Tras la casi firme decisión del Gobernador de derogar las elecciones PASO, en los últimos días se produjeron algunos movimientos en la oposición que pretenden limar la gestión de Gustavo Sáenz y conformar una alternativa opositora en 2023. Antes que darse por perdidos, varios de los que se venden como socios del oficialismo han adelantado cuatro años los relojes de la traición.  

Los años felices

Desde que el actual mandatario provincial ingresó a la intendencia capitalina en 2015, junto con el macrismo, y hasta que arribó al sillón de Grand Bourg, los aliados de centroderecha no dejaron de predicar que constituían una alianza que trascendió la coyuntura nacional. Sin embargo, y por lo bajo, la relación fue gobernada por la desavenencia que tuvo manifestaciones variadas. 

A pesar de que el romerato y sus alfiles encubiertos cobraron por las adhesiones políticas hasta 2019, desde que Bettina Romero ingresó como alcaldesa, nunca quiso reconocer el aventón eleccionario del Gobernador, ni tampoco abrió las puertas para integrar su dirigencia en los cargos comunales. La gobierna el pensamiento de que su estructura política es superior y que por su presente nada debe. 

En caída libre

Los resultados del autismo político de la intendenta de Salta hoy representan un importante fracaso para todos los asociados, luego de que las encuestas informan que su gestión goza de un 73% de imagen negativa y que la acompaña apenas un 6% de intención de voto. De casi 500.000 electores de capital, solamente 30.000 está convencido de que ella debe seguir. Lejos está de los 150.000 que apoyaron a Sáenz en 2019 en la capital.

Esta debilidad ha echado por tierra el discurso que enarbolaba hasta hace unos meses, cuando exigía al Gobernador que cumpla acuerdos cuando la alianza era joven y la apoye para la reelección. Sabe que en el principal distrito provincial no hay margen para el error y que hay otros actores pueden sumar votos suficientes para la reelección en un bastión de Sáenz.

Como en todas las conjuras, las reacciones se gradúan en intensidad y progresan en la medida en que se consolida el diagnóstico negativo y se gesta una alternativa.

El romerato dentro y fuera

Juan Romero se ha convertido en un trebejista avezado que ve peligrar la sucesión familiar. Todavía afiliado al PJ, es el verdadero operador de los intereses macristas en Salta. Ninguna decisión que adopta el ex presidente o Patricia Bullrich se concreta sin que se le consulte.

A nivel local, el conglomerado de dirigentes del PRO duro, que se concentran en un proceso intervencionista digitado, responde a sus designios. Por intermedio de Ricardo Gómez Diez conduce las posiciones de la diputada nacional Virginia Cornejo, como también sostiene estrechos lazos con el radical Miguel Nanni en acuerdos con la cúpula radical nacional. Alfredo Olmedo, sigue siendo su testaferro político de la derecha populista con la equilibra el progresismo kirchnerista y aporta el voto del diputado nacional Carlos Zapata. Se reconcilió con Martín Grande, quien de ser acérrimo enemigo ahora respeta todo lo que se decide en la casona de Lesser y se propone para cualquier cargo en el que sus puntos electorales de adhesión contribuyan a la sedición. 

En el interior provincial el romerato ha conservado vínculos añejos, pero también ha gestado nuevas alianzas. Copó el municipio de Rosario de Lerma de Enrique Martínez, mantuvo la lealtad de Carlos Funes de Embarcación, sostiene una particular relación con Carlos Folloni de Campo Quijano, y preserva fluidez de trato con Yolanda Vega de Cerrillos, Ignacio Jarsún de Rosario de Lerma, Leopoldo Salva en Los Andres, Daniel González de Orán, Sergio Salvatierra de General Güemes y Sebastián Dominguez de Pichanal. Estos últimos no quieren que Sáenz y Romero se divorcien porque no saben a quién tributarán. 

Los de Lesser no discriminan a algunos dirigentes del Frente de Todos y en Rosario de la Frontera se dan el lujo de gozar del apoyo ambivalente de Gustavo Solís y su primo el senador Javier Mónico, a la vez que operan en los comportamientos erráticos pero violentos de Gustavo Orozco contra el gobierno provincial. Detrás del ex policía y actual diputado sureño se menta a Alfredo Olmedo (padre), socio sólido del romerato que todavía agradece los contratos de Salta Forestal. Las pintadas que piden rinoscopias y el cese la corrupción integran una campaña de desestabilización más amplia en donde buscan descalificar a los más cercanos del Gobernador.

Lo que se viene

La última solicitada que firmaron los dirigentes que militan en los dos extremos de la grieta nacional abrió una especulación que hasta ahora no estaba en la carpeta de análisis de los gurúes del Centro Cívico. Mientras la mayoría de los funcionarios navega seguro de otro mandato sin advertir complicaciones en el horizonte, otros -más desconfiados- encendieron las alertas de que el espectro político opositor se está fortaleciendo sobre dos grandes intereses: La reconfiguración del poder nacional tras la elección de 2023 y las dispersión de las facciones saencistas que en la segunda línea no timonean la nave oficialista, ni aseguran acuerdos.

La reacción no es menor considerando que la eliminación de las primarias obligatorias les quita un episodio electoral imprescindible para seguir midiéndose en terrenos como la capital, cuyos pobladores son más propensos a buscar soluciones contundentes como las que pregona Javier Milei con los Libertarios. Tendrá alguna relación el aterrizaje en este espacio de Guillermo Durand Cornejo, otrora romerista y ahora desencantado con Sáenz?

Los ahora precarios socios de centroderecha no quieren quedar fuera de lo que consideran una segura victoria de un candidato a presidente de Cambiemos. Los probables aliados locales de esta coalición nacional no descartan que a la UCR, el romerato, el olmedismo y el PRO se sumen el PRS y el Biellismo, más algunas traiciones individuales de legisladores, intendentes y dirigentes notorios en el interior. Creen fervientemente que deben cimentar un conglomerado que con la próxima gestión presidencial produzca cargos y sueldos públicos.

Un gabinete con lealtades divididas

Dentro del gabinete ya asoman las dudas sobre la pertenencia originaria de algunos ministros que parecen jugar al quedo y que no aportan gestión con esfuerzos plenos. El propio Gobernador los ha calificado con un sugestivo “6” que parece más una queja que reconocimiento. Los grandes anuncios de la obra pública que podrían quedar en propaganda por falta de concreción, las amenazas de renuncias que minan la figura del Gobernador y la atrofia de la política generada por mezquindad de los fondos que se autorizan desde la cartera de economía, explican que existe un alto porcentaje de ciudadanos que tampoco están conformes con dos años y medio de gestión.

Es que alfiles relevantes como Sergio Camacho, Roberto Dib Ashur y Abel Cornejo exhiben en sus partidas de nacimiento la paternidad de Juan Romero y el fallecido Jorge Brito durante varios mandatos. Por si esto fuera poco, el ex gobernador Juan Urtubey salió de su estado de hibernación, especula sobre su futuro político y sondea si podrá acordar una banca nacional con cualquiera de las coaliciones. Por lo pronto, y deseoso de un mejor trato, ordenó a Pablo Kosiner y Francisco Marinaro Rodó que comulguen con Walter Wayar, Sergio Leavy, Carlos Zapata y Miguel Nanni, entre otros dirigentes hasta ayer incompatibles.

Los operativos de desgaste cada vez más exhiben un patrón común. La campaña persistente del matutino (dependiente) familiar coincide con episodios que van medrando la imagen del oficialismo. Solamente como ejemplos pueden mencionarse la crisis del agua aprovechada en extremo con luchas intestinas; la estrategia de devaluación de la reforma constitucional y la instalación de que Sáenz quiere eternizarse en el poder; las disputas por las investigaciones penales que se dirigen a políticos entre el Ministro de Seguridad y el Procurador General; las sospechas que se fogonean sobre las designaciones en la Auditoría General y el comportamiento de legisladores que simulan pertenencia al oficialismo pero dirigen fuego “amigo” en cada sesión. No todo es virtud del sabotaje, y el mediocre comportamiento de algunos funcionarios contribuye con errores al dimensionamiento que se muestra como una crisis de poder.

El romerato se prepara para la diáspora y en reuniones solapadas se habla de nuevas solicitadas pidiendo la unificación de las elecciones provinciales y nacionales y de judicializar cualquier cambio electoral que se decida. Dentro del análisis también piensan en sacrificar la reelección de Bettina Romero para evitar una debacle y postularla como diputada nacional, previo renunciamiento con el que quieren obligar a una postura idéntica a Sáenz. La sociedad en formación ya tiene disputas para proponer otro candidato para el sillón de Moldes casi como una imposición.

Final abierto

Los humores del Grand Bourg, a la luz de las encuestas, cada vez oscilan menos. La sociedad está en crisis –dicen- pero no rota. El oficialismo confía en que los vínculos que ha gestado el Gobernador con Cambiemos y dirigentes del porte de Gerardo Morales y Horacio Rodríguez Larreta dejarán una puerta abierta para adherir al nuevo gobierno. Creen que Romero aceptará que Bettina dispute con otros candidatos la reelección mientras tributen votos para la corona el año que viene.

Desde la intimidad de Lesser piensan distinto. Saben que el influjo económico y político acumulado desde 1983 por la familia Romero no se diluirá ni extinguirá en medio de una grieta que los sitúa como jugadores relevantes para un extremo que viene por la revancha, aunque tengan que saborear la derrota en 2023. Perder a veces significa ganar en términos políticos. Saben que los nuevos aires están por llegar y que el saco macrista es demasiado amplio y fuerte como para protegerlos e impulsarlos al poder en menos de un mandato. Lo que falta definir es si lo harán como conductores del tinglado que hoy desestabiliza o simplemente como titiriteros del gobernante de turno. De ilusiones también se vive, y el romerato ya lleva tres décadas aglutinando entusiastas, desencantados y poderosos con manías de incidir en la cosa pública.