “El poder ejecutivo pertenece a una sola familia y no hay por lo tanto partido político que gobierne, los otros poderes del Estado existen sólo en forma nominal, y por lo tanto la base del sistema republicano es nula. Las cámaras de senadores y diputados están formadas en casi su totalidad por parientes del gobernador y por empleados públicos a sueldo de la Nación y la provincia, con excepción de dos o tres independientes, no hay uno que no milite en el partido oficial. El poder Judicial está también subordinado al poder ejecutivo, los jueces gozan de poca remuneración y su término de ejercicio es de seis años. No existe régimen municipal que establece la constitución nacional, para la organización política de los Estados”. El propio radicalismo salteño fue un vehículo de expresión de la oligarquía: los principales miembros de la comisión directiva de la Sociedad Rural Salteña, incluidos su presidente y vicepresidente, fueron dirigentes radicales.

En el inicio de 1935, en Tartagal, el Partido Comunista empezó a impulsar su política de Frente Popular, que supuso la confluencia con los sectores de la “burguesía progresista” en un frente común contra el fascismo. Aunque esta línea política se vinculó directamente a los integrantes del Centro Comercial, en el que tambien estaban inmersos los inmigrantes de la sociedad Sirio-Libanesa, en su matoría comerciantes, se hacía evidente la debilidad de la clase trabajadora. De hecho, hasta ese año no existían, organizaciones obreras en la zona.

Para octubre de 1935, la campaña de denuncias encarada por La Frontera derivó en la convocatoria de una Asamblea de Vecinos por el tema de la tierra. Esto, dio lugar a la conformación de una Comisión pro-rebaja de los precios de los lotes. Pero no quedó ahí, las proclamas y denuncias continuaron hasta el 2 de setiembre de 1936. Momento en que el Centro Comercial de Tartagal elaboró un petitorio dirigido a las autoridades provinciales y convocó a una Asamblea Popular, la primera en la historia de la Tartagal. Entre los puntos más importantes del Petitorio figuraban: 1.- Iniciación de los trabajos de aguas corrientes de Tartagal y Aguaray. 2.- Estudio y construcción de un dique o represa de suficiente capacidad para riego conveniente de toda la zona. 3.- Venta y colonización de las tierras conocidas fiscales en el Distrito Tartagal. 4.- Cooperación del Banco Provincial conforme al proyecto del actual gobernador de la Provincia de Salta sobre préstamos y fomento agrícola. 5.- Participación del 10% sobre Regalías Petrolíferas para la creación y sostenimiento de una escuela de artes, oficios, agricultura y obras públicas de este distrito. 6.- Solicitar apoyo a las compañías petrolíferas sobre la libertad de comercio en todos los campamentos y restricción de actividades en proveedurías, etc., invocando para ello el estado crítico por el que atraviesan más de cinco mil habitantes de la zona. En el petitorio aparece la firma del presidente del Centro Comercial, Carlos Ocampo, el mismo que pronunció el polémico discurso de apertura del acto del Primero de Mayo de 1932. Claramente un simpatizante o militante de izquierda. La Asamblea Popular se reunió el domingo 13 de septiembre, discutió y votó apoyar el petitorio y desarrollar un plan de acción. De acuerdo a La Frontera, la Asamblea tuvo una “gran concurrencia, heterogénea en su aspecto pero homogénea en sus objetivos”.

Mientras tanto, a nivel nacional, en la década de 1930, el golpe de Estado que derrocaba a Yrigoyen, inauguraba en la historia Argentina un período que significó el retorno a las viejas prácticas del fraude electoral, a la corrupción y a los negociados. Un período conocido como la Década Infame.

Al igual que en Europa, ciertos sectores políticos y de las Fuerzas Armadas vieron con desconfianza al sistema democrático porque creían que no sería capaz de contener a la sociedad y mantener el orden. Las elecciones de 1931 y de 1937 estuvieron signadas por toda clase de irregularidades. En los comicios de 1931, los radicales se abstuvieron de participar. En 1937, los resultados se cambiaron en el correo. Los presidentes que se sucedieron a lo largo de este período fueron: José Félix Uriburu (1930-1932) Agustín Justo (1931- 1938) Roberto Ortiz (1938-1940) y Ramón Castillo (1940-1943). La sucesión de gobiernos civiles y militares, llevó a un camino complejo en el desarrollo de la historia nacional. “Según se ha documentado, se votó tan poco y mal, que el derecho electoral fue un derecho jorobado”. (Caras y caretas, 1938).

El pensamiento autoritario se impone y claramente podemos observarlo a través de la Proclama del General Uriburu al pueblo en el momento del Golpe de Estado: “El Ejército y la Armada de la Patria, respondiendo al calor unánime del pueblo de la Nación y a los propósitos perentorios que nos impone el deber de argentinos en esta hora solemne para el destino del país, han resuelto levantar su bandera para intimar a los hombres que han traicionado en el gobierno la confianza del pueblo y de la República, el abandono inmediato de los cargos, que ya no ejercen para el bien común, sino para el logro de sus apetitos personales. Les notificamos categóricamente que ya no cuentan con el apoyo de las fuerzas armadas, cuyo objetivo primordial es defender el decoro personal, que ellos han comprometido, y que no habrá en nuestras filas un solo hombre que se levante frente a sus camaradas para defender una causa que se ha convertido en vergüenza de la Nación. Les notificamos también que no toleraremos que por maniobras y comunicaciones de última hora pretendan salvar a un gobierno repudiado por la opinión pública, ni mantener en el poder los residuos del conglomerado político que está estrangulando a la República”.

Uriburu no llegó a gobernar dos años completos, ya que la Argentina sufría las consecuencias de la crisis económica de los Estados Unidos (1929). Por otra parte, Uriburu pretendía llevar adelante un proyecto corporativo que incluía la reforma de la Constitución Nacional. Estas aspiraciones no tuvieron buena recepción y Uriburu fue perdiendo apoyo. Esta situación lo llevó a buscar una salida electoral que le permitiera retirarse de la presidencia. La Concordancia, unión de conservadores, socialistas independientes y disidentes radicales, obtuvo el triunfo en las elecciones de 1932… A través del fraude electoral o fraude patriótico, como lo denominaron en ese momento. Según el argumento que utilizaron: “De esta forma se garantizaba que los gobiernos no cayeran en manos de la “chusma” radical”. Los recién electos Agustín Justo (Presidente) y Julio Roca (Vicepresidente) representaban los intereses de los sectores conservadores y permitían el retorno al poder de los grupos que lo habían controlado hasta antes de 1916.

Gracias a la práctica sistemática del “fraude patriótico”, en 1938 llega a la presidencia Roberto Ortiz, ex radical antipersonalista y Ramón Castillo, conservador, como vicepresidente. Ortiz intentó generar un cambio en la práctica política de la época, a pesar de llegar al gobierno a través del fraude. Intentó combatirlo interviniendo las provincias en las que se produjeran elecciones corruptas. Sin embargo, su presidencia estuvo plagada de dificultades. Sufría de una diabetes muy aguda, debió tomar licencias y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, que influyó directamente en el desarrollo de la historia política y económica de la Argentina. A pesar de haberse declarado neutral, la sociedad se agrietó aún más: los terratenientes y comerciantes vinculados con el comercio exterior estaban a favor de los aliados. Los nuevos sectores industriales se inclinaban por la neutralidad. Otros, más nacionalistas y los militares, se sentían atraídos por el Eje. Consideraban a Inglaterra y a los Estados Unidos como países imperialistas que avasallaban la independencia de otros estados. De la guerra, lo mas preocupante era su finalización, la situación de la Argentina frente al mundo. La política de Estados Unidos, a partir de su ingreso al conflicto en 1941, fue de hostigamiento hacia nuestro país. Pretendía que la Argentina se alineara con los aliados y analizaba su neutralidad como signo de simpatía por el Eje. En 1942, Ortiz se vio obligado a renunciar a la presidencia, por su salud, muy deteriorada que lo llevó a la muerte. El gobierno quedó en manos de Castillo, que retomó las prácticas fraudulentas y preparó el camino para su sucesor, Robustiano Patrón Costas, conservador hacendado de Salta, seguidor de los aliados. Su candidatura no fue bien recibida por sectores nacionalistas del ejército, a quienes les preocupaban las inclinaciones políticas de candidato. Por otra parte, la efervescencia social, la creciente actividad sindical y la posible extensión de ideologías anarquistas y de izquierda, los alentó a preparar un nuevo Golpe de Estado…

Cualquier semejanza con la realidad actual, es mera coincidencia…