La caja de Pandora es un recipiente de la mitología griega, tomado de la historia de Pandora, la primera mujer, creada por Hefesto por orden de Zeus, que contenía todos los males del mundo.
La historia cuenta que Zeus, deseoso de vengarse de Prometeo por haber robado el fuego y dárselo a los humanos, presentó al hermano de este, Epimeteo, una mujer llamada Pandora, con quien este se casó. Como regalo de bodas, Pandora recibió una misteriosa tinaja ovalada, -aunque actualmente sea citada y aceptada como una caja— con instrucciones de no abrirla bajo ningún concepto. Los dioses habían otorgado a Pandora una gran curiosidad, por lo que decidió abrir la tinaja para ver qué había dentro. Al abrirla, escaparon de su interior todos los males del mundo. Cuando atinó a cerrarla, solo quedaba en el fondo Elpis, el espíritu de la esperanza, el único bien que los dioses habían metido en ella. De este mito surge la expresión «La esperanza es lo último que se pierde».
Cuando el general Julio Rodolfo Alzogaray, el brigadier Rodolfo Otero y los coroneles Premoli y Perlinger, el 28 de junio de 1966, hace 55 años, se presentaron a la Casa Rosada a destituir a Arturo Illia, abrieron nuestra Caja de Pandora, a la que, no los dioses sino algunos periodistas y formadores de opinión, como Jacobo Timerman, Bernardo Neustadt y Mariano Grondona, fueron preparando. Es así como fueron abonando el terreno golpista al compás de su prédica de que la democracia que sostenía a Illia era sólo formal y que se necesitaba una mano fuerte para sacar adelante a la Argentina. Para que nuestro país acceda a su destino de grandeza. Así nos fue.
Después de muchos años, Perlinger le pidió perdón al Dr. Illia, pero cínicamente Grondona, por ejemplo, pretendió justificarse ante la historia diciendo que ellos, con Onganía, el sórdido Onganía, pretendieron un De Gaulle y les salió un Franco. Los otros, ni eso.
Arturo Illia asumió el 12 de octubre de 1963. Su primer acto de gobierno consistió en eliminar parte de las restricciones que pesaban sobre el peronismo. Cinco días después de que asumiera el gobierno, los simpatizantes del peronismo realizaron un acto conmemorativo por el 17 de octubre en Plaza Miserere, en Once.
La ley 16.463 —también llamada Ley Oñativia, en homenaje al ministro Arturo Oñativia, — sancionada el 23 de julio de 1964 y promulgada el 9 de agosto de 1964, establecía una política de precios y de control de medicamentos. La reglamentación de la Ley mediante el decreto 3042/65 fijaba, además, la obligación para las empresas de presentar mediante declaración jurada un análisis de costos y a formalizar todos los contratos de regalías existentes.
Partidarios, opositores y observadores imparciales coincidieron en que esta política tuvo un peso decisivo en el proceso político que culminara con el derrocamiento del presidente a manos de un golpe militar.
La política educativa de Illia es uno de los aspectos más elogiados de su gestión. El principal dato para ello es el aumento del porcentaje del presupuesto nacional dedicado a educación, que habría pasado del 12% en 1963, al 17% en 1964 y al 23% en 1965, hasta se sostuvo, en algunos casos, que este último porcentaje fue el más alto de la historia argentina.
Bajo la dirección de Eugenio Blanco, el gobierno de Illia adoptó una política económica de orientación cepalino-keynesiana que apuntó a una expansión global de la economía. Entre otras medidas se creó la Sindicatura de Empresas del Estado, para tener un control más eficaz de las empresas públicas, y se sancionó la Ley del Salario Mínimo, Vital y Móvil, para garantizar un piso obligatorio de ingreso para las personas asalariadas, a partir de la concertación obrero-patronal.
El Producto Bruto Interno (PBI), que había descendido durante dos años seguidos (1962 y 1963) -algo que no sucedía desde la Crisis de 1930-, subió 10,3% en 1964, 9,1% en 1965 y 0,6% en 1966, pasando de 108 mil millones de pesos en 1963, a 134 mil millones de pesos en 1966.
La balanza de pagos mostró cifras positivas (más exportaciones que importaciones): en 1963 había sido de 183,8 millones de dólares y en los años siguientes fue de 384,4 en 1964, 293 en 1965 y 468,9 en 1966. La deuda externa disminuyó de 3.400 millones de dólares a 2.600 millones.
El 28 de junio de 1966, hace 55 años, se abrió la Caja de Pandora. No es un sinsentido que la obra de tres tomos, de 700 páginas cada uno, de Anguita y Caparrós, titulada, precisamente, “La Voluntad”, tenga inicio en 1966 con el derrocamiento de Illia. Para preparar ese golpe se denostó a la democracia, catalogándola de meramente formal y se reivindicó a la voluntad nietzscheana como única salida. Se subestimó a la democracia constitucional y se preparó la década siguiente, la de los 70, en la que Argentina, definitivamente, ya nunca más sería la misma.